Miracleman
Michael Moran, un cuarentón mediocre que trabaja como fotógrafo independiente para un periódico, sufre pesadillas recurrentes sobre tres hombres de coloridos y ajustados trajes que vuelan por los cielos en dirección a un gigantesco artefacto que flota en el espacio y que, inesperadamente, explota.
Dado que su mujer, Liz, es la única que aporta un sueldo fijo al hogar, debe aceptar cualquier trabajo que le ofrezcan y, así, es como acaba en la central nuclear de Lakesmere tomando fotos. Al poco de llegar, un grupo terrorista toman al asalto el complejo con la intención de robar plutonio y Michael, aquejado de una fuerte jaqueca, se desmaya. Durante su semiinconsciencia, cuando uno de los asaltantes lo va a sacar fuera del edificio, el fotógrafo lee la palabra Atomic (Atómico) al revés, escrita sobre un cristal, y se produce la transformación. Tras dieciocho años, el ser más poderoso de la Tierra, Miracleman, recuerda su pasado y reaparece. Acaba con los terroristas casi sin esfuerzo alguno y asciende a los cielos para celebrar su regreso.
Al regresar a su hogar, su mujer no reconoce quién es (aunque cualquier observador atento se daría cuenta de que es la viva imagen de Paul Newman, por cierto) y tras superar el estupor inicial, la historia que el transformado Michael Moran le cuenta sobre el astrofísico Guntag Borghelm que le proporcionó los poderes, las aventuras que vivió junto a Young y Kid Miracleman y tantos detalles que asemejan su vida anterior a un cómic de superhéroes de los años cincuenta despiertan su hilaridad y el recelo del lector (e incluso hizo que muchos abandonaran la serie en ese primer episodio) Sin embargo, un primer enfrentamiento con su antiguo compañero Kid Miracleman, que le aplasta con poderes que el viejo héroe ni siquiera sabe que pudiera tener, y del que sólo se libra cuando Kid, en una borrachera de poder, pronuncia la palabra de su transformación y bloquea inconscientemente su metamorfosis, nos hace vislumbrar que la historia dista mucho de ser bonita. Kid Miracleman está atrapado dentro de su alter-ego humano… por el momento.
Así, y con la aparición de Evelyn Cream, Miracleman descubre que toda su vida anterior no ha sido más que una patraña infantil, un entorno generado por ordenador para tenerle controlado y medir sus reacciones, fuerza y poderes especiales. El joven Michael Moran fue raptado por Fantasmagoría, una organización secreta británica, y sometido a un proceso de clonación donde se perfeccionó su otro cuerpo hasta límites impensables modificando su ADN. Tras eso, el superser fue colocado en una región más allá de nuestras dimensiones normales, en un lugar denominado “subespacio”, y se le dotó con un mecanismo conmutador para reemplazar un cuerpo por otro cuando fuera necesario: en el caso de Mike la palabra “mágica” es “Kimota” y en el de sus dos compañeros “Miracleman”. Dos cuerpos con dos mentes que comparten recuerdos; pero dos seres muy diferentes, en definitiva. Cuando se comprobó la abominación en la que tales seres podrían llegar a convertirse y su increíble poder, la organización decidió librarse de ellos mediante una bomba atómica (el sueño recurrente de Michael Moran) pero no funcionó como esperaban.
El campo de fuerza que protege su cuerpo, al que Moran llama con una inocencia infantil “efecto campanilla”, lo hace invulnerable a casi cualquier tipo de agresión exterior, le permite volar y le dota de una fuerza descomunalmente inhumana además de otras habilidades especiales. El conocimiento necesario para realizar este fabuloso experimento fue proporcionado por una nave espacial, procedente de otro mundo, que se estrelló en Wiltshire el quince de marzo de 1948. El piloto del maravilloso vehículo parecía ser una amalgama de dos cuerpos y fue desde ese momento cuando el doctor Gargunza, el científico designado para llevar a cabo la investigación, encontró la oportunidad perfecta para cumplir la promesa hecha tras la traumática muerte de su madre: no claudicar ante su propia mortalidad. Para ello secuestra a la mujer de Moran, embarazada de Miracleman, en espera de que dé a luz para la siguiente parte de su plan de inmortalidad. Desde este momento, comienza el ascenso de Miracleman hasta la cima de la divinidad.
