Atrapada en el muelle de San Blas
Un repaso a la génesis de la controvertida canción de Maná
1918. Maná compone la que, a la postre, sería su canción más famosa: En el muelle de San Blas. Se trata de una, en apariencia, sencilla balada que encierra una poderosa mecánica arrítmica que potencia la sensación de eternidad. Su ritmo sincopado, el deslizar de sus notas, da la impresión de que está atascada en un bucle, que en realidad nunca llegará a su final. La angustia de la historia que retrata se ha hecho música.
Sin embargo, este evidente logro no termina de llenar a sus creadores, que buscan darle una dimensión adicional. Jugando a ser dioses —algo que no termina de sorprender si se tiene en consideración el nombre de la banda— contratan a un actor para que interprete a un bucólico marinero. Una vez salta la irremediable chispa del amor por mediación de sus canciones con una joven del pueblo, hacen subir al actor a su supuesto barco y secuestran este, varándolo semanas después en una isla remota. Tras setenta años de grabaciones ininterrumpidas —y presuntamente ilegales— de la joven, que en su ignorancia sigue esperando a su galán a pesar de que el contrato de este ha expirado, tienen que poner fin al proyecto al suicidarse esta. Privados de la protagonista, es hora de pasar a un plan B. Así, tras una leve modificación de la letra, lanzan el vídeo musical homónimo, una indiscutible joya que, más allá de toda polémica, sigue transmitiéndonos esa inigualable sensación de ser abandonados durante decenas de años en un muelle. 1998.
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