Coloretto
Juego de cartas elegante. Se precisa traje para participar.
Hola, queridos amigos que nunca faltáis a esta cita. Hoy tenemos entre manos el de los camaleones, o el de los colores... ¡el Coloretto!, que éste sí lo llamo por su nombre, y para mí es uno de los juegos de cartas no coleccionable de mecánica más elegante y estilazada que he probado. Toma ya. ¿Entonces el subtítulo? ¡Pues por eso!
El juego es liviano, porque no aburre y la cajita no pesa ni un kilo (juas), y además la cosa va fluida. Por momentos me recuerda al póker, y, al igual que aquel, está lleno de faroles, puñaladas y suerte. Ay, cuánto queremos al póker, ¿verdad? Ese mismo que nos da tanta emoción y nos despluma tanto. Y al strip-póker ni hablemos.
Bueno, voy a centrarme. En Coloretto lo que debemos hacer es juntar tres grupos de cartas (porque tres es multitud) hechos de un mismo color cada uno. Dependiendo del número de cartas que tenga cada grupo se podrá puntuar desde 1 punto (sólo una triste carta) hasta 21 puntos (cuando tienes 6 ó más, y ya te estás colando). La regla matemática que se sigue para relacionar número de cartas con número de puntos es materia de tesis doctoral en la Universidad de Göttingen, pero mientras están en ello, el diseñador del juego, Michael Schacht, nos da una idea en una carta resumen. Por cierto, los valores de puntaje que he dicho son los dados para principiantes. Para experimentados la cosa varía hacia la máxima “en el centro está la virtud” o “todos los extremos son malos” (menos Figo).
Ajá, ya sabemos la finalidad del juego, ¿pero cómo se juega? En cada turno cada cual debe robar la carta superior del mazo (que está boca abajo y en el centro de la mesa) y ponerla en una de las filas centrales (hay una por jugador). Muy bien, pero los cosmólogos dicen que el universo es finito, por tanto llegaremos a un tope: en cada fila no caben más de 3 cartas.
Llegados a este punto, que no se me olvide decir que al inicio se da a cada jugador una carta de un color. A mí me la trae al pairo el color, pero lo importante es que nadie más tenga el mismo, por eso me pido el último. Esta carta permite poner los cimientos de tu estrategia si, tal y como dicta el sentido común, se emplea para hacer el primer grupo, porque de lo contrario ya llevarías un punto negativo, y éste no ha sido en clase de Historia, chaval.
La partida sigue y, cuando uno lo desee, en vez de robar del mazo puede decir “esto pa mí, chiripitifláuticos” (es importante decirlo así) y acto seguido retira una fila completa del centro de mesa (da igual si tiene una, dos o tres cartas). Esa fila la coloca delante suyo con dos fines: por un lado vacilar al resto, por otro lado hacer los tres grupos que le darán puntos positivos (si se usan las neuronas, los elegidos serán los que tienen más cartas para que así den más puntos) y las cartas de otros colores pues darán puntos negativos, que no todo va a ser risas. Como en total hay siete colores esto puede acabar como el rosario de la aurora y se puede dar el caso de que se aglutinen tantos puntos negativos... que tú mismo... te inflijas puntos de sutura. Por mi propia experiencia (y yo compitiendo soy más guarro que Valentino Rossi), la cosa es así: llega un momento en que uno no busca ganar sino hacer perder al resto (más diver, ja, ja) y para ello empieza a hacer el arco iris en las filas con el mezquino, miserable, reprochable pero encombiable objetivo de que el que las robe se lleve cartas no deseadas a granel. Eh... Seguid así aprendiendo de mí, que en breve no os querrán ni en vuestras familias. ¡Pero tampoco perderéis!
Esta cuestión es la que le da vidilla al Coloretto, pues a partir del cuarto color hay que decir “quieto leoncio, con prudencia” (es importante que se diga exactamente así). ¿Pero quién busca la prudencia? ¿Quién busca la mesura? ¿Quién ansía la virtud? Esas cosas para los tiquismiquis, nosotros somos ambiciosos, ¡y el primero que se raje y se lleve su fila es un conformista de poca monta! ¿¡Me habéis oído!? Ahí yo normalmente me tiro a la piscina y luego no hay quien me saque. Venga, dale ahí. Dale ahí, ome, se empieza a robar y robar del mazo y... ¡Ea, ya tenemos otros cuatro colores distintos!
