Calle del Viejo Cementerio, 43

Imagen de Pequemonstruos

Reseña de la obra de Kate y M. Sarah Klise

La madre de un colega de mi chico mayor me puso sobre la pista de esta saga. Literalmente me dijo que era como un dulcecito, un capricho que hasta los padres podíamos disfrutar, y he de darle la razón: la serie de la Calle del Viejo Cementerio es una delicia para los amantes de historias siniestras pero amables.

43, calle del viejo cementerio, Kate Klise, Sarah KliseArranca con una situación abracadabrante: un escritor de éxito en horas bajas alquila una vieja mansión victoriana para terminar su novela prometida... sin darse cuenta de que con ella va un paquete de lo más peculiar. No, no es un fantasma, aunque fantasma también hay en la novela, sino un niño abandonado por unos padres excesivamente materialistas para los que resulta algo incómodo. La convivencia entre el maniático escritor estresado y el digno e independiente niño que ve espíritus será el motor de la historia y la excusa que permite llevarla muy lejos.

Esta es la tónica de la obra realizada por Kate y M. Sarah Klise, madre e hija que se encargan de la prosa y del simpático apartado gráfico, y así se mantiene durante los libros que he leído de la misma, lo que fideliza al lector a pesar de que no sean tan sorprendentes como el primero. Las historias están llenas de un gran sentido del humor, tienen la irreverencia del gran Roald Dahl y seducen por su formato agradable en el que ilustraciones, diseño e historia se conjugan a la perfección para sacarle un jugo nuevo a esos escenarios de casas encantadas que tanto nos han hecho soñar.

Hay que señalar una peculiaridad muy importante de la serie: las historias de la Calle del Viejo Cementerio están narradas de un modo epistolar. No se nos cuenta la historia directamente, sino a través de las cartas, mensajes, notas y correos que se envían unos personajes a otros, así como a partir de algunos recortes de periódico y otros medios más insospechados. Este elemento, que está lleno de originalidad y le da un plus indudable, puede revelarse un escollo en algunos jóvenes lectores, ya que rompe con la disposición clásica narrativa.

Si a este no le perturba esta particularidad, sin duda apreciará el acercamiento que supone, el modo en el que el misterio se hace más palpable y se presenta como un puzle donde él tiene que ir encajando las piezas, casi como si fuera un juego además de una lectura. En este sentido, hay que señalar que es un libro infantil relativamente exigente: el propio humor es indirecto, derivado más de la situación que de hechos concretos.

Por ello, creo que es un tipo de libro que gustará a niños que tengan ya un cierto bagaje lector e, importante, que les guste que les descoloquen ya con el propio formato. El acierto estético de las ediciones que he visto ayuda mucho. Hay también que especificar que, aun con fantasmas de por medio, las historias son más de suspense cómico que de horror infantil.

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