Ironías del destino
Èl sonreía mientras escribía la carta de despedida, haría todo el daño posible, la conocía bien y sabía donde clavarle el puñal para hundirla para siempre.
Cuando acabó e intentó enviarla, había desaparecido de sus contactos.
Su sonrisa se trasformó en una mueca de dolor.
Cacortografofilia
El policía cubrió el cadáver sonriente. Trató de ignorar el indecoroso bulto que se marcaba en la tela.
-Fue demasiado para él. Estaba enfermo –explicó la viuda, entre sollozos-. Le... le excitaban las faltas de ortografía. ¡Maldito sea el día en el que descubrió el “tuenti”!