Ceguera mortal
“Sudor perlando su frente: exquisito. Terror en sus pupilas: sublime. Parálisis total ante la rotundidad del machete y la frialdad calculada de mi sonrisa. No hay grito: perfecto. Un baño de sangre caliente penetrando rápidamente su cuerpo, éxtasis garantizado…”
Cuando se fijó en el cañón, ya estaba perdido.
El hipo
Rodeaban el cadáver semidesnudos mientras entonaban un cántico fúnebre. El antropólogo, intrigado, preguntó al grupo de cazadores qué había pasado.
A las duras, a las maduras y a las jovencitas