No habrá más sol tras la lluvia
Reseña de la novela de Miguel Cisneros Perales publicada por La piedra lunar
No habrá más sol tras la lluvia es una novela peculiar. Ambientada en la Guerra de Secesión americana, parece inspirada en la Odisea. No es, sin embargo, una novela de aventuras o fantástica: su protagonista, en su viaje de vuelta a casa, se confronta principalmente a sus propios fantasmas, nacidos en buena medida de los horrores de la guerra.
La perspectiva es muy personal. Avanzamos tan pegados al estado anímico de este oficial confederado que quiere volver junto a su Penélope que parece narrado en primera persona. A través de sus ojos, el convulso siglo XIX norteamericano se transforma en un escenario casi onírico, sobre todo en las escenas más intensas. Así, la tramoya de la guerra se deforma hasta emparentarse con aquellas islas fabulosas que se encontró Ulises en su camino de vuelta a casa.
Este enfoque hace que la narración no sea tampoco propiamente lineal. Concatenar hechos para llegar al final de la historia implicaría seguir una lógica que no es la de esta novela. Más bien, nos vemos ante instantáneas, episodios terribles o abrumadores como los caprichos de Goya. Hay momentos de angustia en los que los personajes parecen asediados por el horror cósmico. También instantes donde el diálogo, como un oasis en mitad de la bruma, conduce el peso de la narración y nos confronta a la angustia existencial.
En No habrá más sol tras la lluvia el trabajo con los personajes resulta vital. Son ellos, peones sacudidos por fuerzas superiores, propias de la misma existencia, los que articulan la historia. Sin ellos, nada tiene sentido. Al mismo tiempo, tienen algo universal: es como si nos pudiéramos ver reflejados en su estado de ánimo porque todos nos hemos sentido abrumados alguna vez en ese sentido ancestral.
La narrativa, con estos mimbres, no es apta para todos los públicos. Puede resultar enrevesada, laberíntica. Aunque la estructuración de la historia es clásica, incluso con su catarsis final, hay una dislocación en la puesta en escena que puede desconcertar. Personalmente, creo que es una novela que, en última instancia, apela a las emociones y por eso relega aspectos como la verosimilitud o la fidelidad de la ambientación. Se trata de una comunión bizarra y perturbadora.
En cuanto a la edición de La piedra lunar, hay que destacar su calidad. El formato resulta muy agradable y las fotografías intercaladas, de archivo, crean un curioso juego de espejos con la narrativa sin pretender ser propiamente representativas. En definitiva, un trabajo lleno de fuerza y originalidad.
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