Indiana ha vuelto

Imagen de Jack Culebra

Comentario sobre la última película del personaje: Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal. Aviso a navegantes: SPOILERS, por si aún queda alguno que no se haya enterado de los entresijos de la película.

 

Indiana ha vuelto, sí, y con todas las de la ley. Hay quien dice que esta última película no está a la altura de las anteriores, y estoy de acuerdo, pero, al contrario que otros, creo firmemente que sí mantiene el espíritu y la dignidad suficiente para considerarse dentro de la saga. Al menos, en lo que a mí respecta.

 

Cuando vi Indiana Jones y la última cruzada no me gustó. Y estoy seguro de que no fui el único que tuvo esta impresión. Tiempo después las he revisto todas, y mi valoración sobre ellas se ha homogeneizado. De hecho, he terminado basculando hacia El Arca Perdida, cuando siempre había sido fan irredento de El templo maldito (con toda probabilidad, porque me pilló en la edad adecuada). Cosas de la perspectiva, supongo. Y es por ello que he intentado analizar con cierta frialdad -tarea casi imposible- esta última entrega de la saga.

 

Por lo que he leído y oído, lo que más ha indignado a los espectadores es el tema de los marcianos. Bueno, aceptado que no nos vamos a topar con las llaves de Atlantis, ¿por qué esta aversión a los extraterrestres? Es un problema cultural, creo yo: en Estados Unidos, los hombrecillos del espacio están más presentes en sus mitos (os sorprendería la cantidad de gente que declara haber sido abducida por esos lares), y no tienen unas connotaciones tan horteras como en el viejo continente. De hecho, si nos abstraemos de su carácter propio, ¿es descabellada una historia de marcianos que implique al doctor Jones? ¿Por qué? ¿Porque la búsqueda del Arca de la Alianza, las piedras de Shiva o el Santo Grial son mucho más “realistas”? Menos ajenas a nuestra cultura, sin duda, son estas búsquedas, pero no más razonables ni, a priori, más creíbles. ¿O es que por venir de un país católico pensamos que el Grial es una copa de carpintero escondida en el desierto? Hombre, que también tuvimos uno en Valencia que, previamente, estuvo en San Juan de la Peña...

 

Luego también está el orgullo herido: que si los yanquis no saben ambientar las películas, que si gallinas en los aeropuertos sudamericanos, que no saben de lo que hablan... Bueno, si se tratara una película histórica, estaría de acuerdo con la apreciación, pero las historias de Indiana Jones siempre han estado enclavadas en un mundo “de aventuras”, y esto implica que hay agentes nazis en las universidades americanas, malvados chinos que buscan las cenizas de Ming, rajás en la india que comen sesos de mono y cucarachas, y monos que imitan el saludo hitleriano en el zoco del Cairo. ¿Realista? No, creo que no. Y reconozco que fui el primero en sublevarme cuando en el episodio en del joven Indiana Jones visitaban una España de castañuelas, guardia civiles y toreros, pero creo que injustamente (ahora, a toro pasado). Las historias de este arqueólogo son de aventuras y, nos guste o no, visten más los indios con máscaras rituales y los sectarios togui que el rigor histórico. Si nos ponemos estrictos, habría que empezar por quitarle el látigo... y con él gran parte de su carisma. Vaya, que es tan dudoso que los indios del Perú (?) monten piedras rodantes en sus templos como que se aposten en nichos esperando a improbables arqueólogos, pero ahí es donde entra la complicidad del que ve la película.

 

Así que por ese lado no trago: marcianos y barbaridades ambientales de por medio (incluida la escena de la nevera), esta última película de Indiana cumple. Así que miremos lo que, en el fondo, inclina la balanza, y esto es la realización, porque el guión cumple.

 

Para empezar, es una pena, aunque al mismo tiempo un acierto, que no aparezcan ni Jones Senior ni Marcus Brody. Su nieto -el denostado LeBouf, a quien sólo he visto en Transformers- y la reaparición estelar de Marion son, a mi parecer, un sustitutivo más que adecuado; el primero por lo bien que lleva su papel, a pesar de la indigesta escena de las lianas y los monos (¿para qué querían despejar el bosque estos rusos locos?), y la segunda porque es sencillamente enternecedor ver de nuevo la sonrisa de la carismática atolondrada. El reparto, a mi parecer, hubieran hecho bien cortándolo aquí -excepción hecha de la mala, que siempre es necesaria un buen antagonista-, porque, y éste es uno de los peores puntos de la película, a veces parece que tenemos una procesión más que un grupo de aventureros, sobre todo en las últimas escenas de acción (por llamarlas de alguna forma) de la película.

 

Luego están los guiños, que están muy bien algunos, pero que otros resultan un poco cansinos y rompen el ritmo. Personalmente, creo que mucho mal le ha hecho a Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal el estar mirando a ver si cumplía o no con lo que esperábamos (re)encontrar. Así, algunos están muy conseguidos -ese gesto de Ford en el que nos parece ver a Sean Connery indignado con la barbarie-, pero otros bien podrían habérselos ahorrado, como la boda al final.

 

También está el tema de si es nuestro Indiana o nos lo han cambiado, y aquí, mal que nos pese, hay que quitarse el sombrero. Indi está mayor, y verle así, sin tapujos, da una sensación de ocaso que oprime el estómago. Casi dan ganar de pedir que le dejen en paz y no se lo lleven de aventuras. Pero es que no podía ser de otra forma. Si ya forzaron la mano en la Última Cruzada para poner padre -no tanto como Lina Morgan, pero bueno- bien han hecho aquí de dejarse de monadas y dar salto generacional, que no tiene nada que ver con sustituir al personaje, como queda claro en la propia película.

 

Y aquí toca un fuerte aplauso para Ford, que ha sabido hacer madurar al doctor Jones y, por lo tanto, presentarlo evolucionado en esta nueva entrega. Se sigue viendo al Indiana de siempre en muchos gestos, pero también se le ven los años que le han pesado sin que por ello se resienta su lado “hombre de acción”. A Marion la he visto más floja, pero, como decíamos, es que han dejado poco espacio entre tanto reparto.

 

Sobre el tema de los efectos especiales, me ha gustado ver que recuperaban el sabor clásico en algunos momentos, aunque en otras escenas les haya perdido el canto de sirena de las nuevas tecnologías. En conjunto, y eliminados los perrillos de las llanuras que tan simpáticos resultan a mi chica (y los monos de las lianas, por el amor de Dios), creo que han resuelto bastante bien el tema. La fotografía es buena y la banda sonora, qué decir...

 

Así, haciendo el recuento general, creo que Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal cumple sobradamente. No me gusta tanto como las anteriores -qué sorpresa- y el título me parece horrible. Además no me gustan los marcianos, y le veo unos cuantos puntos francamente mejorables, pero, qué queréis que os diga: tiene momentos memorables, tiene acción de la de Indiana, tiene suspense como en las anteriores entregas de la saga, tiene una buena banda sonora y una buena imagen, es respetuosa con las películas precedentes, y ha permitido a los personajes crecer. Y, demonios, los puñetazos suenan igual que en el Arca Perdida.

 

Le guste al que le guste -y al que no, no-, Indiana está de vuelta, tan yanqui, cómico y sugerente como siempre. Quizás, eso sí, le ha faltado ese punto de épica y tragedia que se vio en escenas como la liberación de los niños esclavos del Templo Maldito o la impactante “muerte” de Marion en el Arca Perdida. Pero no se puede tener todo, ¿no?

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