Lucha y Prozac
Ojos cerrados. El frío metal rasga mi garganta. El rojo cubre al gris. Me escuece el alma.
¡Piedad!
Ojos abiertos. La calidez de las lágrimas. El demonio suelta al fin mi voluntad. «Un día más para ser feliz, o se acabó», resuena su sentencia en mi cabeza.
Tripas
Vomitaba cuando tomaba la medicación. Decía que las voces estaban dentro de su cabeza pero yo sabía que era mentira. El demonio vivía en su estómago.
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