Vamos a establecer unos mínimos que, pongo la mano en el fuego, ayudan a obtener resultados tangibles
No me he basado para esta entrada en ningún estudio estadístico ni tampoco voy a descubrir la rueda a nadie. Me voy a limitar a enumerar una serie de puntos que, aunque parezca mentira, se olvidan sistemáticamente por una buena parte de los participantes de todo tipo de concursos. A menos, claro, que mi experiencia se haya visto mediatizada por una aberración probabilista de primer orden. Después de leerme cada año más de trescientos relatos enviados a convocatorias varias y de haber conseguido cosechar algunos éxitos por mi propio lado (podéis mirarlos, si tenéis curiosidad, en www.abadiaespectral.com), creo que me puedo permitir correr el riesgo.
Antes de ponernos en harina, voy a comenzar por señalar dos cosas, una indispensable y otra accesoria:
-Es muy importante leerse las bases de las convocatorias. En ellas, por lo general, la organización ya explica el 99% de los supuestos del concurso, incluidos aspectos sobre cómo presentar los originales.
-Es conveniente poner nombres relevantes a los archivos. Esto, por lo general, no va a suponer un problema a la hora de resultar galardonado (aunque me remito al punto anterior: hay concursos en los que te descalifican directamente si no has dado el nombre de archivo adecuado a tu obra), pero puede facilitar mucho la gestión a la organización y, de paso, evitar extravíos y contratiempos.
Por lo general, llamar al archivo como al relato es una buena idea (y siempre lo es poner el título en el propio relato también). Por el contrario, nombres como "Concurso" o "Relato 6" o, en el caso del Calabazas en el Trastero, "Calabazas 1" solo sirven para aumentar el caos. ¿Aporta alguna información un nombre así para el receptor? ¿Ayudará a encontrarlo entre otros si se extravía el archivo? No. Rotundamente no. Lo que sirve para tener organizado nuestro propio disco duro no necesariamente va a ser útil, ni siquiera conveniente, para quienes gestionan el concurso. No empecemos por soliviantarlos, por si acaso.
Y ahora pasemos a los consejos en sí, de lo más cantoso a lo más discreto.
1. Cuida la presentación. Aunque parezca una tontería, no lo es. Ni mucho menos. Un texto desordenado y con problemas de legibilidad transmite desinterés a quienes lo leen. Nada predispone peor a un juez que tener que modificar el formato de una obra antes de leerla. Si ya no puede modificarlo y tiene que leérselo en crudo ni te cuento...
Tampoco hay que agobiarse: basta con elegir una tipografía sencilla, un tamaño de letra razonable, cuidar la separación de párrafos y no dejarse llevar por las fantasías. Si no se indica nada en las bases, la configuración por defecto de los procesadores de textos (por lo general, Times New Roman 12) es una baza segura, entre otras cosas porque se reducen las posibilidades de incompatibilidad de formatos (no todo el mundo usa Word).
Sobre todo, hay que evitar toda maquetación superflua: usar colorines que no vengan a cuento, elegir tipografías extrañas (que muy posiblemente no tendrán todos los jueces instaladas), tamaños de letra inferiores a 10 puntos o superiores a 14 puntos, etc. son prácticas, por lo menos, arriesgadas.
Mención aparte merecen los guiones de diálogo: las listas de guiones autogeneradas por word no marcan diálogos. Constituyen, de hecho, un error ortotipográfico: los guiones de apertura de los diálogos van pegados a la primera palabra y son largos, como señala la RAE. Estas listas dan una impresión lamentable.
2. Cuida la ortografía y la gramática. Aunque suene crudo decirlo así, cuando tienes que lidiar con más de cien textos antes de una fecha determinada no tienes tiempo para perderlo con quien no sabe escribir. A medida que en la lectura acumulas faltas de ortografía y patadas al diccionario pierdes la fe en el autor y en su obra. Por eso es importante revisar el texto todo lo posible y, si está en tu mano, pedirle a alguien que lo relea y, en caso de encontrar faltas de ortografía, que te enseñe cuáles son. Es vital aprender de los errores y desterrarlos. A la larga ganarás mucho tiempo.
No niego que a todos se nos cuelan gazapos, algunas veces de tal calibre que nos sonrojamos al verlos. Pero que sea natural que se me escape un Mayorca (sic) porque escribo con un bebé en brazos no me va a librar de que el jurado de turno le dé una patada a mi relato o que, simplemente, mire con mejores ojos a otro autor que no haya cometido un desliz equivalente.
Los errores recurrentes, sobre todo los gramaticales, pesan como losas a los relatos.
