El enemigo en la cama
Debería sentir odio. Bruno es un invasor. Debería tener el cuerpo dormido. Las manos inertes. Los ojos vacíos. El corazón pedregoso. Pero soy una mujer sola. Desangrada. Cuando él se acerca todo se desvanece. Percibo de lejos su olor, como una perra en celo. Caigo sin remedio. Me detesto.
«Vuelo a París por negocios. Te quiero»
Sábanas de seda, una camisa en el suelo, elegante lencería, cuerpos desnudos, y la Torre Eiffel de testigo.
A mil kilómetros, sábanas en el suelo, lencería revuelta, camisa de seda anudada a un cuello, ella desnuda, y, como único testigo, aquella nota.