Forever
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Entonces comprendieron que todo aquello no era más que vida prestada, un regalo del Apocalipsis antes de su llegada definitiva. Y aun así cortaron la tarta, brindaron con los invitados y bailaron un largo vals antes de vaciar por completo sus cargadores.
Sí, quiero.
Tras las últimas palabras del juez el novio, desquiciado, desgarra el vestido de tul con los dientes mientras intenta deshacerse de sus pantalones para consumar su flamante matrimonio. Los invitados contemplan la escena con la lengua fuera. A algunos les cae un hilillo de baba. Un yorkshire ladra.