T- EL CUERPO ESTORBA (suspense)

EL CUERPO ESTORBA

  Si aun me cree usted loco, no pensará lo mismo cuando describa 
las sabias precauciones que tomé para esconder el cadáver.  
La noche avanzaba y trabajé con rapidez, pero en silencio.

  "El Corazón Delator" 
Narraciones extraordinarias 
Edgar Allan Poe   

Fue más fácil de lo que pensaba. Realmente lo que me llevó hasta este punto no fue remordimiento; ¡no! Ni siquiera lo pensé dos veces, simplemente tuve el instinto y lo hice. Fue un crimen -¿hay que llamarlo de alguna forma?- perfecto.

Ella es preciosa; se llama Atenas (igual que la ciudad, y tan especial como ella). La conocimos hace cuatro meses y sentí lo que llaman "amor a primera vista". Noté que me miró raro, pero ya estoy acostumbrado. Tiene unos ojos preciosos y una figura para morirse... no me gustan las descripciones; realmente no.

Íbamos a ser felices; éramos felices, hasta que se interpuso él. George siempre se sintió el más atractivo de los dos. Siempre fue el "Don Juan" y yo se lo permitía, nunca me interpuse. Él se lo buscó. Habíamos hecho el trato de nunca traicionarnos y él no lo cumplió. Atenas y yo salimos juntos dos veces y Georgi intervino; le coqueteaba y ella le sonreía, como correspondiéndole a sus miradas. Ella también tuvo parte de la culpa. Fue entonces cuando me vino la idea de matarlo. Fue una idea brillante, como siempre las tuve. El problema es que no pensé en un detalle tan sencillo: Cómo - escondo - el cuerpo.

Había intentado dejarlo en tantos sitios. Descuartizarlo, por ejemplo, y meterlo debajo del piso de mi propia habitación. Una vez leí un relato de Edgar Allan Poe sobre un tipo medio loco que mató a un viejo, lo descuartizó, quitó las tablas del piso y lo enterró allí debajo. Nadie lo habría sabido si él no hubiese soltado la lengua... Pero no pude hacerlo. ¿Cómo podía ser tan difícil deshacerme de un idiota como Georgi? Debí haberlo pensado antes.

Pensé quemar el cuerpo. Tres litros de gasolina y ramas secas en el bosque, detrás de la casa... No pude. Me sentía mareado al ver el cuerpo hincharse; luego empezó a descomponerse y entonces ya tenía menos opciones para deshacerme de él. Ahora Atenas sería solo para mí. Pero restaba ese estúpido detalle. Mi mareo aumentaba y empezaba a tener nauseas. Me estaba desesperando ya de esta asquerosa situación...

Había un hoyo a unos cien metros de la casa (Creo que una vez fue un pozo séptico, o algo así). Pensé que si lo echaba allí jamás lo hallarían. Y tenía razón. Ese "cráter" debía tener más de cuarenta pies de profundidad. Pero con el insoportable mareo no fue fácil intentarlo. Me acerqué al borde y sentí que me caía en el terrible precipicio. Cuando conseguí el equilibrio, intenté tirarlo y estuve a punto de caer. Sentía como si el cuerpo sin vida quisiera agarrarse fuertemente de mí, o como si estuviera pegado a mí... Me fue difícil mantener la compostura.

Entonces, la nausea me revolvió el estómago y vomité con gran agitación. Agitación; eso es lo que sentía entonces. No era remordimiento ¡no! Era agitación, asco, consternación, rabia, desesperación... La policía me atraparía en medio de mi agitación, tratando de enterrarlo y de seguro iría a la cárcel por asesinato en primer grado... ¡Nunca! Antes muerto que preso. Él era el culpable de lo que le hice y ya lo había pagado. Antes muerto... Tuve intención de dejarme caer a ese hoyo asqueroso con Georgi -o lo que quedaba de él-, pero no creí que lo mereciera.

  Empecé a llorar. Lo hice con desesperación; creo que quería hacerlo desde que tuve la intención de consumar el crimen (aunque dije que no quiero llamarlo así). No voy a ir a la cárcel, eso lo pueden jurar. Fue un plan demasiado perfecto para fallar ahora, después de llevarlo a cabo. Antes muerto, muerto...

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En la edición vespertina del diario, se leía el titular de la extraña noticia:  
"Siamés mata a su gemelo y luego se suicida".