es la mejor serie que se ha hecho en mucho tiempo. Sólo el tiempo dirá si el final es lo suficientemente consistente como para no echar por tierra en parte tantas temporadas. Pero todo lo pasado alo largo de la serie tiene que pesar por encima de un final más o menos decepcionante o más o menos bueno. Y claro, se trata de enganchar a la gente a base de incógnitas y misterios sin resolver, pero es que hay que saber hacerlo. En Perdidos saben hacerlo. Otros muchos en otras series, películas y libros se quedan en el intento.
Ni pies ni cabeza
Breve disquisición sobre la narración y su relación con el lector inspirada por la serie Lost y su errático desarrollo desde el primer episodio.
Para empezar el artículo, daré un par de motivos, como si se tratase ya de una vieja tradición, de por qué, si voy a hablar de literatura, recurro al cine o, como en este caso, a la televisión.
El primer motivo es que fijarse en el modo narrativo de un guionista o de un director resulta menos conflictivo, pues aprender de uno de ellos, siendo escritor, ahuyenta problemas o tendencias de plagio. El segundo motivo, y tal vez más importante, es que somos una generación audiovisual, y nos resulta más sencillo, por regla general, entender los ejemplos gráficos. Así, puestos en precedentes, pasemos al meollo: Lost.
Esta serie, que imagino que en España habrán traducido por “Perdidos”, tiene un argumento que se puede resumir someramente en un par de líneas: un avión se estrella y a sus accidentados pasajeros les empiezan a pasar cosas raras.
Un lector avezado se sonreiría, tal vez, con este grosero resumen, y el motivo, aparentemente, no sería banal: decir que empiezan a pasar cosas raras sería, en cualquier contexto, terriblemente vago. Y aquí está el quid de la cuestión, porque en Lost no tiene nada de vago; es, por el contrario, el único modo de englobar todo lo que pasa.
Desde el comienzo de la serie, y sin indagar demasiado en la trama de la misma para no destripar más de la cuenta, podemos decir que hemos tenidos bestias devoradoras de hombres, curaciones milagrosas, osos polares, aparecidos, alucinaciones, hombres con poderes sobrenaturales, misteriosas instalaciones paramilitares, experimentos científicos y un largo etcétera de elementos que, a todas luces, sirven únicamente para impresionar al público cual conejos sacados de una chistera.
Alguno podría decirse, a estas alturas, que la serie es un fraude. Se podría pensar que esta saturación de elementos sin aparente destino, pues si por algo se caracteriza la historia es por su movimiento perpetuo hacia ninguna parte (no olvidemos que para avanzar tiene que existir un principio y, sobre todo, un final), es una trampa barata. Pero ahí yo discrepo.
Es cierto que la serie tiene elementos argumentales y narrativos poco limpios. Los personajes, especialmente. Éstos harían las delicias de Ken Follet, pues son estereotipos a los que se les pueden dar dos vueltas de tuerca (tres en el caso de los principales), lo que hace que el público los tome por realmente complejos y olvide que cada uno encarna un concepto muy clásico de bueno/malo dentro de la gama de grises.
Sin embargo, esto no implica que la trama, que la auténtica narración, sea un fraude. Ya, desde una primera aproximación, salta a la vista su gran interés para cualquiera que quiera contar historias, sea a través del medio que sea. Aquí van un par de reflexiones sobre algunos puntos.
La primera es que la historia no va a ningún lado. Han cogido un grupo indeterminado de gente, como si fuera un muestreo estadístico, y lo han medio en una especie de ambiente hostil de laboratorio para que el público vea sus reacciones. “¿Y si ahora al piloto se lo come un dragón?” parece que se han dicho los guionistas.
¿Cuál es el punto clave? Que al público, en realidad, no hace falta darle una historia. Los culebrones sudamericanos y los folletines nos lo llevan gritando años y siglos respectivamente: si los personajes “caen bien” al público, es decir, si son carismáticos, da igual que argumentalmente no pase nada. Mientras se nos cuente cómo lo viven ellos, estaremos pendientes de la historia, aunque sea de cartón piedra.
El segundo punto clave, y éste ya se lo imaginará todo aquél que esté indignado por el punto anterior, es que, aparentemente, sí que pasan cosas. ¿Por qué aparentemente? Bueno, termodinámicamente es fácil de ver. De hecho se podría enunciar una especie de cuarta ley de Newton que sería la Ley de conservación del argumento: entre el principio y el final del episodio tendremos un número cualquiera de eventos, pero el número de incógnitas de la historia se mantendrá constante.
Sí, cuando alguien ve Lost, por muchos capítulos que vea, siempre tendrá por delante, o al lado, o ya casi olvidada, al menos una incógnita importante. Lo gordo, lo genial del asunto, ese elemento de cajón de madera de árbol, es la obviedad del sistema. ¿Cómo se mantiene la atención de alguien? Dejando incógnitas. Elemental, ¿no?
Si el público, o el lector en nuestro caso, quiere saber qué ocurre después, tendremos su atención. Es por ello que la gente se engancha a los bestsellers y a los culebrones. Es por ello que en Lost, estadísticamente hablando, nunca hay cambio. Por eso, asimismo, ocurre de todo. Y por eso, principalmente, mataron a Bubún. Roto el mito de la inmortalidad de los protagonistas de las series de entretenimiento norteamericanas, los espectadores quedarían enganchados.