Además del propio Miracleman, sobre el que gira y se desenvuelve la historia, cabe citar los siguientes personajes a modo de dramatis personae básico.
Emil Gargunza es el padre de la criatura y uno de los referentes más importantes del primer libro. Su búsqueda de la inmortalidad y su deseo de trascendencia le embarcó en el llamado Proyecto Zarathustra, donde vio la oportunidad dorada de convertir sus sueños en realidad. Usando la tecnología espigada de la nave alienígena aplicada a los cuerpos de Michael Moran, Dicky Intrépido y Johnny Bates, hijos de pilotos de las Fuerzas Aéreas fallecidos, creó a la familia Miracleman. Después llegaron Rebbeck y Lear, pero esto es otra historia. Sin embargo descubrió, muy a su pesar, que no podía reproducir el procedimiento en personas que ya habían alcanzado cierta edad, como él. La única opción plausible era utilizar uno de los cuerpos alterados para implantar su psique en él, pero este procedimiento no podía realizarse en un cuerpo maduro, con pautas mentales ya preestablecidas. Pero si ese ser perfecto engendraba un hijo…
Elizabeth Moran es el referente humano de toda esta historia. Una mujer normal y corriente que tiene que sufrir (y el verbo no está escogido a la ligera) como de la noche a la mañana su marido se transforma en un ser de fuerza impensable, poderes inconcebibles y habilidades que le sitúan más allá del común de los mortales. Al principio reacciona con escepticismo ante tan maravilloso hecho, seguido de un periodo de curiosidad que culmina en un rechazo hacia lo que su “nuevo” marido es y representa. En el libro segundo da a luz a Winter, la hija de Miracleman. Sí, de él y no de Michael Moran pues, como él mismo nos hace saber, es estéril. La escena de su parto, que ridículamente tuvo que llevar una indicación en la portada tanto en su versión original como en la que publicó Forum, es uno de los puntos culminantes de la historia.
Evelyn Cream es un agente de campo de Fantasmagoría. Hombre negro de complexión recia, culto, extremadamente astuto y peligroso que logra descubrir la identidad secreta que se oculta tras Miracleman. Como si se tratase de Juan el Bautista, anuncia al mundo y a sí mismo (y por tanto al lector) que ese superhombre, ese dios pálido que han dado a luz con sus máquinas y sus intrigas, es alguien más importante que cualquiera de los seres que pueblan el planeta. Como el Bautista también perderá la cabeza, aunque no a causa de una mujer, en un capítulo que dura un prolongado segundo narrado de forma magistral e ilustrado paupérrimamente. Suya es la frase: “Ah, ¿recuerdas que prometí no matarte”, seguida por un perversamente divertido: “Estaba mintiendo, Steve”. Como dato anecdótico, resaltar que ha sustituido sus dientes por zafiros y, al final, es cuanto queda de él.
Kid Miracleman, Johnny Bates, es el alter ego perverso y macabro de Miracleman. Libre de la presencia de sus dos compañeros de aventuras, de alguna forma tutores y guías para él, Bates reniega de su humanidad y renuncia a asemejarse al resto de seres humanos. Embriagado de poder, afectado igualmente por esa dualidad de su personalidad de forma mucho más marcada, pues su alter-ego humano ha pasado años encerrado en el subespacio, Bates es un psicótico en estado puro (no creo que el apellido esté elegido al azar) que disfruta usando y abusando del poder que tiene.
Young Miracleman, Dicky Intrépido, es el eslabón perdido que conecta a Miracleman con Kid Miracleman. Partícipe de los juegos y aventuras de la Familia Miracleman, muere a causa de la explosión de la bomba atómica que Fantasmagoria coloca en el espacio. Miracleman tiene, en ese amargo y traumático capítulo de su vida, una horrible visión de dos cuerpos fundidos en uno solo. Posteriormente Young Miracleman es recuperado del subespacio y traído a la vida por la tecnología de Utopía, pero eso pertenece a la inconclusa etapa de Neil Gaiman que creo que no viene al caso comentar.
