La música sonaba, los altavoces podían parecer bocas enormes de monstruos, gritaban una monotonía de raíces brillantes, a mi lado se quedaba dormida mi amiga Paola, su pelo caía encima de mi barriga, y me hacía soñar que lo nuestro podía volverse a aparecer en nuestras vidas, las bocas seguían gritando.
La mano rozó el cuerpo que estaba desnudo encima del sofá, acarició con suavidad la piel, y se paró cuando llegó a la nuca.
La soledad del vagabundo es cuando ya te acostumbras a todo, a todo lo malo y en ocasiones gracioso que te puede dar la vida, llevo siendo vagabundo durante ya hace tres años, al principio me costaba, incluso tenía pensado recurrir a pedir prestado a mis padres, o a algún amigo, o algún conocido, pero al final, no hice nada de eso, lo único que hice fue dejarme arrastrar por la corriente, que cualquier motivo se cruzase en mi camino y me llevara a donde el quisiese. Me llevó lejos, tan lejos que no sabía descifrar el idioma de las piedras de las nuevas tierras, tan lejos que Paola fue un esqueleto en mi mochila, un esqueleto de recuerdos; la conocí en un centro de desintoxicación, llevaba falda negra y un escote exagerado, me miró ella primero, luego, cuando ya había pasado media hora de la charla fui yo quien la miró. Tenía escrito en tres servilletas todo lo que me había pasado hoy, desde que desayuné hasta que me pedí un café antes de venir al centro verde, toda mi historia de rutina y grietas en las calles, me acerqué a ella, y se las di, se quedo leyéndolas un rato. Su mirada era igual que la calavera que crujía dentro del pequeño saco, una calavera que hablaba de minutos silenciosos y de follar un metal dorado en forma de pistola.
Seguí recostado en el sofá como encima de una tarta de cumpleaños, también seguí tocando la nuca de una mujer que no conocía y que me vomitaba pequeños hilillos amarillos de un vientre hinchado. Observé el bar y pensé en las chicas que habían sido violadas a lo largo de la historia de la humanidad, pensé en una griega con bata blanca siendo violada por un Nerón con la cara de un grano en el culo a punto de explotar, con un único ojo donde aparecía el pus caliente y vociferaba palabras antiguas y hacía gestos lentos de películas rotas mudas. No consumé la acción, no vi la penetración bruta de Nerón porque la mujer se levantó y comenzó a tocarme la polla, me abrió la cremallera y se la intentó meter en la boca, pero cayó del sofá, y se quedó quieta y reventada contra el suelo. Yo no sabía que había consumido, pero era fuerte, me levanté como pude, cogí mi mochila, acaricié la calavera de su interior y me intenté buscar en algún reflejo. Apareció una sombra encorvada que pronunció entre susurros y silbos “coge al ratón y trágalo, o si no retuerce todas las colas, coge al tragón…” riéndose sin dientes y señalándome un infinito que ya había visto. Me fui. Me liberé con la brisa que me dio en la cara, y creí que el viento era una hija de la que me había olvidado. Y que ya no sentía nada por ella.
Los claveles guardados con agua sucia de los cajones se desparramaron cuando llegó la tormenta, estaba escondido en una casa llena de moho y tierra, no quedaban cristales en ella, no quedaba nada para sorprenderme de madrugada cortándome las venas. Los claveles ya no tenían color, se amontonaba en los cajones y los escupía la cómoda de la entrada con eructos eléctricos. Llovía.
¿por qué me aparece lo del principio? Y ¿por qué se publica como en el foro? ¿qué he hecho mal? Mi intención era intentar que apareciese en la sección de relatos.
El primer párrafo es el último disfrazado.