Artículo sobre este fenómeno social e histórico
1.- Orígenes (1876-1903)
Los orígenes del nacionalismo vasco se pueden resumir en la literatura fuerista romántica, en las guerras carlistas, las aboliciones forales posteriores y sobre todo la revolución industrial en Vizcaya en el último cuarto del siglo XIX contra la que reaccionan los tradicionalistas1.
La literatura fuerista de los siglos XV al XVII, que servía para legitimar el régimen foral, puso en circulación una serie de mitos o dogmas históricos sobre los orígenes de los vascos, la lengua o los fueros. Esta antigua literatura fuerista se reelabora en el XIX, y fue interpretada desde el fuerismo carlista, un fuerismo de tipo liberal y otro independentista. En su mayoría son políticamente liberales moderados y no nacionalistas, que aspiran a conservar los fueros, ya que la abolición de los fueros generó reacción no sólo entre carlistas, sino también de liberales moderados. En este clima se generan movimientos culturales e historicistas vasquistas, prenacionalistas.
Los orígenes más inmediatos del nacionalismo político vasco se encuentran en el fuerismo posterior a 1875 y el tradicionalismo carlista e integrista. El carlismo se desintegra después de la derrota de la tercera Guerra Carlista del 1876. Se fueron desgajando entre católicos integristas, “neos” y el nacionalismo vasco, por su componente religioso fundamentalista. De orígenes carlistas era el hombre que supo recoger esa serie de elementos del contexto cultural y sociopolítico en una doctrina política que tuvo éxito: Sabino Arana (1865-1903), el verdadero padre fundador del nacionalismo vasco, al que se llegará a sacralizar.
La primera fase del pensamiento y la acción política de Arana se divide según De la Granja de 1893 al 1898, caracterizada por su radicalismo antiespañol. España es vista como causa de los males de Euzkadi, y la independencia es un medio para un catolicismo íntegro. Funda el PNV en 1895, con muy pocos miembros. Ataca al fuerismo moderado y a los tradicionalistas integristas, los grupos más próximos a su espacio político, con los que tenía que competir por ganar simpatizantes y adeptos. Su nacionalismo estaba basado en la religión católica integrista y la raza vasca frente a la degenerada raza latina, no en la cultura o en la lengua (aunque la estudiara), ya que en el Bilbao de su época se hablaba poco euskera.
Parte de un historicismo romántico clásico, es un planteamiento esencialista apoyado en argumentos históricos falsos o tergiversados, que sitúa en el pasado un momento idílico del pueblo vasco, una arcadia degenerada. La idílica sociedad perdida era agraria, cultural y lingüísticamente homogénea, endogámica e igualitaria, sometida a una autoridad patriarcal. Se nutre ideológicamente del “tubalismo” (el supuesto origen bíblico de los vascos), el vasco-iberismo, los mitos de la independencia originaria, la invencibilidad de vascos y cántabros, el monoteísmo primitivo o la evangelización temprana. Esa arcadia se quebró en el siglo IX cuando el señor de Vizcaya fue a su vez el rey de España, un extranjero. La revolución industrial acrecienta ese proceso de pérdida de las supuestas tradiciones identitarias por el profundo cambio económico, demográfico, político y cultural, sumado al trauma de las guerras carlistas.
Su proyecto es la confederación de Estados vascos con los antiguos territorios forales de ambas vertientes pirenaicas: Euzkadi, neologismo que hace referencia al conjunto racial de los euzkos, en contraposición a Euskal Herria, que sólo hace referencia a la lengua. Es una utopía tradicionalista, integrista, antiliberal, antisocialista y antiindustrialista.
La segunda fase de su acción política, que iría de 1898 al 1902, coincide con el desastre colonial español. Se aceptó la entrada del grupo de Sota, los llamados Euskalerriacos, un grupo fuerista y moderado, lo que les dio el primer éxito electoral y presencia en la Diputación de Vizcaya. La diputación la dominaban caciques industriales, por lo que al estar vinculados algunos diputados a los euskalerriacos, lograron representación. La presencia de los euskalerriacos fue el origen de la dualidad dentro del PNV entre moderados y radicales en las aspiraciones soberanistas, pero con un tronco común que se mantendrá siempre: el lema “Dios y Leyes Viejas”. Además abandona el antiindustrialismo y convierte la industria en argumento de superioridad de los vascos.
