La secta de Paragon Walk
Reseña de la novela de Anne Perry publicada por Penguin Random House
En el tercer caso que se nos presenta del inspector Thomas Pitt seguimos la estela de las dos novelas precedentes (Los crímenes de Cater Street y Los cadáveres de Callander Square): el punto de partida es un crimen que afecta a la alta sociedad londinense de la época victoriana. El policía va a tener que lidiar, por lo tanto, con las reticencias de las clases pudientes a ser investigadas. Retomando algunos conceptos de la primera novela, Charlotte, la mujer del inspector, aprovechará sus contactos familiares, en concreto de su hermana, para inmiscuirse en el epicentro de una nueva serie de crímenes.
En este sentido, la novela no aporta demasiados elementos novedosos respecto a las dos anteriores, aunque está ejecutada con más soltura y gana en ritmo y en tratamiento de los personajes, en particular de algunos secundarios, a pesar de que quizás deja reposar más la mirada en la crítica a los convencionalismos sociales y al clasismo.
El punto más llamativo es el título, que es también el punto clave de la trama: La secta de Paragon Walk. Curiosamente, en el original inglés se llamaba, simplemente, Paragon Walk. Aquí tenemos un ejemplo particular de cómo un gancho de mercadotecnia va a marcar la lectura que hagamos de la novela.
Si abordamos la edición inglesa, no estamos seguros de qué va a ocurrir durante la trama. Hay algunos indicios tempranos, como la marca a fuego de una cruz en la nalga de la víctima, que nos sugieren hipótesis o nos ponen sobre aviso, pero nada que se concrete hasta muy avanzado el libro. Con la edición española, el juego es otro: estamos anhelando saber más sobre la supuesta secta pero nos vemos privados de dicha información. La tensión narrativa es otra y los golpes de efecto funcionan de un modo por completo diferente. Es curioso cómo apenas dos palabras en el título pueden afectar tanto a una historia.
Dado que en la edición que nos ocupa el factor “secta” es revelado desde el comienzo, cabe señalar que este es uno de los puntos motores de la atmósfera malsana que se respira en el prestigioso vecindario, lo que permite a la autora profundizar en su crítica a la hipocresía de la aristocracia de la época y en particular lanzar una mirada descarnada, y algo más exótica, a sus prácticas sexuales. Sin salirse demasiado del esquema de la primera novela, pero ahondando más en las perversas relaciones que se podían desarrollar en un entorno semejante, Anne Perry continúa la confección de su retrato social victoriano.
Como puntos positivos, la manera en la que se plasma la relación entre las dos hermanas, Charlotte y Emily, y las pinceladas que se vislumbran del barrio, más popular, en el que vive la primera, dan más viveza y profundidad a la novela. La trama se desarrolla a buen ritmo y permite al lector sumirse en el escenario, lo que compensa un final que, si bien es efectivo (y efectista), resulta algo precipitado. Por el contrario, el inspector Pitt sigue siendo un personaje paradójicamente algo desdibujado.
Con estos elementos, La secta de Paragon Walk es una buena novela policíaca de época que pone el acento, particularmente, en las clases altas británicas del siglo XIX.
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