TRASLADO -T
Era mi quinto traslado consecutivo en la empresa, esta vez tocaba un pueblo a las afueras de una gran ciudad. Me consideraba una mujer emprendedora, dinámica y sin atadura alguna, por eso era uno de los miembros de la empresa que eran seleccionados cada cierto tiempo para ir recorriendo las subestaciones.
Aquel pueblo era diferente a todos los que había visto antes, a simple vista se veía que no había pasado de mediados del siglo XX. El pueblo se hallaba a la sombra de una colina, los edificios no superaban las dos plantas de altura. Fabricados con grandes piedras, combinadas a su vez con el uso de la madera y el cristal, dando una sensación tenue y fría al ambiente.
La empresa había decido alquilar una de esas frías casas para que me hospedara el tiempo necesario para hacer el estudio. Según los datos que me enviaron al email, ésta se hallaba a las afueras del pueblo, al lado del gran almacén, éste tenía toda la pinta de haber sido un establo de animales. Ya instalada en la sombría casa decidí dar un paseo por el pueblo.
Sus calles eran estrechas y aunque el sol se alzaba lo bastante alto, quedaban sombrías. Me imagine que ningún coche podría pasar por aquellos lugares, aunque pensándolo bien rompería con el relajante silencio que impregnaba cada callejón del pueblo. Me adentré en la única tienda que parecía tener aquel lugar. Las estanterías de madera estaban cubiertas de polvo y largas telarañas, ¿cómo podía tener tanta porquería una tienda?, cuando encontrara al dueño le pediría explicaciones. Me dirigí hacia el mostrador y toqué un pequeño timbre para hacer acto de presencia, pero nadie salió a recibirme. Insistí una y otra vez, estaba oscureciendo y me estaba poniendo nerviosa al ver que nadie parecía en aquel lugar, no me gustaba nada aquel sitio. Después de llamar más de diez veces, cogí una lata y coloque el dinero en el mostrador; “Espero que con esto llegue”.- pensé mientras lo dejaba.
Mientras volvía hacia la casa, pase por varias callejuelas desiertas, las casas apiladas unas al lado de otras no albergaban ninguna luz en su interior. Ahora que lo pensaba todavía no había visto nadie en el pueblo desde que había llegado, que extraño me parecía todo. Sin darme cuenta mis piernas aceleraron su movimiento, estaba corriendo hacia la casa arrendada. No me gustaba todo aquel silencio enfermizo, echaba de menos las luces y el ruido de las grandes ciudades.
Entre de sopetón en la casa y cerré la puerta tras de mí, estaba todo muy oscuro, mi mano fue buscando a tientas por la pared el interruptor que daría un poco de luz a aquella casa. Aleluya¡¡¡ lo había encontrado, después de presionarlo varias veces, no se encendía, no podía creérmelo. Mi cuerpo cedió a todo lo que me estaba pasando, me fuí deslizando hasta quedar en el suelo apoyada en la puerta de entrada. Allí no podía pasar la noche por lo menos debía de llegar hasta el dormitorio, así podría descansar un poco después del largo viaje, además al día siguiente debía de comenzar a trabajar, y seguro que todo lo solucionaría mañana. “Mañana será otro día, ya verás Laura, será tu día”, me dije a mi misma.
Me puse apoyada en mis rodillas y mis manos, como si fuera un perro, empecé a adentrarme dentro de la vivienda. Mis manos me servían de guía ya que no podía ver nada en aquella negrura que se habría delante de mí. Presentía que ya estaba cerca del dormitorio cuando una de mis manos se posó encima de una bota, después la otra la imitó. Mi cabeza se alzo y mis ojos horrorizados no podían explicar lo que estaban viendo.
Una mano enorme me cogió del pelo y me alzo en un segundo, sin importarle que yo pesara unos setenta kilos me sujeta como si fuera una pluma. Pero el dolor que sentí en cada pelo de mi cabellera me permitió volver a la realidad.
Estaba al nivel de aquella creatura, mis pies no tocaban el suelo, sus ojos rojizos electrizantes, no paraban de mirarme y examinarme sin pestañear.
De mi boca no había salido ni un miserable grito, ni había intentado escapar, estaba en un tremendo shock. Pero una gran sacudida me hizo despertar de aquel letargo, me había lanzado a una pared opuesta de donde nos hallábamos. Sentí como algunas costillas de mi cuerpo se hicieron pedazos con aquel golpe.
Todavía no veía nada pero notaba que estaba encima de algo húmedo, fresco. Cada vez mas mi ropa lo iba absorbiendo, era un olor repugnante, a oxido. El ser se dirigió hacia mí pronunciando un agudo aullido. En menos de dos segundos tenía su boca agarrando mi pierna, su presa. Sus dientes despellejaron parte de esta mientras me arrastraba a lo largo de la habitación.
No sé cuánto tiempo llevaría desmayada, cuando abrí los ojos estaba en una habitación en penumbras, se podría decir que ya había salido el sol, ya que no había la misma oscuridad absoluta que hubo por la noche. Estaba tirada encima de un montón de basura, no, no, no era basura, eran personas apiladas unas encima de otras. Cada una presentaba un horror distinto, sin ojos, sin brazos, o sin piernas, con las vísceras fuera, otras con el torso abierto.
“Dios mío, dónde estoy, ayúdame” no paraba de rezar una y otra vez. No creía que el dios que tanto había olvidado yo me fuera hacer caso ahora en ese momento. Pero con el silencio abrupto escuche un pequeño bip, eso era, mi móvil, por qué no lo había pensado antes. Loca de emoción intenté coger el pequeño celular escondido en los bolsillos de mis pantalones. Me di cuenta que ya no llevaba pantalones, parte de ellos y mi pierna izquierda, no estaban. No podía soportarlo y rompí a llorar, y como una loca empecé a marcar números.
