Pasos nerviosos resonaban en amplios pasillos de piedra.
Acompañado de un reducido séquito, con evidentes muestras de haber pasado la noche en vela y apenas un manto sobre los hombros, el Rey paseaba arriba y abajo por los corredores iluminados por el brillante sol de la mañana.
-¿Por qué se alarga tanto? –dijo con cierta desesperación. –Ya hace sus buenas quince horas que comenzaron los dolores del parto.
El Lord Chambelán, aún digno a pesar del evidente cansancio, trataba de tranquilizarle.
-Sire, todo saldrá bien. Las mejores parteras atienden a nuestra señora y el físico de la corte se encuentra en la estancia contigua, atento a cualquier eventualidad. Hay gran cantidad de toallas y agua caliente… –se esforzó en dar un tono optimista a su voz –No debéis preocuparos. Pronto tendréis en vuestros brazos a vuestro heredero.
-Los dioses te oigan –se detuvo, poniendo una mano en el hombro del anciano –Mi buen Willem, los dioses te oigan.
Reanudaron más reposadamente su ir y venir, de nuevo el Rey inclinada la cabeza y sumido en sus pensamientos, el sol arrancando destellos de la fina cinta de oro que ceñía los plateados cabellos.
Los gritos se reanudaron en los aposentos de la parturienta, aumentando de tono hasta alcanzar un clímax desgarrador y de abrupto final. Todos se detuvieron y se cruzaron miradas inquisitivas. El Rey palideció y dudó, mas reponiéndose, se encaminó decidido hacia la gran puerta de roble que daba acceso a las estancias privadas de la Reina.
-No, sire –le retuvo el Lord Chambelán –dejad que hagan su trabajo.
No quiso atender a razones y se liberó, pero el anciano consejero volvió a retenerle al tiempo que hacía una indicación con la cabeza a la que uno de los pajes obedeció, apresurándose hacia la puerta.
-Por favor, Edmund –el Rey mostró abiertamente su irritación, presto a responder con inusitada energía –He sido vuestro chambelán durante más de cuarenta años. Confiad en mí.
-Dejadnos solos –los gentileshombres se retiraron educadamente, las cabezas bajas en señal de respeto, entre el frufrú de capas y ropajes. Cuando ya se habían alejado por el largo mirador, el Rey apretó la mano que le retenía.
Caminaron hacia una de las ventanas, mirando ambos a través de ellas al exterior, más allá de las murallas de la ciudad.
-Has sido eso y mucho más. Amigo y confidente, nadie como tú debería entender mi sufrimiento. –su apretón se vio correspondido con afecto. –Sabes que perdí las ganas de vivir cuando mi amada Giselle se fue para siempre. Que el peso de la corona y las responsabilidades para con mi pueblo se convirtieron en una losa que me sentía incapaz de soportar.
-Ciertamente, ¿cómo olvidarlo? Los elfos de Nerien aprovecharon para provocar conflictos con nuestros colonos; las hordas de orcos se atrevieron a bajar de las montañas como nunca antes en dos generaciones. Pero os recobrasteis. Entendisteis que vuestra responsabilidad era lo más importante entonces.
-Sí, lo hice ¿verdad? Entonces sentí cómo mi espíritu se recobraba. Y, cuando en el otoño de mi vida apareció Isabeau, tan bella como mi Giselle y sin embargo tan distinta, pensé que quizá mi linaje no muriera conmigo. Ahora puede que hasta esa vana esperanza se me arrebate.
-Sois demasiado duro con ella. Es joven, comete errores, pero aprenderá.
-Giselle nunca…
Fue interrumpido por el ruido de las puertas al abrirse. El paje volvía con una sonrisa iluminando su rostro. Entonces recordó frente a quién se hallaba y se humilló antes de hablar.
-Majestad, todo ha ido bien. Se os reclama en los aposentos de la Reina –se retiró a un lado, haciendo una galana reverencia.
Ambos hombres se apresuraron entonces, atravesando el amplio recibidor que desembocaba en el dormitorio. Junto a la gran cama con dosel que era el centro de la habitación, algunas mujeres trajinaban en silencio. El físico organizaba escrupulosamente las herramientas de su profesión, limpiando con un paño blanco las manchas de sangre más evidentes.
-Se recuperará –dijo, visiblemente cansado. –El niño está bien, pero… -dudó si continuar o no, encogiéndose de hombros y continuando finalmente con su labor.
