Apareció de repente. Llevaba en la mano el botijo que usábamos para refrescarnos cuando recogíamos las uvas. En un instante acabó con el fuego iniciado en la cabaña por aquellos energúmenos. Todos los vendimiadores nos sumamos al abrazo que madre dio a mi hermano, pues nos había salvado la vida.
A buenas horas, mangas verdes jajjajjajajjajaja