Calabazas en el trastero: Entierros

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Reseña del primer número de esta antología temática de género fosco editada por la asociación cultural La biblioteca fosca

 

Una buena manera de abordar esta antología es echar un vistazo al prólogo-cuento-ensayo donde se pone de manifiesto las múltiples maneras de contar, desde el prisma de lo fosco, algo que tenga que ver con los entierros en sí y con todos los elementos implicados, a saber, quién entierra, quién es enterrado, dónde se entierra, cuándo se entierra y en qué circunstancias se entierra.

 

El prologuista, Juan José Castillo, no hace un resumen típico de los argumentos de cada relato sino que, bajo su mirada irónica, crea un cuento introductor que servirá como puesta en marcha de lo que algunos relatos desarrollarán.

 

He distinguido dos clases de relatos en esta heterogénea selección: aquellos en los que lo fosco domina sobre los demás elementos y aquellos en los que, o bien están al mismo nivel que una mirada crítica, realista o humorística, o bien lo fosco es de difícil captación.

 

El tratado de Michael Ranft de Miguel Puente Molins tiene ese aire desenfadado pero muy bien documentado que hacen del relato algo muy agradable de leer. Los diálogos están muy bien trabajados y encajan perfectamente en la trama. Lo mejor para mí es la fina ironía del narrador en las dos últimas páginas, en el que hay una lucha interna entre lo palpable y lo impalpable.

 

En “Certificado de defunción”, Manuel Osuna, con unas técnicas narrativas impecables me hizo sentir miedo y suspense con esos carruajes en noches de lluvia. Sí, tiene todos los elementos para triunfar en antologías como ésta. Y me parece espeluznante lo que hace el protagonista con tal de no morir de frío. Pero ahí está el asunto, la muerte, de una manera o de otra nos estará esperando.

 

En “De cómo el señor alcalde acude al debate nocturno de Buddy, “el Enterrador” ”, Juan de Dios Garduño me ha provocado una mueca irónica de los puntos de vista de los diversos personajes. Sin embargo, lo fosco aquí no me conmovió quizá porque el relato adolece de clímax en el momento de la acción de desenlace. Está más comentada que narrada. En cualquier caso, un relato correcto.

 

En “Todo es empezar”, Pedro escudero Zumel, a través de los personajes elabora una crítica de dos generaciones de enterradores. Es este uno de los relatos con el que menos miedo he pasado. La carga crítica es considerable y quizá por el lenguaje coloquial o por su escasa ambientación tétrica no me ha tocado el alma.

 

En “La procesión de las plañideras” de Jorge Mulero Solano… ejem, sí, es el mío. Sólo diré que me propuse hacer un cuento con fuerte ambientación y consecuentemente, muchas descripciones y ensoñaciones. Pero a pesar de eso, tiene una estructura bastante clásica. Tiene dos lecturas: una lineal y otra metafórica. Y en ambos casos, personajes y acontecimientos. (Si queréis por privado os doy más detalles de esto).

 

En “El cruce de la música”, Francisco Jesús Franco está escrito con pasión y es un monólogo narrativo, cosa que se agradece por no repetir siempre las mismas técnicas narrativas. Precisamente el no dejar hablar a más personajes es lo que le dota al relato de lo fosco y de lo agobiante que resulta. Bravo. Uno de mis preferidos.

 

En “Cosecha de huesos”, José María Tamparillas narra este cuento con aires de leyenda popular. Personalmente lo hubiera preferido un pelín más corto pero eso son apreciaciones personales y no voy a entrar ahí. Curiosamente, al principio el ambiente me recordó mucho al mío y tenía la sensación de conocer el escenario al dedillo.

 

En “No somos nada” de Laura Luna Sánchez sólo vi carga crítica y nada de tétrico. Es quizá el único relato que desentona en esta antología. Cierto es que habla de entierros, pero no es oscuro.

 

En “Moroaica”, Juan José Hidalgo Díaz hace un planteamiento de lo más original puesto que mezcla elementos sagrados con profanos y la intensidad del relato se mantiene de principio a fin. Un relato tremebundo que quizá sea mi preferido.

 

En “…Y evitar los malos pensamientos”, Manuel Mije propone un “entierro en potencia”, siguiendo la terminología aristotélica. El relato posible se va construyendo en la mente del lector conforme vamos llegando al final de la historia. Buena técnica narrativa también.

 

En “Una tumba vacía” de Juan Ángel Laguna Edroso el tema de los entierros rezuma humor y es el único cuento metaliterario de la antología, lo cual es destacable. No pasé miedo ni suspense, eso sí, aunque me recordó aquellos momentos en los que veía aquella serie de canal plus en la que un grupo de adolescentes contaban historietas de terror junto al fuego en una acampada de verano.

 

En “Y llorarán por ti” de José Ignacio Becerril Polo el ritmo narrativo está en vilo desde el principio al final. Con mano maestra el narrador interno se inmiscuye en todo lo que ve, siente, piensa, deja o deja de hacer. También creo que este relato narra algo parecido que el mío en su clave metafórica. Creo que mi medalla de plata es para ti.

 

El último relato de esta antología, “Es mi trabajo” de Sergio Mars, es un relato bastante correcto. Lo que más me ha gustado son los diálogos entre el sepulturero y Anselmo. Como también utiliza varias técnicas narrativas y los acontecimientos van fluyendo, y el tema está encuadrado, he de felicitarlo.

 

Y bien, ya hemos terminado con esta antología, que como todas, las distintas voces y los puntos de vista tan variados, hacen, en general, muy satisfactoria su lectura. Es por ello que animo a todos a su lectura.

 

A los organizadores y a los escritores, gracias por el proyecto.

 

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Patapalo
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Gracias a ti por el comentario, compañero, y por haber participado en la antología. Me alegra saber que en mi relato conseguí el tono que buscaba. El tuyo es, sin duda, el más atípico de la antología, y a mi parecer una gran aportación, pues el registro de la prosa rompe con el resto y añade efectos muy interesantes. Me gustó particularmente el uso de esos golpes de tambor marcando el avanzar de la historia como si de la propia procesión se tratase.

Francamente, creo que es un libro muy recomendable.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Sí, es un elemento que no podía faltar. ¿Y quién toca los tambores? La muerte...

Me enorgullece de que te hayas fijado en esas cosas, que ayudan a la lectura metafórica que quería dotar al relato.

 

"Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo a mí" (Ortega y Gasset)

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Por cierto, jspawn, se te ha pasado comentar el relato de apertura: El tratado de Michael Ranft.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Te lo he mandado al correo para que lo incluyas.

 

Saludos.

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