La tercera fase es la que se ha llamado “evolución españolista”, va del 1902 al 1903 en que muere. Arana en ese momento pretendió la autonomía dentro de España, como querían los euskalerriacos y la Lliga Catalana. Por ello pone en marcha la Liga de Vascos Españolistas. No obstante nombrará antes de morir como sucesor a un furibundo nacionalista más acorde con sus primeras etapas.
2.- Expansión y división (1903-1931)
La forma que adopta poco a poco el nacionalismo vasco es de un Partido-Comunidad. El objetivo es socializar en el nacionalismo para que todos los vascos se sintieran identificados, con símbolos identitarios como la Ikurriña (elaborada por los hermanos Arana, en principio sólo era para Vizcaya). Mediante grupos satélites, organizaciones a su alrededor que busca aglutinarlo todo, ocupaba todos los espacios de la vida cotidiana, desde la creación de Batzokis (centros de sociabilidad política), el sindicato Solidaridad de Obreros Vascos (1911), las Juventudes Vascas, Mendigoizales (montañeros propagadores del aranismo por los pueblos), las Emakume Abertzale Batza (1922) o el teatro, que contribuye al encuadramiento espiritual y material hasta la Guerra Civil.
En el primer tercio del siglo integra a obreros, pescadores y campesinos con el sindicato. Es un movimiento interclasista, de juventud y de clases medias-bajas. Quedan excluidos, eso sí, los inmigrantes españoles de momento. Su discurso es más bien populista, no burgués. El PNV estaba construyendo un micro-Estado dentro de la sociedad vasca, confundiendo partido con nación-Estado. Encuadra a la comunidad nacionalista vasca en una religión sabiniana.
En 1916 cambia el nombre a Comunión Nacionalista Vasca, un sentido claramente religioso de unidad. Kizkitza y Eleizalde, los sucesores ideológicos de Sabino Arana, aceptan la autonomía siguiendo el exitoso ejemplo de la Lliga en Cataluña, que tenía alcaldes nacionalistas nombrados por el gobierno central. La democratización del partido y la aceptación del posibilismo electoralista generan escisiones. Las Juventudes Vascas de Gallastegui se marchan o son expulsados alrededor de 1921 por rechazar el autonomismo, y crean un nuevo PNV o Aberri (“Patria”, semanario que dará nombre a este grupo), al que se adscriben los Mendigoizales unidos a la publicación Jagi-jagi (también nombre del semanario por el que se les conocerá, son un precedente histórico de Herri Batasuna). No aceptan pactar con España, y aunque no tuvieron representación, sí tuvieron cierta relevancia dentro del nacionalismo.
Durante la dictadura de Primo de Rivera no hubo ningún hecho de gran relevancia para el nacionalismo vasco. Toleró a los moderados, que colaboraban con el Gobierno, y como no pudieron hacer política directamente, se dedicaron a crear “comunidad” mediante el deporte y otros elementos de sociabilidad como fue la Selección vasca de fútbol.
3.- Éxito en la República, derrota en la Guerra Civil (1931-1939)
No acudieron al Pacto de San Sebastián porque no les interesaba lo que ocurriera en España y en todo caso preferían una monarquía confesional. Con la proclamación de la IIª República, el PNV se mantuvo al margen. Ideológicamente seguían siendo mayoritariamente antiliberales e integristas religiosos, lo que no casaba con una República laica y modernizadora. Seguían en los esquemas de la raza, la confesionalidad, el confederalismo, su historia y sus fueros. Ello explicaría también el Estatuto de Estella de los conservadores vascos, entre el PNV y la Comunión Tradicionalista, que pretendía la existencia de un “oasis vasco” en que no se aplicara la legislación laicista del Gobierno central y la posibilidad de hacer un Concordato propio. De la reacción contra el laicismo nace el Aberri Eguna.