La habitación estaba aún en penumbra, apenas iluminada por una lámpara de aceite situada en una mesa junto a la cabecera de la cama. Olía a cerrado, a sudor y a sangre. El rey se acercó a los pesados cortinajes y los descorrió, inundándose la alcoba de la luz del sol desparramándose a través de los amplios ventanales. Abrió uno de los cristales para que entrara aire fresco y se dirigió al lecho. Isabeau estaba pálida como un espectro y respiraba con dificultad. Se inclinó para darle un beso en la frente pero ella retiró la cabeza, gimiendo débilmente. Sorprendido, se contentó con retirarle unos mechones empapados de sudor de la cara. Reparó entonces en el pequeño bulto que yacía junto a ella, envuelto en inmaculadas telas blancas. Lo cogió en brazos y retiró un poco el cobertor para verlo bien. Una pequeña mano rosada se aferró a su dedo. Sonrió.
Pero su sonrisa, apenas esbozada, se convirtió en una mueca. Retiró un poco más la tela y entonces miró a Isabeau mientras depositaba de nuevo el niño junto a la madre.
-Salid todos –dijo con frialdad apenas disimulada.
-Pero, sire… -se atrevió a decir el Lord Chambelán, intuyendo la cólera de su señor.
-¡Obedece! –rugió, mirándole con ojos encendidos.
Las mujeres se apresuraron a dejar lo que estaban haciendo y tras temerosas reverencias se encaminaron hacia la puerta. El físico se demoró algo más, pero salió al cabo, seguido de cerca por el Lord Chambelán que cerró tras de sí. Remoloneó un poco tratando de percibir algún ruido, quizá algún retazo de conversación, pero al fin se dirigió a sus aposentos meneando ligeramente la cabeza.
**********
Los señores del Consejo del Reino observaban a su soberano con aprensión. Una llamada de urgencia nunca auguraba algo bueno, pero ver al Rey pasear por la sala como un león en su jaula, murmurando palabras ininteligibles mientras tenía la mirada perdida en algún punto frente a él, no era por cierto algo habitual en las reuniones del Consejo.
Durante un tiempo habían discutido cuestiones de política exterior. Se enviarían inmediatamente tropas al mando del Condestable a desalojar a los orcos de las comarcas más septentrionales del país, haciendo por fin caso a las repetidas quejas de las baronías afectadas por sus correrías. Se había acordado también que, con cargo al tesoro real, se pagarían justos precios a todos aquellos que demostraran haber sufrido algún menoscabo en sus posesiones debido a esas bestias. Incluso se habían detallado indemnizaciones especiales a los que hubieran sufrido heridas en la defensa de las tierras y subsidios para los supervivientes de las familias que hubieran perdido algún miembro.
No menos importante fue la discusión que llevó a determinar la reanudación de los esfuerzos colonizadores en la comarca de Nerien. El rey había hecho oídos sordos a las objeciones de sus consejeros indicándole que no era el mejor momento para ello o que, en todo caso, convendría sondear al embajador de los elfos su disponibilidad a una nueva compra de tierras. La prolongada estancia de éste en la capital, hacían albergar esperanzas en que al menos se mostraría receptivo ante la oferta.
Recordaban con temor el arranque de cólera del rey. Alguno incluso se sintió ultrajado ante los improperios que les dedicó. Ningún extranjero, decía, tiene derecho a intervenir en las cuestiones internas del reino. La amenaza de la guerra planeó sobre la sala cuando estampó su sello en la orden que implicaba al ejército en la defensa de las vidas y posesiones de los colonos. Un rey es como un padre que cuida de los suyos, decía. ¿Qué pensarían de él si los elfos les expulsaban de sus bien merecidas tierras?
Ahora estaba sumido en un mutismo casi absoluto, hasta el punto en que tenían la sensación de que se había olvidado de ellos.
-Sire… -llamó suavemente el Canciller, atrayendo brevemente la atención del monarca –Creo hablar en nombre de todos los presentes al haceros partícipe de nuestra alegría al conocer la buena noticia del nacimiento de vuestro heredero. ¡A buen seguro tendrán los enemigos del reino algo en que pensar! Una vez más, el linaje de Su Señoría se perpetúa en su buen gobierno…
-¡Oh, sí! Eso… Disculpad, nobles señores. –le interrumpió. El Canciller parpadeó, sorprendido –Es mi deseo que no se hable más de este asunto.
