Paraíso perdido
Un artículo sobre el poema épico Paradise Lost, que publicara John Milton allá por 1667
La fecha en la que se inscribe esta obra, más allá de la curiosidad numerológica, resulta francamente sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta el osado planteamiento del poema, en el que se relata la caída en desgracia del género humano tras la tentación de Satán -la famosa historia de la serpiente y la manzana-, acto vindicativo con el que pretende interferir en los planes del Creador. Osado porque el papel protagónico del Diablo, junto con las descripciones de su reino, resultan de lo más impresionante.
No obstante, tampoco se trata de que Milton diera la vuelta a la tortilla para mantener un planteamiento maniqueo, sino, más bien, de hacer de abogado del diablo (claro) solo hasta el punto de hacer más comprensible su actuación sin tener que recurrir a la modificación de las Escrituras. Supongo que, precisamente, es en esto en lo que reside el gran atractivo de la obra y su gran escándalo, pues Lucifer brilla con otra luz, al encarnar un estereotipo (el del rebelde perdedor que se subleva contra lo establecido) que se ha repetido hasta la saciedad en obras posteriores, incluidas algunas de contemporáneos nuestros.
En el fondo, y más allá de esta concepción romántica del Diablo como eterno condenado a no poder dar la versión de sus hechos, quien, por una vez, pilla el micrófono, Paraíso perdido es una obra que reflexiona sobre el libre albedrío y el papel de cada uno en el orden de las cosas. Esta cuestión, que aparentemente ha perdido vigencia pero que sigue estando muy presente en nuestra realidad, plantea una serie de dilemas por boca del protagonista, Lucifer, que devienen especialmente interesantes en el marco bíblico elegido. La principal, que sostiene la trama, es ¿por qué siendo Dios omnipotente permite a Satán pecar de tal modo, sumiéndole a continuación en el tormento que deviene su existencia? Aunque esta sencilla pregunta está más que manida a día de hoy, no hay que perder de vista la época en la que la pone, blanco sobre negro, Milton, decisión que haría que lo tacharan de herético y satanista.
Además del interés que tiene siempre volver a las fuentes clásicas -y esta obra es una indispensable en los temas diabólicos-, Paraíso perdido mantiene algunos alicientes adicionales. En primer lugar, el mensaje planteado gana mucho empaque con el lenguaje y el tratamiento formal de la época, y, sin duda, la propia belleza del poema no es desdeñable. Es posible que el lector contemporáneo tenga algún problema en digerir algunos pasajes, o en habituarse al ritmo en determinados momentos, pero, en mi humilde opinión, es una lectura muy recomendable para los interesados por el tema, aunque solo sea por las impresionantes descripciones de la corte infernal en el primer capítulo.
Fantasía épica que bebe, original y sin cortapisas, de uno de los libros más antiguos del mundo: la Biblia. Es muy posible que sea su temeridad la que la hace mantenerse vigente tres siglos y medio después. O eso, o que todavía no tenemos todas las dudas despejadas sobre nuestro albedrío...
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Pues lo empecé una vez y no pude con él. Me has dado ganas de intentarlo de nuevo.