Vértigo
Hablamos de la emblemática película de Alfred Hitchcock
Si echamos un vistazo a clasificaciones como la de IMDB, veremos que Vértigo sigue siendo una película muy respetada por el gran público, una de esas obras maestras indiscutibles que continúa calando en los espectadores a pesar del tiempo transcurrido desde su estreno. Sin duda, virtudes no le faltan, aunque tengo la impresión de que se va alejando mucho de aquello que se espera a día de hoy en la pantalla.
En primer lugar, porque la trama es laberíntica y se va cociendo a fuego lento. No hay prisa en el desarrollo, los enganches no son particularmente llamativos, sino más bien un resquemor continuo que hace que la narrativa sea opresiva. La construcción del protagonista, encarnado por James Stewart, se toma su tiempo. Es importante para la historia, porque su padecimiento, esa aversión a las alturas que ha desarrollado tras un episodio traumático, es la clave de todo lo que vendrá después y de cómo viene. La importancia de este elemento es tal que toda la iluminación y los particulares juegos de colores que son la seña distintiva de la película a lo largo de todo el metraje están a su servicio.
En el caso del objeto que articula la trama, interpretado por Kim Novak, tenemos el mismo proceso desarrollado de un modo especular: es un personaje complejo, una imagen, un espejismo (porque parece creado solo en función del protagonista), que presenta varias capas o velos que van cayendo, de un modo equívoco, a medida que avanza la historia, sin demasiadas explicaciones para el espectador, sin miedo a que este sea incapaz de juntar las piezas. Es en torno a este personaje donde se ve más claramente la impronta de la narrativa gótica: un pasado oscuro, parpadeos que apuntan a lo sobrenatural, equívocos, deseo y temor, la transgresión erótica... Porque Vértigo es una película policíaca, pero que está firmemente emparentada con la narrativa de terror más clásica.
Las relaciones que se establecen en torno a estos dos personajes, y los que están fuera de plano, que también tienen una gran importancia, son lo que sustenta todo el avance de la historia. Hay algo hipnótico en el destino fatal anunciado que espera a la damisela en apuros, algo que la hace trascender de alguna manera a su mero papel, sobre todo tras la revelación final. Es curioso el paralelismo con el propio vértigo mencionado en el título y tan profusamente explotado a través de la cámara.
En ese sentido, es curioso que la película funcione todavía. ¿Está el espectador a día de hoy predispuesto al mismo juego narrativo que cuando se estrenó en su día? ¿Ha cambiado algo lo que damos por supuesto cuando nos encontramos a esa mujer atrapada en un destino que no debería ser el suyo? ¿Cómo releer el componente sobrenatural implícito en la trama? Son cuestiones que no puedo dejar de plantearme tras el visionado.
Cuando suenan las abruptas campanadas a la muerte del final, de la mano de una terrible monja espectral, resulta inevitable abordar la cuestión: más allá del desarrollo milimetrado realizado por Alfred Hitchcock, más allá de los recursos visuales pioneros que le valen su derecho a entrar en la Historia del Cien con mayúsculas, ¿qué lecturas tiene todavía Vértigo que la convierten en una película capaz de sobrecoger al espectador contemporáneo?
- Inicie sesión para enviar comentarios