Un murmullo cauto siguió a estas palabras, junto a algún que otro cruce furtivo de miradas. El rey se sentó en la cabecera de la amplia Mesa del Consejo, un repentino fulgor de determinación en su mirada.
-Se publicarán bandos por todo el país lamentando la grave pérdida del heredero y de su madre. –levantó una mano para acallar las incipientes protestas de los pares del reino, alguno ya casi incorporado de su asiento –Se organizará la partida discreta de ambos, a cualquiera de los reinos vecinos. Incluso a Nerien, si os place. Por supuesto, se llevarán a cabo funerales de estado, propios de una reina y un príncipe heredero y se decretarán diez días de luto.
Ya estaban todos en pie, hablando atropelladamente y pidiendo explicaciones sin llegar a hacerse oír por encima de la algarabía resultante, cuando él mismo se levantó y, haciendo caso omiso a las súplicas, abandonó la sala dando un portazo.
Los grandes señores parecían gallos en el corral, alguno con el rostro congestionado, mientras trataban de salir en pos del rey. Sólo el Canciller y el Lord Chambelán mantenían un atisbo de compostura mientras dialogaban en voz baja, cabeza con cabeza.
**********
Contra su costumbre, entró sin llamar.
-Supuse que serías tú al que enviarían –dijo el rey apenas levantando la mirada. Permaneció sentado en el sillón, la cabeza reposando en el hueco de una mano y una copa en la otra. Junto a él, una jarra de vino apenas mediada sobre una pequeña mesa de madera.
-Edmund… -suspiró, buscando las palabras.
-Willem, mi buen amigo… –hizo una seña, invitándole a sentarse frente a él. El Lord Chambelán rehusó, si bien se acercó con cautela hasta arrodillarse junto a su monarca –No espero que lo entiendas…
-Nadie lo entiende, eso es cierto.
-…pero sé que cumplirás con tu deber, cuando yo no esté –sonrió débilmente.
-¿Cuando…? –miró los ojos vidriosos, sintió la respiración débil. Una súbita sospecha encogió su corazón. Alcanzó la jarra y olió el contenido, percibiendo el inconfundible aroma. –Dioses… Edmund, ¿por qué?
-Mis razones son mías –cerró los ojos, rindiéndose a lo inevitable, dejando de luchar por la siguiente bocanada de aire.
Dejó solo al consejero, al amigo, que retiró la copa de su mano ya inerte, depositándola cuidadosamente en la mesilla tras verter de nuevo su contenido en la jarra. Permaneció junto a él un tiempo que no supo precisar, minutos u horas, hasta que su pena se vio interrumpida por el estrépito de la puerta al abrirse con violencia. El Canciller y el Condestable irrumpieron en la habitación, seguidos por un puñado de hombres de armas.
-El embajador de los elfos de Nerien ha sido asesinado –anunciaron casi al unísono. Si estaban sorprendidos ante la escena, no dejaron que eso los interrumpiera. Al contrario, avivó su determinación –Soldados de la Guardia del Rey lo hirieron en el bosquecillo de la Ciudadela Alta y lo persiguieron hasta rematarlo. No tocaron a nadie de su séquito, hay numerosos testigos y…
El Lord Chambelán dejó de oír sus palabras mientras exploraba las consecuencias de aquello. “¿Qué has hecho, viejo loco?”
**********
La reina sufría un sueño intranquilo, así que decidió hacerlo rápido para evitar despertarla. Habían dispuesto junto al lecho un pequeño capazo, para que la madre y el niño descansaran tras el fatigoso parto. Willem se acercó y cogió en brazos a la criatura, el futuro rey, que dormía plácidamente. Era un niño muy hermoso, casi demasiado, de piel clara y rosada, cabello como de oro y pequeñas orejas en punta.
Bienvenido/a, Gilles de Blaise
Participas en la categoría de Fantasía
Recuerda que si quieres optar al premio del público o a su selección debes votar al menos una vez (punto 9 de las bases).
En este hilo te pueden dejar comentarios todos los pobladores. Te animamos a que comentes los demás relatos presentados.
Si tienes alguna duda o sugerencia, acude al hilo de FAQ´S y en caso de que no encuentres respuesta puedes señalarla en el post correspondiente.