La mariposa de obsidiana
Reseña de la novela policíaca de Juan Bolea que constituye la segunda de la saga protagonizada por la inspectora Martina de Santo
Existe una máxima en el cine que reza aquello de “segundas partes nunca fueron buenas”. En el ámbito de la literatura en general todavía no sé si es aplicable o no, pero lo que tengo claro es que en esta serie en concreto se consigue escapar de la maldición.
La mariposa de obsidiana constituye en sí misma una magnífica novela de misterio. El marco, una región del norte de la España en los años ochenta, sigue destacando por su proximidad, por su viveza y, al mismo tiempo, por su coherente exotismo. Y digo sigue porque la comparación con su predecesora, Los hermanos de la costa es inevitable.
Por fortuna, podemos decir que esta comparación es para bien. No solo porque la novela no desmerezca respecto a la anterior, que no lo hace incluso en el apartado del ingenioso escenario, el cual era bien difícil de superar, sino porque da la impresión de que, al existir el conjunto, cada una de ellas brilla más.
Esto tal vez se deba a que el personaje protagonista, la inspectora Martina de Santo, adquiere una profundidad todavía mayor en esta segunda entrega. Sí, a pesar de que ya en Los hermanos de la costa sorprendían los matices y las hábiles pinceladas con las que se retrataba al reparto, en La mariposa de obsidiana el autor se supera y nos da una nueva lección sobre personajes: el conocerlos ya a fondo no implica tener que pasar una y otra vez por terreno conocido, ni tener que repetir lo ya dicho.
Este tratamiento encomiable de la historia a nivel de personajes se conjuga, una vez más, con un escenario único y, a la vez, cercano. En él lo insólito resulta creíble, próximo, y a pesar de lo sugerente del crimen cometido, con cuchillo de obsidiana azteca incluido, no resulta en absoluto excesivo. Una vez más, Juan Bolea rompe el tópico de que si pasa en casa debe ser cutre y vulgar. Como han puesto de manifiesto grandes escritores a lo largo de todos los tiempos, España es un buen escenario para tejer fabulosas historias, y éstas se pueden narrar de un modo totalmente coherente con el entorno sin que por ello desmerezcan.
Con estos elementos, aderezados con la prosa ágil y elegante del autor y con una magnífica estructuración de los acontecimientos, tenemos una novela negra de las buenas, de las que te dejan deseando leer la siguiente. En ella encontramos acción, misterio, humanidad, hechos inhumanos y, en definitiva, todo aquello que hace que el lector no pueda evitar decirse un capítulo más cada vez que, demasiado breves, éstos terminan.
Autor
Juan Bolea nació en Cádiz en 1959. Licenciado en Geografía e Historia y antiguo concejal de cultura del ayuntamiento de Zaragoza, es miembro de la Asociación Aragonesa de Escritores, periodista y columnista del Periódico de Aragón, dónde publica su propia sección “Sala de máquinas”.
Sus obras publicadas son “El palacio de los jardines oblicuos” (1981), “Mulata” (1992), “El color del Índico” (1996), “El manager” (2001), “El gobernador” (2003), “Los hermanos de la costa” (2005) y “La mariposa de obsidiana” (2006).
Sinopsis
La inspectora Martina de Santo se enfrenta a su segundo gran caso, uno todavía más extravagante que el anterior: una joven ha aparecido desollada en el interior de una exposición sobre la historia de la tortura
Edición
La mariposa de obsidiana
Juan Bolea
Ediciones B, 2006
Cartoné
Conclusión
Una novela genial a nivel de historia, con un escenario realista pero, al mismo tiempo, sorprendente, con un crimen escalofriante por lo creíble que resulta. Una novela genial a nivel de ejecución, con unos personajes coherentes y retratados a la perfección sin artificios, con una prosa ágil y elegante que te arrastra irremediablemente. Un trabajo magnífico con el que se consolida la andadura de Martina de Santo y bajo el cual no es arriesgado augurar una buena continuación.
En definitiva, La mariposa de obsidiana es una obra muy recomendable para los amantes de la novela negra y policíaca, y, en especial, para los escépticos que crean que una ambientación nacional está reñida con lo fabuloso e impactante que tanto nos gusta leer en autores americanos. En ella se podría decir que se dan cita los mejores elementos de ambas vertientes.
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