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Malvada Locura 4
(Cuarto relato de la serie Malvada Locura)
No lo entiendo Max, lo único que me tomo en serio es justamente lo que no me sale. No sé como hacerlo, ni sé si algún día lo conseguiré, pero si hay algo en este mundo que deseo, es que lo mío con M. empiece a funcionar realmente, sin peleas, sin discusiones. Lo deseo con todas mis fuerzas, te lo juro, así que me detengo a pensar seriamente antes de actuar, hago lo posible por no cagarla y terminar metido en una estúpida discusión, pero haga lo que haga, al final, terminamos arrancándonos el pellejo ¡Maldita sea! L., te quiero y deseo pasar lo que me queda de vida a tu lado porque no soy capaz de imaginar mi vida sin ti... pero no tengo agallas para decírselo. Eso me jode, me cabrea, me enloquece y entonces, de repente, en medio de todo el follón, ella me dice que no sé que es lo quiero. No soporto que me diga eso, me entran ganas de escupirle una llamarada de fuego y reducirla a cenizas, ¿cómo que no sé lo que quiero?, ¿a qué coño se refiere?, sé muy bien lo que quiero, tanto que me siento permanentemente frustrado: ¡Te quiero a ti so” zorra”! ¿Te has tomado la molestia de pensar en ello, aunque sólo sea por un instante?
Sabes, puedo mantenerme sereno, en mis casillas pase lo que pase, no importa lo que sea, yo me mantengo firme, pero con M. es distinto. Todo lo que viene de ella, sea lo que sea, me afecta, me perturba, me enloquece. Tiene el don de hacerme descubrir en cuestión de segundos que soy un capullo y eso puedo aceptarlo, lo que me jode es ser la clase de gilipollas que no puede hacerla feliz.
Pero peor es cuando no me dice nada. Se calla y se limita a curvar el labio, impasible, como si estuviera pensando: es sólo un pobre tonto, que pena me da. Entonces no puedo evitar pensar que efectivamente no le falta razón y que soy un imbécil que no está a su altura, que lo más digno sería conformarme y salir de su vida. Es un pensamiento horrible y efectivamente, debería salir de su vida, pero no tengo güevos, tendrá que hacerlo ella. Así que sin más me lanzo a por ella, le hago mil y un reproches, trato de herirla donde más le duela, implacable hago todo lo posible por destruir su corazón, esperando que, al fin, me diga: vete y no vuelvas más. Suplicando en silencio que aquello termine pronto y me mande a la mierda cuanto antes. Pero nunca lo dice. Me da la espalda y se va, con los ojos húmedos sin haberme echado de su vida. En ese instante me siento peor que nunca. Me repugno a mi mismo..... ¿Qué puedo hacer, Max?
No me hables de la razón, ellas son la razón, Max. Sí hay algo lógico, razonable en este mundo, son precisamente ellas, lo de más es sólo caos, un sinsentido detrás de otro sinsentido, regido por el gran Dios de lo absurdo que nos ha dado su cruz para robarnos el tercer día. Sólo caos...