Bueno, quiero detallar que, como el universo era finito y en cada fila sólo cabían 3 cartas (¿realmente alguien se está leyendo este análisis?), cuando no caben más, sólo queda robar una fila, y cuando se roba una fila no se juega más hasta que el resto haya también robado su fila. En otras palabras: los valientes siempre roban la última fila. Nunca juegues al Coloretto con un espartano.
No todo son colores en la viña del Señor, también tenemos dos cartas especiales: los comodines, que valen por una carta de cualquier color, y los +2, que dan 2 puntos extra para el recuento final. Estos dos tipos de carta son muy codiciados generalmente por los cobardes de la partida. Estoy un poco obsesionado, ¿verdad? Para tanta elegancia que decía al comienzo... Pero es que en el póker también hay tiroteos. En fin, hablaba de comodines para cobardes. Nosotros no perseguimos tan poco, ¿no? Para que llevarte un +2 cuando puedes pillar cartas de naranja, rosa y azul y estábamos coleccionando... gris y marrón. Eh... y más puntos negativos para el saco.
A veces se dan pequeñas “rencillas” en el trascurso de este juego. Hablo de esos desacuerdos, de esos roces que te llevan a mirar de reojo al de al lado y que sin ellos el mundo de los juegos no sería lo mismo. Esto en Coloretto pasa cuando hay dos cartas deseadas por ti. Están ahí, susurrándote, y casi te guiñan. Tú les guiñas (y de paso te preguntas si deberías ir a un psicólogo) pero no sabes si recogerlas o esperar a que llegue una tercera carta que borde la jugada... y no, en su lugar llega una que lo estropea todo. Llega esa hermosa carta amarilla que está juntando todo el mundo menos tú. Y tú con resignación te la tienes que llevar, te la tienes que llevar li la lá li la lá... También se ven esos momentos en que dos jugadores (uno al lado del otro) empiezan a coleccionar un mismo color. Y empieza la competición. Usualmente gana al que le llega su turno antes, porque el otro recogerá las sobras.
La cosa sigue así hasta que, cuando vayan a quedar unas 15 cartas, se una a la fiesta una tercera carta especial, la que señala que es la última ronda (muestra una flecha describiendo un giro). Esta carta al comienzo de la partida se pone encima de las últimas 15 cartas, como dice el reglamento, y así todo encaja, claro. La última ronda acaba, como las demás, cuando todos los jugadores han retirado una fila. Si además con esta partidita llevamos 4, el juego termina. Es decir, cuando acabe la última ronda de la cuarta partida... el crepúsculo marcará que... bajo las estrellas Vega y Sirio... el juego ha terminado. Se suman todos los puntos y, ale, hasta otro día, coged por la sombrita.
¿Ha estado bien? Coloretto es un juego para confiar en que la buena estrella de cada uno no le haga estrellarse demasiado a la hora de ir robando del mazo. Hay que saber cuándo retirarse. El que hoy nos ocupa, como casi todos los de cartas, no requiere de tablero, con lo que lo puedes llevar al campo o a la plazoleta del barrio para que todos los que pasen por allí vean la mecánica tan original que tiene. Una vez mis amigos y yo jugamos con el cartero a una ronda, ¡y encima el tío nos ganó! La suerte del principiante, supongo. ¡Pero es que todos éramos principiantes!
Aunque el juego es alemán, está disponible en español, pero de todos modos esto va por colores, con lo que nos sobran los idiomas. Por el tiempo tampoco se hace pesado, que las partidas duran como un cuarto de hora, con lo que las pandillas pueden hacer campeonatos sin que haya aburridas esperas como los domingos sin fútbol (que, por mí, como si no hay nunca).
Otra de sus ventajas es la que se mantiene constante en mis análisis: el camaleón está barato, asequible para estudiantes. Pero también hay que estudiar, eh. Así que si tienes 2 ó 4 amigotes, consíguelo y a jugar, porque los juegos son como el sexo: es mejor practicar que hablar de ellos. Practiquen... con los juegos... Y usen protección.
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