Indiana

Imagen de Jack Culebra

Los tiempos cambian, pero hay cosas que permanecen. Supongo que por ello es normal que estemos pendientes de esa cuarta película, de esas reediciones en DVD, de todo lo que circula alrededor de él, porque Indiana Jones es, y seguirá siendo, el héroe

 

La cosa es peculiar: lo que me ha motivado escribir este artículo no es ninguno de los reclamos obvios relacionados con Indiana Jones que estamos viendo estos días, sino un libro conspiratorio tipo Código DaVinci. Y es así porque cuando oigo hablar del Arca de la Alianza no pienso en Moisés, sino en Indiana Jones.

 

Además, estoy convencido de que no soy el único.

 

El otro día comprobé algo que llevaba tiempo sospechando: Indiana Jones es el héroe por excelencia. Los efectos especiales de sus películas se han quedado obsoletos y rozan lo cutre y lo ingenuo en muchos puntos –esa bola rodante de cartón piedra de la primera película, o esos cocodrilos del National Geographic superpuestos de la segunda, son un auténtico poema-. Sin embargo, a pesar de ello, nada ha conseguido desbancar al personaje.

 

Cuando empecé a ver “La momia” pensé que igual había llegado el relevo generacional, pero me equivocaba –no hizo falta terminar de ver la película para darme cuenta-. Indiana Jones no será desbancado por una simple mejora técnica porque es de esos personajes míticos creados en el límite del acierto absoluto por Steven Spielberg y George Lucas.

 

Para empezar, Indiana Jones entronca con la fuerte tradición anglosajona del género de aventuras –que también saltó de la literatura al cine bajo su auspicio-. No creo que sea casual que el personaje se suponga nacido en el siglo XIX (1899), época en la que se dieron cita los más grandes aventureros jamás creados, como Allan Quatermain, por ejemplo. Tampoco es fruto del azar ninguno de los elementos que lo componen.

 

Tanto el sombrero como el látigo –¿de dónde demonios saca un arqueólogo un látigo?- marcan la originalidad y el estilo propio del personaje. Su indumentaria, en la línea de sus predecesores los egiptólogos o los exploradores del África profunda, sugiere ya de por sí aventura. Estéticamente, engancha desde que lo ves.

 

Su trasfondo personal también encarna todos los ideales del género. Es culto e inteligente –además de presentar la historia como algo increíblemente apasionante. ¿Cuántos niños relacionarían realmente a su profesor de historia con algo como Indiana Jones?-, lo que no le impide conservar su punto canalla: es mujeriego, como le gusta a los espectadores, varones y féminas por igual, sarcástico, pendenciero y ligeramente amoral –sólo ligeramente: los auténticos héroes en el fondo tienen convicciones muy arraigadas, como demuestra su odio hacia los nazis o su enorme respeto por los museos-.

Este último particular se veía muy claro en su primer y tal vez único antagonista verdadero: Belloch, no el político socialista sino el arqueólogo francés de “En busca del Arca Perdida”. Éste terminaba siendo malo únicamente por carecer de las convicciones de fondo de nuestro héroe. Por todo lo demás, como decían en la película, eran almas gemelas.

 

Además, rizando el rizo, es que Indiana Jones es humano. Tiene una fobia, a las serpientes, en concreto, que lo hace más cercano al público, y, además, no es infalible: el espectador disfruta tanto con sus aciertos como con sus fallos. ¿Cómo no nos iba a caer simpático?

 

Por supuesto, gran parte de esta magia se debe única y exclusivamente a Harrison Ford. ¿A alguien se le ocurre otro actor que hubiera podido encarnar tan magistralmente al personaje? Desde mi punto de vista, además, también ha sido el mejor papel que haya realizado nunca el señor Ford.

 

Indiana Jones es como un Han Solo al que, por fin, se le ha permitido ser el protagonista absoluto de la película. Esa sonrisa de vividor, esa magnífica vis cómica en las situaciones de peligro, ese carisma natural que hace que te creas lo del Arca de la Alianza, son elementos claves para el personaje a los que por fin dan cancha.

 

Sí, eso es lo más importante de todo: la credibilidad. Cuando Indiana Jones se dice que va a buscar el Grial, te lo crees, y no es sólo por la música que suena de fondo. Las explicaciones, entre sencillas e insinuadas, la mirada ilusionada que le presta Harrison Ford al bueno de Indy –y que parece decir aquello “gloria y fama”-, el tinglado de personajes sobrios por mucho esperpento que, en el fondo, haya en la historia, todo esto contribuye a que entres en la narración y la disfrutes.

 

Con la tercera, el equipo de Indiana Jones se superó. La incorporación de su padre fue monumental, y la inclusión de Marcus Brody en la acción, totalmente mítica –si alguien es capaz de perderse en su propio museo, tiene que ser él-. Ahora veremos qué nos depara esta cuarta película. De momento, tenemos algunos pilares bien apuntalados. El menor de ellos no es, desde luego, el reparto.

 

Mientras Harrison Ford siga prestando esa expresión de canalla de buen corazón a nuestro personaje, seguiremos soñando que existen las aventuras de verdad.

 

NdA.- Este artículo se publicó originalmente antes del estreno de la cuarta película de Indiana Jones.

 

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