3. Ojo con el vocabulario. Usa las palabras que conozcas de verdad y en el momento adecuado. Una de las cosas que más chirrían son los textos engolados en los que pillas en falta al autor. Poner vocabulario porque te suena bien puede ser el modo más eficaz de cavar tu propia tumba: te puedes cargar de un plumazo toda la credibilidad de tu texto. No te cortes a la hora de consultar el diccionario. El de la RAE es gratis y muy completo: www.rae.es
4. Mucho ojo con los diálogos. Es uno de los puntos en los que con más frecuencia se les ve las costuras a los relatos. Piensa muy bien cómo hablarían tus personajes. No es lo mismo un estibador porturario que un profesor de universidad y, sobre todo, que tú digas algo no quiere decir que tus personajes suenen creíbles cuando lo dicen. Luego, una vez hayas optado por un registro, mantenlo: si usas un tratamiento de cortesía, mantenlo durante todo el relato o justifica el cambio.
Igualmente, piensa qué es lo que dirían cabalmente tus personajes. Se puede meter información en los diálogos, por supuesto, pero tiene que ser creíble que la compartan así. Llegan muchos relatos a los concursos donde los personajes no hablan entre ellos, sino de cara al lector, y eso les da un aspecto acartonado de serie B que canta a la legua.
Leer los diálogos en voz alta, incluso con algún voluntario, puede ser de gran ayuda para ver si suenan artificiosos o no. Los diálogos son de los puntos más delicados de los relatos: nunca los uses como relleno.
5. Elije con cuidado la voz. Dedica un momento de reflexión al tono antes de ponerte a escribir. Es importante que lo interiorices bien y que sea tan coherente como la propia historia que cuentas. No es lo mismo narrar en primera que en tercera persona. No es lo mismo narrar en presente que en pasado. Si tu relato no tiene una forma adecuada para la historia que cuenta, su verosimilitud se verá comprometida. A la convocatoria de Horror cósmico de Calabazas en el Trastero han llegado muchos relatos escritos por supuestos personajes desquiciados que no transmiten en absoluto ni la angustia, ni la desesperación, ni la locura que, según ellos, asola al narrador. En estos casos más valdría haber optado por una narración en tercera persona.
6. Vigila la estructura. Cada frase de un relato tiene que ser como un disparo certero: no debe sobrarle ni faltarle ni una palabra y debe conducir la historia hacia el final adecuado. Esto no tiene nada que ver con el amor por la descripción o con despojar la prosa de adornos, sino con la estructura total, con la intencionalidad. Al jurado tienes que transmitirle que sabes a dónde estás llevando al lector, a dónde conduce tu narración. Si el jurado tiene la impresión de que el texto está desordenado, que se desarrolla de un modo errático, que divaga para aumentar la extensión o cualquier otra cosa similar, irá perdiendo la fe en la valía de tu obra. Y eso solo conduce a un resultado: su descarte.
7. Piensa en lo que ofrece tu historia. No es lo mismo que tu obra sea leída por un jurado de cara a evaluarla que por alguien que ya conoce tu trabajo y simplemente desea disfrutar del mismo. Al primero tienes que convencerlo de que tu relato merece la pena en el marco de la convocatoria y por encima de sus rivales, y el primer paso es que tú mismo sepas cuál es ese elemento que lo hace tan especial.
No se trata de pretender ser original a toda costa, sino de plantear la historia de modo que realce ese valor único. Puede ser un aspecto formal o un giro de la trama, una idea novedosa o una ejecución magistral de los tópicos de un género. Eso es cosa tuya, aunque no hay que perder de vista que lo último que quiere un jurado es más de lo mismo. Por eso, cuando empiece a catar tu trabajo entre las docenas que tendrá por delante es importante que perciba lo antes posible que tienes el timón bien sujeto, que sabes a dónde vas y, sobre todo, que ese punto final va a merecer la pena.
Mandar relatos a diestro y siniestro para ver si suena la flauta es una estrategia como cualquier otra. De hecho, si se cumplen ciertos mínimos (es un mito infundado que se premian obras que no se adecúan al tema o que no respetan la extensión solo por lo buenas que son), se pueden incluso obtener resultados. Pero, francamente, si el autor analiza con atención lo que presenta a concurso se pierde menos tiempo. Tanto él como los miembros del jurado.
Todos los puntos son esenciales, pero el séptimo me ha parecido el más importante. Más que nada porque no siempre pensamos en lo importante que es que tu relato se distinga sobre los demás, que resalte sobre la pila de manuscritos. Y, como dices, creo que eso solo se consigue elaborando con cuidado "ese elemento que lo hace tan especial".
El rebaño del lobo