La parada de los monstruos
Payasos y trapecistas ocupan sus localidades. Los elefantes, acoplados en sus diminutas sillas, impiden la vista a los enanos que protestan airadamente. Una galería enrejada conduce a la gran jaula del centro de la pista, donde el domador, cauteloso, espera la llegada de los niños.
Qué estupendo micro se ha marcado, señor de los besos siniestros.
La gente es igual en todas partes.
Pativanesca