Sin embargo, en la Guerra Civil el PNV de Aguirre se alinea con la República y la democracia al darles esta ciertas posibilidades de autonomía, ya que el bando franquista se levanta en parte contra los regionalismos. Se ha llamado también “oasis vasco” el hecho de que allí no se asesinaran sacerdotes ni se quemaran iglesias durante la guerra. Cuando sólo una minoría en el 1934 era democratacristiana, los jóvenes hacen cambiar al PNV del integrismo hasta llegar a la alianza con el Frente Popular en 1936.
A pesar de que la sociedad vasca era heterogénea y no daba la mayoría al PNV en las urnas, el PNV consiguió el Gobierno vasco y se le concedió el Estatuto a toda prisa. El Gobierno de la República necesitaba su apoyo en la guerra y fue la forma de que los nacionalistas se volcaran. Aguirre ganó una importancia política que no tenía en los votos, y los nacionalistas vivieron el conflicto civil como una auténtica guerra independiente. Por eso sus soldados se rindieron en Santoña en 1937, aunque siguieran defendiendo la democracia republicana hasta el final de la guerra.
4.- Exilio y resistencia (1939-1975)
El Gobierno vasco se reúne en Francia el 1 de abril de 1939 y decide romper con la República. Optan por el soberanismo durante la IIª Guerra Mundial. El péndulo ha pasado otra vez del moderantismo al independentismo.
A los no nacionalistas que formaban parte del Gobierno vasco en el exilio, republicanos y socialistas, se les exige defender una línea nacional por el derecho de autodeterminación y romper con los partidos españoles. Algunos miembros del PSOE crean el PSE, el PCE mantiene su centralismo e IR tiene problemas para solucionar su posicionamiento.
Con la ocupación alemana de Francia se tienen que exiliar en América (Aguirre huyó de la Gestapo por media Europa y llegó a Berlín, donde no le buscaría nadie). Se alinearon principalmente con los aliados, negociando una posible liberación de España con protectorados británicos en Euskadi y Cataluña, mientras algunos sectores llegaron a hablar con los nazis, jugando todas las bazas posibles. La propuesta que más forma toma es la de un pacto tripartito de gallegos, vascos y catalanes por una Confederación de Repúblicas Ibéricas. Todas estas propuestas fracasan porque Franco se consolida en el poder.
Cerrada esta puerta, vuelven a apoyar a la República entre 1945-1947. Aguirre cuenta con mucho prestigio y su partido permanece unido, mientras republicanos, socialistas y catalanes se dividen en ese gobierno del exilio. Cuando se evidencia que no hay nada que hacer a principios de los 50, vuelven a jugar todas las bazas: apoyan el pacto con Juan de Borbón como sucesor de Franco.
La oposición al régimen de los nacionalistas se relaja. Una nueva generación ve la realidad de una ocupación, una represión, mientras empresarios nacionalistas se van acomodando al régimen franquista, en años de crecimiento industrial. Crean Ekin en 1952, estudian a Arana, el idioma, la historia nacionalista… son los hijos de los nacionalistas vencidos en la guerra que ven la parálisis del PNV, se sienten decepcionados. No enlazan con ANV (escisión del PNV de los años treinta, un partido nacionalista moderado, laico, de izquierdas), sino con el aranismo de Gallastegui, el Arana más radical, en un momento en que es parcialmente cierto aquello de la España hostil y ocupante.
Parte de las juventudes del PNV, vinculadas a Ekin, rompe con el PNV y fundan Euskadi Ta Askatasuna (Euskadi Y Libertad), a los pocos meses de la muerte de Aguirre, en julio de 1959. No rompen con los planteamientos ideológicos del nacionalismo vasco, sólo rompen generacionalmente, si bien les separa la cuestión religiosa, ya que se declararon “aconfesionales” (no ateos, como lo son hoy). En lo demás son ideológicamente el Arana de los Jagi-jagi de Gallastegui.
