El viejo galeón navega de nuevo
… aunque solo fuera para perderse por aguas ignotas.
En el año 1990 Playmobil relanzó su mítico barco pirata con una tripulación remozada para la ocasión. En una de las anteriores entradas del blog ya hablamos de Barbarossa y de cómo este primer capitán personalizado abrió la vía de los piratas únicos dentro de la colección. Pues bien, unos años después lo reencontramos al mando de su propio galeón.
El diseño de este segundo barco pirata es tan similar al original que, cuando me lo regalaron por mi cumpleaños en sustitución del perdido en mi infancia (sin tripulación ni ninguno de los complementos), apenas noté la diferencia. Sí que se incluyeron algunos detalles en el velamen para hacerlo más “realista”, se cambiaron los adhesivos para las banderas y se añadieron algunos más para embellecer el casco... pero lo que es la base del navío (la arboladura, las poleas, el sistema del ancla, incluso la línea) es prácticamente igual al barco pirata 3550.
De hecho, se ve que la compañía esta mucho más centrada en modernizar al pasaje, a los propios clics, y a los complementos que estos tenían disponibles que en cambiar un barco que había resultado robusto y eficaz y al que hay poco que reprochar. Así, encontramos nuevos tipos de cofre (con un ingenioso cierre lateral, algo que resultaba al principio desconcertante), sacos de harina, trabucos y, sobre todo, mucha fauna para acompañar a la tripulación: un gato, un mono y un loro.
Este es un detalle histórico muy simpático, que gusta mucho a los niños y, además, que da mucho color a los barcos. En primer lugar, era más que interesante llevar gatos a bordo: las plagas de ratas eran una realidad contundente y una amenaza constante para las provisiones de a bordo. Los gatos tenían comida suficiente a base de roedores polizones y, aun así, los marineros de vez en cuando tenían que recorrerse las sentinas para matar a palos unas buenas docenas de ratas.
Los pájaros exóticos de brillantes colores (y, en ocasiones, parlanchines, lo que originó alguna curiosa leyenda marinera) eran animales muy apreciados por los marineros no solo por la compañía que brindaban, sino por los elevados precios que podían obtener por ellos cuando volvían a la Vieja Europa. Es por ello que rápidamente se integraron en el imaginario de los piratas (y de la marinería en general). Hay que pensar que las comunicaciones entre el Viejo y el Nuevo Mundo eran lentas e irregulares, sobre todo durante los primeros años.
Finalmente, el mono. Bueno, el incluido en este navío 3750 está reciclado del safari, qué duda cabe, pero sirve para recoger el espíritu de la época y para estrenar un simpático taparrabos como no se ha vuelto a ver. Lo cierto es que los simios que se subían a bordo solían ser de especies más pequeñas (como los monos araña), pero también lo es que a los niños de la época nos sonaban más los chimpancés.
A estos cambios se unió una tripulación única y que, a excepción de uno de los tripulantes, no volvió a repetirse, lo que le ha dado un valor añadido para los coleccionistas: acompañando a nuestro capitán Barbarossa tenemos un viejo lobo de mar con pata de palo (de las de la vieja escuela) y un novedoso sombrero a juego con un inédito chaleco, un igualmente inédito marinero con gorro frigio, chaleco y ¡descalzo!, ¡el primer grumete de la colección!, que resultaba algo decimonónico, pero que hacía soñar a la chavalería con poder enrolarse bajo la bandera negra y ¡¡la primera chica pirata!! Una, además, particularmente bonita: cabellos dorados, auténtica figura femenina (y no esos faldones pasados de almidón a los que estábamos acostumbrados), largas pestañas y botas altas. Hasta tenía un peinado nunca visto.
Muchos cambios en una única entrega que dejaron claro que la compañía emprendía una nueva derrota. Unos cambios, además, que quedaron perdidos tras una curiosa tempestad en la que se lanzó, con el mismo número de serie, un nuevo barco (este en 1991), capitaneado por el capitán Cortés. Aunque de este, y de sus caballeros de fortuna, hablaremos en otro momento. De momento, toca admirar al que fue el primer barco moderno de la colección, con ese encanto de haber sido terreno de transición entre lo que parecían dos mundos.
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