Los crímenes de Oxford

Imagen de Jack Culebra

Comentario sobre esta película de Álex de la Iglesia que me he animado a escribir porque he oído muchos comentarios desfavorables que, aunque no desencaminados, me parecen excesivos, así como alabanzas que tampoco me encajan del todo.

Vamos, que ni tanto ni tan poco. “Los crímenes de Oxford” me parece una película suficientemente entretenida para pasar una tarde, aunque no sea ni de lejos una obra maestra dentro del género. Desde luego, creo que en lo que más cumple es en su apartado “escenario”. La fotografía es tan efectiva como evocadora y, además, el entorno elegido es magnífico. Oxford, demonios, no podía ser menos.

 

El ritmo acompaña, y, desde luego, uno no se puede quejar de aburrimiento. La película se ve como el agua, y, por este lado, cumple también sobradamente con su objetivo básico: entretener al espectador. Desde luego, no son dos elementos que hagan que una película entre en el Olimpo de los mejores filmes de todos los tiempos, pero valen para lo que valen. Y puede que aquí esté el quid de los agravios a la película.

 

Álex de la Iglesia es un artista que no se caracteriza, precisamente, por su docilidad o su lealtad a la ortodoxia del cine de entretenimiento. Más bien, cuando uno piensa en sus trabajos tiene la impresión de que la innovación, la sorpresa y cierto escándalo son elementos que le gustan. Es por ello que es difícil creerse que esta película venga de su mano, sobre todo siendo que la rueda en el extranjero. ¿Lo han domesticado en cuanto ha salido de casa?

 

Personalmente, no creo que sea el caso. Desde luego, está claro que para entrar en determinadas ligas hay que aceptar las reglas del juego, pero tampoco creo que los responsables de la película hayan reclutado a Álex de la Iglesia para que haga un producto clásico. Me inclino más a pensar que, simplemente, ha querido probar otra cosa, y así, en su película, nos encontramos con algo que no hubiéramos imaginado a priori. Lo cierto es que es difícil llegar a una conclusión clara sobre qué ha pasado, del mismo modo que es difícil -o a mí me lo resulta- juzgar el resultado final. Puede que el problema sea ése: la indecisión.

Un thriller, a mi parecer, puede emprender dos caminos: el de contar la historia sin dejar que el receptor juegue al adivino -como “Seven”, que no puedes saber quién es el malo- o dar pistas al espectador para que entre a trapo en la historia haciendo de “detective” –como en “Se ha escrito un crimen”. Lamentablemente, “Los crímenes de Oxford” se queda a mitad. Por un lado, da la impresión de que tienes la trama para averiguar quién es el asesino, pero luego el guión juega al despiste, sobre todo en lo de hacer reposar la historia en determinados personajes, y saca un conejo de la chistera que no puede satisfacer al que haya querido adelantarse al final de la película.

 

Lo mismo ocurre con el reparto de personajes, que se queda a mitad. Tenemos desde el carismático profesor, con un papel muy preparado y sugerente, y la fulgurante aparición de la abuela al principio, al desacertado personaje del compañero matemático raro, que no sólo recuerda terriblemente a “Una mente maravillosa”, sino que resulta un elemento perturbador porque te dices si es el malo, que me devuelvan la entrada, por favor. Su actuación en la conmemoración del fallido intento de atentado al Parlamento termina de desvirtuarlo totalmente.

 

Y con las escenas pasa igual: que vamos de impresionantes planos secuencia que nos presentan originalmente el concepto de la película al tiempo que hacemos turismo por Oxford a innecesarias escenas de cama que parecen gritar al mundo un falso oye, que en España hemos superado nuestros complejos con los desnudos fílmicos.

 

Así, llegamos al final y tenemos un impresión incompleta, como de haber visto cosas interesantes, cazado conceptos que merecían la pena, disfrutado de una película bien ideada, y, al mismo tiempo, una sonrisa melancólica de “qué pena que no hayan afinado esto”, “qué ganas de sacar unas tetas al aire”, “qué desaguisado con el ritmo al final de la película”...

 

El caso es que, cuando hablo de la película, sea con otros espectadores, sea escribiendo este artículo, me queda esa misma sensación de a medias, de injusticia si se la critica demasiado o si se la alaba en demasía. Porque la película mala no es, pero tampoco ha cuajado con las espectativas. Supongo que es normal: a medias hasta las críticas.

 

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linton
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pues más o menos de acuerdo, sobretodo en lo que se queda a medias en todo, porque a mí me dio esa sensación también. Y respecto a De la Iglesia, quitando esa pequeña parte pseudo sangrienta, en el resto da la sensación de haberla rodado con el piloto automático

La imaginación contra el poder

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