El caso es que expuesto así, todo parece un sistema de mezquinos recursos para ganar audiencia, lo que es el caso hasta cierto punto. Sin embargo, quiero romper una punta de lanza en favor de los guionistas de Lost, porque gracias a su línea transgresora, que ha llevado los recursos narrativos más clásicos hasta el esperpento, he podido reflexionar sobre estos aspectos tan necesarios a la hora de contar historias.
¿Genios? ¿Del mal? ¿Simple dar carrete hasta que baje la audiencia y se cierre sin final la serie? Es pronto para saberlo (o al menos lo es para mí, que no he visto la serie entera). De hecho, para nuestra disquisición es irrelevante.
Esta inclusión de elemento peregrinos en una trama, inflándola cada vez más sin mostrar una línea argumental definida (¿Es CiFi? ¿Es una historia de fantasmas? ¿Es una reflexión religiosa/filosófica sobre el cielo y el infierno, el yin y el yan?), este uso de los recursos folletinescos más allá de donde el sentido común recomienda, se revelará en toda su naturaleza en la última entrega.
Si han jugado limpio, si son los auténticos entusiastas de la narración dando rienda suelta a su creatividad sin cortapisas, al final todo tendrá una coherencia, todo encajará y el espectador quedará satisfecho. Se levantará de la butaca y, con la boca todavía abierta, hará su reverencia. Como se ha comentado en más de una ocasión, todo elemento debe tener su sentido dentro de una historia; al menos, dentro de una buena historia.
Si, por el contrario, se descubre que aquello tenía trampa, cartón y agujero debajo del escenario, los espectadores se sentirán estafados y el mágico arte de contar historias morirá un poco más.
Por supuesto, queda la tercera opción, que en realidad equivale a la segunda: no terminar jamás la historia. Quien no termina de contar una historia, defunciones aparte, es porque no sabe cómo hacerlo, no por falta de interés.
Y ahora que tenemos los elementos para generar nuestra historia enganchando al lector, en nuestras manos está decidir si contaremos una que no tenga pies ni cabeza, o una que solamente lo parezca. A veces, todo hay que decirlo, el mejor recurso no es sacar un conejo de la chistera.
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No conozco ninguna persona a la que no le guste Lost. Da igual estrato social o cultural. Y eso creo que es algo que se debe tener en cuenta a la hora de valorarla.
Para mí Lost es el paradigma del tour de force. Hace comulgar con ruedas de molino al espectador en cada capítulo con ideas más y más descabelladas y éste no sólo lo acepta, sino que lo disfruta y, aún más, lo demanda. Antes de esta serie lo intentaron también The prisoner y luego Twin Peaks, pero ninguna ha conseguido llegar tan alto como Lost (si bien a la altura de la segunda temporada estuvo a punto de fracasar en sus intenciones, por suerte desde la tercera el desarrollo ha sido intachable). Y es que una serie que tiene un capítulo tan inolvidable como The constant sólo puede ser considerada una obra maestra.
Y es que una serie que tiene un capítulo tan inolvidable como The constant sólo puede ser considerada una obra maestra.
Es que ese capítulo era buenísimo, digno de haber sido escrito por un grande de la ciencia ficción.
Pues yo me aburrí lo más grande. Vi la primera temporada y no me gustó. Quitando un par de personajes el resto llega a darme asco. Y en realidad no llega a ninguna parte. Tengo amigos que la siguen y después de muchas temporadas siguen sin saber de que va. Lo único que me resultó interesante es alguna de las historias personales. Y tengo entendido que luego salen personajes más atractivos.
Estoy de acuerdo en varios puntos de tu artículo, pero en ninguno positivo.
Creo que aciertas cuando hablas de un culebrón, porque yo siempre he visto esta serie como un maldito culebrón lleno de secretitos, de amores y demás.
Y no dudo de que los guionistas cogen todas las estúpidas ideas que tienen en un cajon de sastre y las van poniendo sin ningun sentido, sobre la marcha (de hecho en algunos sitios afirman que se hace sobre la marcha para que sea aún más impredecible)
Lost es, sin duda, una jugarreta sucia. Un engaño que sólo funciona porque es del todo incongruente, así claro que mantiene el misterio. Pero lo que los guionistas no advierten (al igual que los inexpertos seguidores de ésta) que lo bonito es darle al espectador un montón de piezas y que él intente montar el rompecabezas, y no marearlo con un monton de incongruencias inconexas sin tener muy (ni muy ni nada) claro el puzle y al final unir las piezas con cola de carpintero, porque lo que es encajar no encajan.
Pero es que ahora los guionistas lo tienen muy fácil para engañar, véase "el efecto mariposa", un film cutre, con un guión pésimo que valdría mejor posiblemente para un corto, pero como tiene ese componente de misterio y esas extrañas incongruencias parece que sea buena.
Creo que esto mismo pasa con lost: ambas empiezan con un monton de huecos sin rellenar, conforme pasa el tiempo van rellenando como se puede y a partir de la mitad, como no se puede sacar nada más empiezan a meter mierda y más mierda para tener contentos a los productores respecto a la duración estimada.
Bueno, podría seguir pero creo que me voy del tema. Sólo insistir en que Lost es un engaño y al que le guste que le engañen, que lo habrá, que la vea, pero creo que la mayoría del público debería olvidarse un poco de las masas y recuperar algo que tal vez no saben si tienen, llamado criterio.
Un saludo
En su día me mostré totalmente de acuerdo con tu artículo pero hoy tengo que rectificar. Han pasado unas cuantas temporadas y lo que parecía una trama hecha a golpes de inspiración y sin un esquema ha demostrado que sí existe ese esquema. Las piezas van encajando y para mí es una de las mejores series, si no la mejor, de este tipo.