Miraclewoman, Avril Lear, trabaja como doctora atendiendo a muchos pacientes sin recursos a los que ayuda en la medida que le es posible. Recuerda perfectamente quién y lo que es y descubrió por su cuenta las maquinaciones de Gargunza, tras lo que escapó del proyecto. Sus poderes rivalizan con los de Miracleman, si bien su sensibilidad, buen juicio y madurez, son muy superiores a los del protagonista. Durante años ha permanecido al margen de todo lo sucedido pero, tras los acontecimientos que se desarrollan en el segundo libro y que la implican directamente, se ve obligada a salir a la luz y actuar.
Alan Moore tardó siete años en completar esta historia dividida en cortos capítulos de unas ocho páginas cada uno. Constreñido a veces por esta restricción de espacio, y en otras muchas ocasiones favorecido por esta limitación a las revelaciones que puede ir realizando por capítulo, la historia mantiene un continuo suspense en el que el lector, realmente, no puede adivinar el camino que el guionista inglés pretende seguir. Estos capítulos se encuentran englobados en tres libros.
En el libro primero se nos presentan todos los personajes principales cuyas historias van a ser desarrolladas en éste y en el segundo libro. La naturaleza del experimento, la génesis del superser creado, el embarazo de la mujer de Moran, el intento de finalizar el proyecto Zarathustra y la desaparición del doctor Gargunza con toda la documentación que hubiera permitido duplicar el proyecto. El final del libro primero está marcado con la orgía de destrucción que desata Miracleman en el búnquer donde se oculta toda la verdad que le ha sido negada durante tantos años y que él, dócil y estúpidamente, había dado como cierta hasta ese momento.
“Como han visto, la tecnología asimilada del visitante y su nave nos ha permitido programar las mentes de estas criaturas cuasi divinas al proporcionarles una identidad manufacturada que podemos manipular a voluntad. La identidad de un personaje de tebeos infantiles.”
En el libro segundo se produce el enfrentamiento con el doctor Gargunza, que nos relata a través de su conversación con Liz Moran su biografía y propósitos. Una vida marcada por la muerte y la violencia han llevado a un científico a convertirse en un monstruo sin más deseo que el de vivir para siempre en un cuerpo perfecto. Al precio que sea. Algunos de los guardaespaldas de Gargunza son antiguos soldados nazis, que nada pueden hacer contra Miracleman. Éste logra liberar a su mujer gracias al sacrificio de Cream y, al poco, asistimos al nacimiento de Winter, la hija del superhombre.
“Era una visión… ese pelo rubio. Esos ojos azules… Cuando yo era joven, nuestros jefes hablaban de un nuevo hombre. Un ubermensch. Le vi entonces en mi mente. Le he vuelto a ver hoy. Esperamos durante cuarenta años que viniera… y entonces le matamos”. “Siempre es así, Heinz… Siempre es así”.
En el tercer libro, narrado por el mismo Miracleman en retrospectiva desde su Olimpo particular, se produce el contacto con la raza alienígena responsable del segundo cuerpo de Michael Moran. Éste se suicida simbólicamente en una escena que muestra la clara división entre su personalidad y la del superhombre. Hace su aparición Miraclewoman y otros seres que se unirán a Miracleman en su desesperada lucha final contra Kid Miracleman, que logra escapar de la prisión del inconsciente del joven Johnny Bates.
“Bailo. Bailo atrocidades, asesinatos, torsos, cabezas atravesadas. Bailo los niños ardiendo y el descenso de hombres torturados. Bailo el cielo al rojo blanco de Londres, el ensangrentado Támesis anegado en cadáveres, bailo hasta caer como si el bailar tuviera que realizarse con recuerdos y con culpa; para no volver a oír nunca ese aterrador y odiado nombre. Bates.”
