Acorralado
Primero lo hacía por teléfono, hasta que identificaron las llamadas. Después pasó a los porteros automáticos, pero un vecino le cortó su retahíla obscena de una paliza. Ahora practica los murmullos lascivos al paso de una hembra, ya no le excita, cara a cara es tan frío...
Silencio
Cierra las ventanas, baja las persianas, se pone cómodo. Solo entonces lo abre y se recrea en los detalles: tamaño, potencia y, sobre todo, el olor; es ese olor a fracaso que siempre destilan los microrrelatos de sus contrincantes el que le lleva a algo más que a sonreír.
Somos mentira.
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