Decálogo de ineptitudes realizables con la cola

Imagen de Destripacuentos

No, no os inquietéis: ni serán diez exactas, ni hablo de otra cosa que de los adhesivos, esa herramienta que, supuestamente, está ahí para echarnos una mano con las tareas de montaje de miniaturas

Normalmente intento que los artículos que escribo para Modelismo tengan algún consejo útil o alguna experiencia de la que se pueda sacar algo en claro. Dicen que de los errores –propios y ajenos- se puede aprender, pero dado que quizá mi único error haya sido creerme hábil, es probable que este artículo sólo valga para que alguien se relaje entre sesión y sesión de encolado, pues me servirá, únicamente, para recoger unas cuantas pequeñas catástrofes axiomáticas.

 

La primera ley que se deduce de mis experiencias de encolado es que pegar varias miniaturas a la vez siempre lleva más tiempo que pegar el mismo número de miniaturas una tras otra, pieza a pieza, aunque, paradójicamente, siempre da la impresión de lo contrario.

 

Otro aspecto chocante que he descubierto recientemente –así de observador he sido a lo largo de mi vida- es que el pegamento siempre pega más eficazmente y más rápido en la punta del bote que en las miniaturas que queremos pegar. Así, conseguir quitar el tape al pegamento es siempre mucho más difícil que romper una miniatura –suceso este último, normalmente, menos deseable-. De hecho, creo que podríamos generalizar y decir que los adhesivos pegan más rápido y persistentemente cuanto menos interés tengamos en que lo hagan.

 

Con esta base de trabajo, otra cosa peregrina que descubrimos rápidamente es que es más fácil pegar una pieza que habíamos encolado y olvidado –sobre todo si se pega accidentalmente a la manga de la camiseta- que una a la que le acabemos de poner el adhesivo. Sobre este particular se puede realizar una experiencia tan estúpida como curiosa. Se aplica adhesivo a una pieza útil cualquiera –si no es útil seguramente no funcionará- y se abandona al azar sobre la mesa. Justo después nos ponemos a pegar otra presionándola con cariño y cuidado contra otra con nuestros propios dedos. La pieza abandonada siempre se pega a cualquier cosa mucho antes y con mayor acierto y fuerza que la pieza de la que nos ocupamos con mimo personalmente.

 

Una cosa que también engaña a simple vista es la proporcionalidad de un problema. Se podría pensar que pegar dos piezas al mismo tiempo es doble de difícil que pegar una sola. ¡Pero rápidamente se comprueba que la dificultad es mucho mayor del doble! Quien haya intentado pegar un guerrero tiránido en una combinación peana, pierna izquierda, pierna derecha y abdomen –el único modo y el total de piezas necesario hasta donde alcanza mi intelecto- habrá descubierto dos cosas:

 

1. Los diseñadores de Games Workshop tienen un sentido del humor macabro

2. Las cosas nunca son lo que parecen.

 

Este último punto da lugar a corolarios interesantes:

 

-Aunque la cola debería permanecer entre las piezas a pegar, nunca lo hará.

 

-Aunque el adhesivo no se ve a efectos de no mancharse, una vez te hayas pringado los dedos dejará improntas por toda la miniatura (como delatando la suciedad inherente al ser humano).

 

-Da igual cómo imagines o preveas la posición final de una miniatura multicomponente. Será el azar y la cola –o adhesivo- los que decidan su aspecto final.

 

-Si pegas primero dos piezas de la miniatura, cuando vayas a acoplar la tercera te darás cuenta de que es imposible que encajen las tres a la vez sin volver a despegarlo todo. Asimismo, las dos primeras piezas pegarán rápido y bien, dejando un inconfundible regusto a desesperación. Una vez despegadas las piezas iniciales, no podremos evitar creer que sí que podríamos haber incluido la primera forzando ligeramente el conjunto.

 

-Si te pones a pegar tres o más piezas simultáneamente, siempre te quedará la duda de si no hubiera sido más fácil hacerlo una a una.

 

-Empieces por donde empieces, siempre será la estrategia incorrecta.

 

Por supuesto, en este arte del pegado que disto tanto de dominar, hay cosas que sí que son lo que parecen. Por ejemplo: si la enorme miniatura de varias piezas que acabas de pegar parece que se mueve, seguramente es porque realmente se mueve (despegarse es el término técnico). De hecho, siempre que veas que una miniatura supuestamente pegada empieza a moverse, tienes que tener por seguro que ya es demasiado tarde para intervenir: el conjunto se desmoronará antes de que la sujetes efectivamente. Lo que sí que es probable es que, durante el gesto brusco por impedir que la pieza se despegue, le des un leñazo a alguna otra miniatura en proceso de pegado (o a la misma que intentas salvar).

 

Del mismo modo, si estás pegando dos miniaturas a la vez, puedes contar con que, cuando no puedas moverte, la miniatura número uno empezará a despegarse. También puedes contar con que, cuando estés volviendo a pegar la miniatura uno, la miniatura dos empezará un proceso de despegado análogo.

 

Un aspecto muy curioso de los pegamentos es que siempre se adhieren con más fuerza a las superficies más indeseadas. Así si, por ejemplo, utilizas un termagante para sostener al guerrero tiránido mientras el pegamento se fragua, puedes contar con que una de las partes del guerrero tiránido –una garra, por ejemplo- se pegará con más fuerza al termagante que al torso de la propia miniatura. Todos sabemos lo que ocurre cuando se intenta separarlas, ¿no?

 

Curioso en extremo es que los pegamentos para plástico peguen mejor este material a la carne que al plástico, lo que me hace pensar que quizás debería comprarme un pegamento para carne.

 

Finalmente, muchos pensarán que todo esto me ocurre porque elijo adhesivos poco adecuados. En mi defensa citaré la que debería ser la primera ley de este artículo: si tienes una caja llena de pegamentos, sólo serás capaz de abrir los tapes de aquéllos que no sirven para la tarea que llevas entre manos.

 

Seguramente sólo se podrá sacar una enseñanza de todo esto, zapatero a tus zapatos, pero reconozco que me ha resultado imposible resistirme a escribir el artículo. Mientras intentaba limpiarme de pegamento los dedos (con muchos productos variados e igualmente inútiles), vi claras dos cosas. La primera es que es imposible quitarse el pegamento de un modo efectivo de las manos –lo que no implica que agarre bien en las miniaturas-. La segunda es que es también imposible determinar en qué momento dejas de tener pegamento seco adherido a la piel –por muy aprensivo que seas con los envenenamientos por cianocritalo-. Con semejantes descubrimientos, no podía mantenerme callado.

 

 

Probablemente se podría haber hecho el artículo más exhaustivo con sucesos ocurridos a otras personas, pero me he querido ceñir a los que me ocurrieron la pasada mañana del sábado. Sí, ciertamente, una mañana cunde mucho a la hora de usar la cola.

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