En los años 60 van generando ideología, en cada asamblea se ven más y más elementos tomados del marxismo. Es entonces cuando sí hubo ruptura ideológica con el PNV. Se van alejando de Arana y la Iglesia, sus modelos son los de los otros grupos terroristas de extrema izquierda y sus referentes internacionales son Cuba, Vietnam o Argelia. En 1968 se da el gran salto cualitativo con el primer asesinato. Surgen así dos mundos, ya no hay diferencia ideológica moderado-radical como la hubo antes, lo más importante es la división entre violentos y pacíficos.
Se podría decir que son la suma del aranismo más antiespañolista, el franquismo como realidad contra la que se rebelan y que da las condiciones de opresión para que surja como movimiento armado, y el marxismo revolucionario europeo de los años 60. La idea de país ocupado y la cadena de acción, represión, solidaridad se cumple.
Krutwig dio la “solución” teórica cuando compaginó ultranacionalismo con socialismo revolucionario tercermundista en el marco vasco: Euskadi es una colonia y la lucha armada es necesaria. Hablan ahora de etnia, no de raza, como colectivo humano cuya base es el euskera. Se olvidan del “apellidismo” sabiniano, y de hecho varios de ellos son lingüistas, como Chillardegui. El sujeto de su liberación es la clase obrera, también la inmigrada, mientras que para ellos no es vasca la gran burguesía españolista (aunque tuvieran los apellidos vascos y lo fueran). Esta fue la llamada ETA V.
Generan su propia cultura política, se refunda la solidaridad de la antigua comunidad nacionalista, alrededor de los perseguidos, los presos, se crean ritos, homilías, y los primeros mártires: Txebarrieta (primer asesino y a la vez asesinado por la Guardia Civil). La espiral acción-represión-solidaridad se alimenta constantemente como ocurre con el juicio de Burgos, la izquierda antifranquista no ve del todo mal a ETA por la legitimidad que da la represión indiscriminada franquista y generan lazos de solidaridad. Dentro de esos nuevos ritos, se apropian de tradiciones del PNV e incluso del Gudari Eguna.
5.- Gobiernos del PNV y terrorismo de ETA (1975- actualidad )
El final de la dictadura no supuso la desaparición de ETA como muchos creyeron (aunque sí hubo escisiones y “deserciones” en ese sentido). El objetivo de los miembros que mantuvieron a la banda terrorista es la independencia y su lucha fue contra el Estado español, no sólo contra Franco. En 1975-1976 lanzaron la Alternativa KAS (elaborado por la Koordinadora Abertzale Sozialista). Fue un programa de mínimos para abandonar las armas que hoy día sigue defendiéndose por los sectores de la izquierda abertzale violenta. Es el eje de esta izquierda, y de ello surgió Herri Batasuna (Unidad Popular en vasco).
Al ver que no se consigue su objetivo comenzaron una nueva estrategia: la socialización del sufrimiento a toda la sociedad, mediante la Kale Borroka (lucha callejera). La intensidad de violencia desciende, pero ahora también desciende la categoría de las víctimas, es objetivo de atentado hasta el concejal más irrelevante. El primer objetivo fue el PNV y sus sedes durante los años 80, en unos años en que el PNV pactaba con el PSOE. La kale borroka dio sus frutos: consiguieron que el péndulo del PNV se volviera hacia ellos, llegándose al Pacto de Estella en 1998. En ese pacto, PNV, EA, Herri Batasuna y otras muchas agrupaciones políticas y sindicales nacionalistas, izquierdistas o cercanas al mundo abertzale acordaron unos puntos básicos para llegar a la paz en el País Vasco. Este pacto público fue probablemente consecuencia de uno anterior secreto en que participaron directamente y sin intermediación política la propia banda ETA, PNV y EA para hacer un frente nacionalista. La izquierda abertzale, y a juzgar por estos hechos, y en parte el PNV, han querido instrumentalizar la violencia como un factor que ayude a conseguir sus objetivos políticos, “chantajeando” a los sucesivos gobiernos centrales. El pacto secreto con ETA salió a la luz porque según los terroristas el PNV había roto el frente nacionalista al dar prioridad al fin de la lucha armada y hacer una serie de contrapropuestas que no fueron aceptadas por la banda terrorista.
