Más que llover, diluviaba, pero desde mi posición ya veía las luces encendidas de la deteriorada taberna, e incluso olía el estofado y la cerveza que en ese momento se servía en el interior. Me relamí, no recordaba la última vez que había tomado un bocado caliente. Me apresuré.
Al llegar a la puerta de madera, grande y robusta, la empuje un poco con el costado, pero no se movió ni un ápice. "Maldita sea!". Los nubarrones parecían cernirse sobre mí, la tormenta retumbaba a mi al rededor y yo me quedaba sin fuerzas ahora que había llegado a mi destino. Golpeé más fuerte un par de veces... y nada. "No me lo puedo creer", pensé reposando mi trasero en el duro escaloncillo; y comencé a arañar la puerta y a gemir.
Después de unos minutos que se me hicieron terribles ésta crujió a mi espalda y el enorme tabernero me miró con una leve sonrisa dibujada en la comisura de sus labios. Pasé a su lado sin más, con la cabeza alta y porte orgulloso. Pero a penas le hube pasado me dio una patada en el trasero.
–Estúpida gata! Si te vuelves a escapar no te dejaré entrar! –.
Maullé y bufé para mí misma, –bienvenida a la taberna de las extrañezas escritas–.
Hacía tanto calor que parecía como plomo abrasador. El Sol a mi espalda, nubes alejándose en el horizonte y yo buscando un lugar donde dormir. Decenas de kilómetros recorridos, mi chupa ajada y caliente y yo buscando un lugar donde no me persigan. Un motel de carretera, quizá donde haya alguna fulana o algo de carne y a seguir mi camino. Ya de mañana, cuando el astro está dandome una aureola de fuego, veo una luz de neón. Me detengo en el bar. Un camarero enorme, casi tan grande como el negro de las aduanas y mucho más musculado me abre antes de entrar. Veo a un gato ( o gata) en la barra.
-Un tequila, que estoy seco.
No lucho para ganar sino por el mero placer de combatir y pelear.Viva el Waaagh y todos sus practicantes!!!