Una extraña voz descolgó y dijo “Lo siento Laura, pero tu celular no permite que realices llamadas, que mueras a gusto” e inmediatamente colgó. ¿Quién era y cómo sabía cómo me llamaba?
Alcé la vista hacia el techo, y puede divisar unas jaulas de pájaros, pero estas no están llenas de pajaritos cantarines si no de cabezas. ¿Dónde me encontraba?, si quería salir de aquel sitio debía descubrirlo, pero no sabía que iba hacer. En el centro de la habitación había una amplia mesa de acero, se correspondía fácilmente a las mesas donde se realizaban las autopsias a los cadáveres. Encima de esta solamente yacían unas vísceras acompañadas de unos ojos, que me miraban fijamente.
Como pude, sin una pierna, me alce sujetándome a una reja de una ventana, y pude divisar donde me encontraba. Desde ella podía ver la casa donde había entrado el día anterior a vivir. Entonces debía de encontrarme dentro de aquel establo, bien, tal vez podría encontrar a alguien de mi empresa para que me ayudara a salir de allí. Arranqué una pequeña tubería que conectaba la calefacción entre sí, y la use para poder apoyarme en ella. Ya de pie, miré hacia donde había estado tirada, y creo que había más gente de lo que pensaba. Era raro, que la compañía no supiera nada de lo que sucedía en aquel lugar.
Abrí la gran puerta, que separaba la habitación de las demás, y me encontré en un largo pasillo, que se encontraba flanqueado por puertas iguales a la mía. Me decidí a ir a la izquierda, me acordaba de muchas películas que veía de terror, y todos giraban a la derecha, yo no iba a ser tan estúpida para hacer lo mismo.
Cada puerta que pasaba me asomaba para ver qué era lo que escondía detrás de ellas, y una y otra vez era el mismo espectáculo. Mesas de autopsias en el centro de la habitación y a un lado montones y montones de miembros de seres humanos. Cada vez se iba haciendo más tarde, y no encontraba la salida por ningún lado, si quería salir de allí tenía que ser antes que se hiciera de noche.
Cuando iba a entrar a mirar otra habitación sentí un ruido que provenía de una de las puertas que no había mirando, decidí entrar dentro de la habitación ya que tenía que esconderme. Las luces del pasillo se encendieron, y pude ver como tres personas vestidas de negro pasaba delante de la puerta en dirección de donde yo venía. Cuando escuche el ruido de la puerta cerrarse, suspire contenta de que no me hubieran encontrado. Al poco rato, saltaron las alarmas, seguramente ya se había percatado de que ya no estaba donde debía. Después del ruido de las alarmas empecé a escuchar chillidos, aullidos de toda clase. Parecía que estaban dispuestos a lo que hiciera falta para encontrarme. La habitación donde estaba era igual que todas las demás, tenía que hacer algo y rápido si no quería que me encontraran. No me gustaba lo que se me acaba de pasar por la cabeza, pero si quería vivir debía hacer algo, levante un poco los cuerpos que yacían en el suelo y me deslice debajo de ellos.
El ajetreo se escuchaba por todas partes, tenía que ser importante para que pusieran tanto ahínco para encontrarme. Pasaron una por una por las habitaciones sin hallar nada, hasta que tocó donde me encontraba yo. No supe como lo hicieron pero en menos tiempo del que me esperaba me tenía sujeta por los brazos. Me arrastraron hacia otra habitación, esta era distinta a las demás, era curva, pero tenía la misma mesa en el centro. Alrededor estaban situadas sillas detrás de unas mamparas curvas de cristal, seguramente para proteger a los invitados de la sangre de los pacientes.
Ataron mis brazos y mi única pierna a aquella mesa y la colocaron de pie, era como si estuviera en una sala de ejecución de presos de pena de muerte, pero yo no había hecho nada en mi vida, para que hicieran aquello conmigo.
Empezaron a entrar uno por uno los invitados para presidir aquella tortura, iba trajeados acompañados de sus mujeres e hijos. Dios mío, quién podía permitir que sus hijos acudieran a un lugar como aquel. Aquella gente no estaba bien, nada bien. Delante de mí se alzó un hombre, que supuse que debía de ser el líder de aquel lugar, empezó a hablar para los que estaban presentes.
- Queridos hermanos, hoy nos encontramos de nuevo aquí para un nuevo sacrificio, a lo largo del tiempo nuestra empresa nos ha servido de alimento. – Y dirigió una mirada hacia mi.- No queremos a personas emprendedoras, dinámicas y sin ataduras que trabajen para nosotros, a esas personas nos las comemos, ¡A que sí hermanos!
- Sí.- gritaron todos al unisonó.
Intenté decir una palabra pero la acallaron nada más abrir mi boca.
- Como sabrá, desde hoy prescindimos de sus servicios.- Dijo sarcásticamente con una sonrisa en su boca haciéndose visibles unos pequeños colmillos.
En ese momento, las mamparas de cristal se bajaron y todos los presentes se abalanzaron encima de mí, hambrientos de mi cuerpo. Mis alaridos se ahogaron con el sonido que realizaban al masticar mi carne, al absorber mi sangre.
Cuando abrí los ojos me encontraba en una de las otras salas, y observaba como a una de mis antiguas compañeras de trabajo le habían arrancado el brazo, estaba tumbada junto al montón de cadáveres, cuando se despertó vió un par de ojos mirándole fijamente, mis ojos.
Como me hubiera gustado decirle que, aunque se dirigiera a la izquierda o a la derecha, estaba despedida e iba a ser comida por sus jefes.
TRASLADO - T
28/09/2010 - 09:44
#1
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