Ello nos ha llevado a la actualidad, en que PP y PSOE han hecho frente común contra un PNV de vieja tradición soberanista y de difícil trato durante la década que ya acaba.
El conflicto del País Vasco no es un mero problema de orden público como el PP o sectores del PSOE han querido ver. Aunque se niegue, es un problema político de múltiples implicaciones y de muy difícil solución. Hemos presentado las claves básicas del nacionalismo vasco y su historia, y afirmamos que, si bien el fundamento histórico de todos los nacionalismos es pobre y lleno de mitos, ello no resta legitimidad ni fuerza a la creación de subjetividades identitarias en clave política, siempre que partan del respeto a otras subjetividades y de la decisión de la mayoría. Una nación es un “plebiscito cotidiano”, existe en tanto en cuanto existe una comunidad que así lo crea. Y en el caso de Euskadi esto es hoy una realidad.
De la negación de un conflicto político, circunstancialmente admitido (cuando ha interesado para negociar con ETA), surge la afirmación constante de la existencia de un conflicto político por parte de otros sectores. Esa afirmación se convierte en una justificación moral del terrorismo de imposible admisión cuando viene de sectores radicales abertzales que llegan a decir, como en estos últimos días por el atentado contra un Inspector de la Policía Nacional, que los atentados son la consecuencia directa del conflicto político y responsabilidad del Gobierno. Niego la mayor, pero es en sí una obviedad porque evidentemente es político y en su último extremo genera el terrorismo. Además de la lucha policial, lo que se debe intentar conseguir es que la banda terrorista ETA pierda su base social.
Durante los años 80 la actividad de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), con decenas de muertos y acciones violentas contra todo movimiento que pretendiera romper la unidad de España es un punto oscuro en la lucha contra el terrorismo. No hizo sino afirmar entre los movimientos abertzales independentistas la idea de continuidad entre el franquismo y la democracia española además de cometer crímenes horrendos. Las especulaciones y sospechas de cierto contacto entre estos grupos terroristas y el Estado han servido para dar más argumentos a aquellos que creen en el Estado como opresor y criminal contra los vascos (y otros nacionalismos). Lo mismo ocurre todavía hoy con cada acción que resulte indiscriminada y abusiva, aunque la mayor parte de la población española y la inmensa mayoría de los medios no se hagan eco de ciertas actuaciones negativas de las Subdelegaciones del Gobierno, los tribunales o la policía; o que incluso estén de acuerdo con la represión pura. Uno de los problemas para desactivar el apoyo social que nutre a ETA es romper con sus “fuentes de victimización” y de justificación (por muy distorsionada que esté su visión de Euskadi y del Estado), y eso requiere de gestos importantes, capacidad de análisis de la realidad abertzale y visión política.
Que sean el último grupo terrorista no residual que queda con capacidad operativa en la Europa Occidental y que se haya podido regenerar durante los 30 años de democracia dejan bien claro que no son sólo una banda mafiosa, como han querido caricaturizarla desde la derecha o el españolismo más miope. La base social de esa lucha armada es minoritaria pero bien visible y a tener presente. Un ejemplo son los colectivos propresos que cuentan con numerosos apoyos. Durante etapas de negociación, acciones como el acercamiento y liberación a los que hayan cumplido la mayor parte de las penas podrían ser gestos valientes para desactivar los apoyos a la lucha armada de estos colectivos propresos y ponerlos a favor de la salida negociada.
