La crisis.
El carnicero observaba las vitrinas vacías y a la clienta exigente hambrienta de carne. Los niños lloraban en la trastienda mientras envolvían con sus pequeñas manos los últimos trozos de carne.
-Tenga, señora. Sólo nos queda esto.
Sobre un fogón, una olla hervía los huesos de la madre.
La cena
Miró insatisfecho los pelados huesos sobrantes de la merienda y se preguntó si había terminado.
No, no había terminado.
Se dispuso, cuchillo y tenedor en mano, con el otro pie.
Y le dolía, pero cenó.
He cruzado océanos de tiempo para... espera...
¿Para qué diablos habré cruzado yo océanos de tiempo...?