Si se acostumbra a decir, con mucha razón, que en The Watchmen el genial guionista Alan Moore humaniza al héroe, en Miracleman lo deifica. En esta ocasión el personaje deja de ser un superhéroe, apelativo con el que él mismo no se identifica salvo en un momento puntual de la serie, para convertirse en un superhombre. La diferencia es tan grande como la que pueda existir entre una mosca y un águila. El superhombre ha trascendido los conceptos de humanidad, moralidad y ley para crear otros nuevos que se adapten a su propia concepción de sí mismo y del mundo que le rodea, a su vitalidad y a sus ansias de vivir. Así, en el libro tercero de la serie nos encontramos con un Miracleman que ha trascendido y renunciado (que no renegado) a la escasa humanidad que le quedaba aún para convertirse en un dios todopoderoso que vigila a los hombres desde su Olimpo. Un Olimpo que, no casualmente, se llama Utopía: el propio Moore sabe que las ideas que señala como líneas maestras de un plan de actuación a escala planetaria para conseguir la felicidad de toda alma viviente no son más que eso: utopías.
El enfrentamiento final entre Miracleman y Kid Miracleman es la más cruda y realista lucha de seres superpoderosos que se haya podido ver en cómic alguno, narrada con una crueldad gráfica extrema y unos desgarradores textos que sobrecogen hasta el desalentador final. En él, un Miracleman destrozado por el enfrentamiento con su antiguo amigo tiene que aprovechar que éste ha revertido a su forma humana (un inocente niño) para asesinarle a sangre fría e impedir que vuelva a convertirse en esa criatura de maldad en estado puro. A pesar de la extrema barbarie que llena todas y cada una de las escenas del enfrentamiento, este número no llevó ningún tipo de aviso en la portada. Por lo visto es pernicioso para un joven lector asistir a un parto, pero no lo es contemplar la masacre y destrucción de medio Londres. Vivir para ver.
No obstante, leyendo los correos de la época en la que se publicó la historia, no es de extrañar que hicieran falta mensajes de ese estilo. Uno de los lectores incluso se quejó de la gran cantidad de texto que tiene este cómic… Sin comentarios, ¿verdad? En todo caso, puede decirse que esta serie pasó sin pena ni gloria por nuestros quioscos, y las aún escasas librerías especializadas, y se convirtió en una historia a la sombra de otras del mismo autor más aceptadas popularmente como “V de Vendetta” y la mencionada “The Watchmen”. Gráficamente la historia comienza con el realista Garry Leach, y posteriormente un inspirado Alan Davis, para concluir con el elegante y maravilloso trabajo de John Totleben. Entre estos autores tenemos los olvidables dibujos de Chuck Beckum y Rick Veith, que sólo logran salvarse de la quema en aras del guión, que es capaz de elevarse por encima de cualquier tipo de mediocridad gráfica.
Posteriormente la serie fue continuada por Neil Gaiman, cuyo nombre ya garantiza per se una calidad indiscutible que puedo confirmar al haberlos leído en su publicación original, pero problemas legales de todo tipo sobre los derechos del personaje detuvieron su publicación escasos números después de su comienzo. En el limbo de los pleitos judiciales, Miracleman no puede siquiera ser republicado en los Estados Unidos. Es tristemente lamentable que un ser con quien ni siquiera el perverso y poderoso Kid Miracleman pudo acabar sea detenido por la compleja y absurda maquinaria burocrática. No obstante, y para ser del todo sincero, la historia acabó en el último número escrito por Alan Moore y cualquier intento de proseguirla lleva, por suerte o por desgracia, el cartel de “artificio”.
Helo aquí…
Os presentaré al superhombre:
Es este relámpago.
Es esta locura.
Friedrich Wilhelm Nietzsche, Así habló Zaratustra
Ficha de la edición española:
Formato: Cómic-book, 32 páginas, color.
Extensión: 11 números.
Editorial: Cómics Fórum.
Fecha de publicación: Marzo 1990 – Enero 1991
- Inicie sesión para enviar comentarios