El problema es comprobar si en las negociaciones los maximalismos aranistas que todavía sostienen estos sectores son los que hacen imposible el diálogo político o si es un problema de falta de liderazgo y valentía de algunos dirigentes e ideólogos abertzales que no se atreven a dar el paso por la paz. La pelota está en el tejado radical principalmente, y no en el Gobierno como pretenden cuando se victimizan a sí mismos -aun cuando la víctima real ha sido un policía o un exconcejal del PSOE-, pero eso no quita para que los grupos nacionalistas españoles no tengan su parte de responsabilidad a la hora de saber abordarlo.
Hemos hablado del nacionalismo vasco y como ocurre con la historia de Género, no hay historia de la ‘Mujer’ sin hablar del ‘Hombre’. No se puede hacer una historia del nacionalismo vasco sin ponerlo en relación con el nacionalismo español. En esta última época del gobierno del Partido Popular se fue acentuando quizás por ambas partes el frentismo, como ya hemos visto que ocurrió con el sector nacionalista vasco. El lema de la manifestación por el 11-M me parece un ejemplo gráfico: en un momento grave y sensible, el Gobierno de Aznar no tuvo reparos en instrumentalizar una manifestación con la defensa de la Constitución. Es una visión maniquea por la parte españolista que confunde nacionalismo con terrorismo, y que lleva a radicalismos en ambas partes como pasó con el rápido ascenso de ERC durante el gobierno del PP. Hay numerosas actuaciones y declaraciones en que se puede interpretar un uso político del terrorismo también por parte de los partidos nacionalistas españoles y no sólo de réditos para los nacionalistas vascos. De una fractura muy clara entre violentos y no violentos se ha ido poco a poco hacia una doble fractura entre nacionalismo vasco y nacionalismo español, anticonstitucionalistas y constitucionalistas, lo cual vuelve a poner al primer Arana enfrentado a los Mayor Oreja y compañía, una perspectiva no muy halagüeña.
Este último atentado ha sido un auténtico desafío al Gobierno por su objetivo: un Inspector de la Policía Nacional encargado entre otras cosas de la lucha contra el terrorismo, en un momento en que ETA está en horas bajas por el éxito de la acción policial. El nuevo gobierno de Patxi López puede tener una importancia histórica si logra convencer a los nacionalistas vascos de la posibilidad de una Euskadi con voz y personalidad propia dentro de España sin maximalismos de ningún tipo, una vez que el PNV queda fuera de la Lehendakaritza. La solución no está en ningún extremo vista la heterogeneidad y diversidad política que ha tenido Euskadi desde que existe política parlamentaria, la solución en mi opinión pasa por una postura intermedia y que no tenga problemas en admitir la posibilidad de la independencia plena si esa fuera la voluntad clara y mayoritaria de los vascos (clara y mayoritaria, pero no de un 51% como pretendía Arzalluz).
Nota.- Existen precursores, como Manuel de Larramendi en el siglo XVIII, de “Nación Bascongada”, que sería representante de un protonacionalismo; como Garat, vasco-francés, que habla de una Nueva Fenicia que forman sólo los que lo hablan; o como Chaho, nacionalista “avant la lettre”, pero no generaron movimientos con seguidores, este último ni siquiera posteriormente será reivindicado por el PNV al no ser creyente. Ciertos autores muestran un prenacionalismo, pero no tiene raíz cultural, publican en castellano y es menos potente que la Renaixença catalana.
La revolución industrial generó las condiciones sociales en las que clases medias bilbaínas vinculadas al nacionalismo reaccionaron contra la revolución industrial vizcaína. Ven cómo la alta burguesía es monárquica y el proletariado extranjero es socialista, por lo que su respuesta fue en principio también antiindustrial y antimaketos.
Fuente:
DE LA GRANJA SAINZ, JOSÉ LUIS,
El nacionalismo vasco: claves de su historia. 2009.
Un excelente artículo: objetivo, riguroso y realista. Es un tema del que ya había leído las 4 nociones básicas (especialmente de la época de Arana) y sobre el que quería ahondar algo más. Por cierto, ya veo que el libro es muy reciente (se hace eco del último atentado de ETA).
"Me he buscado a mi mismo"