Introducción
Todo empieza con el quejido metálico de los rastrillos al alzarse.
Es entonces cuando lo que parecía un sordo rumor insoportable se revela apenas un murmullo: basta ese chirrido en los cuatro puntos cardinales del pozo para que un auténtico pandemonio se desate en las gradas. Los hinchas aúllan, los barriletes de refresco vuelan, algunos aficionados también, los clarines restallan y los tambores retumban y, entre vítores, las cuatro formaciones saltan al terreno de juego como gladiadores dispuestos a vender cara su piel.
No hay preludio. No hay saludos ni presentaciones. Cuando comienza un encuentro de Brutal Ball no queda tiempo para formalidades ni se concede tregua alguna: cuatro porterías, cuatro balones, cuatro objetivos y un único vencedor. Durante una breve eternidad, es hora de abandonarse a la emoción pura, a la pasión ancestral. Triunfar o morir en el intento, mejor que ser linchado por tus propios seguidores. Correr, saltar, placar, evitar, bloquear, patear, lanzar, interceptar, atrapar, levantarse tantas veces se caiga y volver al terreno una y otra vez, mientras el cuerpo aguante... Brutal Ball es tensión continua hasta el último segundo de juego porque, mientras quede un balón en juego, todavía resta margen para girar las tornas.
Cuarenta y cuatro perturbados cubiertos de púas y malas intenciones salidos de los más insospechados rincones de la Ciudadela dirigen el espectáculo. Miles de aficionados vibran con ellos.
Bienvenidos a Brutal Ball.
Bienvenidos al mayor espectáculo de la Ciudadela.
¿Sabías que...
… en tiempos se enviaban camilleros para recoger a los lesionados?
Esta práctica terminó por desterrarse a causa de las numerosas bajas que sufría el personal sanitario. Actualmente, un equipo de hechiceros asiste en cada encuentro y desaloja los pozos con magia tentacular y pequeños portales dimensionales a medida.
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