La aventura del constructor de Norwood
Abordamos el segundo caso de El retorno de Sherlock Holmes
En muchos sentidos, este segundo relato de la nueva etapa del detective tras su supuesta defunción muestra una madurez tanto estilística como estructural. Arthur Conan Doyle ha demostrado en numerosas y variadas obras que puede ser un narrador de primera línea, pero en algunos casos de Sherlock Holmes he tenido la impresión de había una falta de interés que los privaba de la eficacia y la capacidad de transportarnos que se les presupone.
Por el contrario, La aventura del constructor de Norwood es un ejemplo de eficacia del autor y, en cierto modo, de asentamiento del estereotipo holmesiano. Su arranque recuerda en cierta medida a El club de los suicidas de Stevenson por lo peculiar de la escena: un cliente llega a Baker Street afirmando que el tiempo apremia porque va a ser arrestado y acusado de asesinato, unos cargos que (no tardaremos en comprobarlo) parecen evidentes en todos los detalles: tanto las circunstancias materiales del asesinato como la motivación, visto que es el único heredero de la víctima, apuntan hacia él, y además tampoco tiene ninguna coartada. De alguna manera, la única prueba de su inocencia es que haya recurrido a Holmes para probarla.
Es cierto que el lector puede adivinar dónde estará la fisura al considerar lo extraño de haber sido nombrado heredero único de un personaje tan estrafalario como opaco, pero el desafío es encontrar prueba material de la inocencia... algo que evidentemente conseguirá Sherlock Holmes como cierre de la historia.
Este relato tiene varios puntos de interés más allá de su buena factura en cuanto a ritmo y coherencia del escenario, que además deja la puerta al lector a adivinar hasta cierto punto qué ha pasado. El primero, es la manera en la que incrementa la tensión haciendo que el propio Holmes ponga en duda su capacidad de éxito, lo que se adereza con una rivalidad con Lestrade muy bien llevada y que luego se ha exagerado o sublimado en adaptaciones de la obra de Doyle.
El segundo, son las referencias a otros casos que Watson no consignará por escrito, lo que ha dejado la puerta abierta a admiradores a ampliar este universo con pastiches bien fundados. De alguna manera, da la impresión de que el autor ha asumido que tendrá que convivir con su creación bastante más tiempo del esperado y de que se aplica para extraer lo mejor de la misma. En definitiva, La aventura del constructor de Norwood una historia muy canónica y, al mismo tiempo, muy bien ejecutada.
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