La espada salvaje de Conan: La armadura de Zuulda Thaal

Imagen de Anne Bonny

Reseña del vigésimo noveno tomo de la reedición de Planeta De Agostini

Este es uno de los tomos más particulares y dispares de la reedición con la que Planeta De Agostini ha recopilado la integralidad de la colección La espada salvaje de Conan.

Empieza con La venganza del hechicero, la conclusión de La hija del rey dios, que ya señalamos que era una historia errática en el apartado gráfico. La cosa no se soluciona en esta segunda parte, en la que contamos de nuevo con varios ilustradores: Gil Kane, Luke McDonnell y Zoran Vanjaka. Al menos, Michael Fleisher se mantiene como único guionista, pero la sensación de irregularidad en el dibujo no ayuda a un relato que es relativamente básico: aun con sus requiebros, traiciones, huidas, contraataques y demás, no deja de ser el clásico de meterse en el cubil del brujo para acabar con él, y los cambios en el dibujo no ayudan a centrar la atención y mantener un hilo argumental. No sé qué maldición se cebó en la historia (supongo que tiempos de entrega imposibles) pero el conjunto, sin ser malo, se ve afectado.

La espada salvaje de Conan 29 - La armadura de Zuulda Thaal - Michael Fleisher - John Buscena - Ernie Chan - Gil KanePasamos a El león de las olas, un poema de Alan Zelenetz que viene acompañado de impresionantes dibujos a página completa de Pablo Marcos. La historia en sí no tiene nada de particular: es una oda a la época de pirata de Conan con Belit, pero está muy bien ejecutada y resulta simpático el cambio de formato. La extensión es muy reducida, pero conviene al estilo poético elegido.

De ahí vamos a La armadura de Zuulda Thaal, la historia de Michael Fleisher que da nombre al tomo, la cual está ilustrada con acierto por John Buscema y Ernie Chan. En ella reencontramos al Conan caudillo de los zuagires que saquean las caravanas turanias en las estepas. Nada novedoso, como tampoco lo es demasiado la búsqueda del tesoro (en este caso, armas mágicas) en la que se embarca el cimerio con sus lobos del desierto. Por el contrario, Fleisher aprovecha para dar cuerpo a la Era Hiboria, retomando elementos ya utilizados en historias anteriores y tomándose más tiempo para desarrollar a los personajes, de tal forma que haya un desarrollo con más matices del mismo tema. Además, se nos muestra a un Conan sufriente, que ha de sobreponerse a una situación muy complicada para enfrentarse a un enemigo que, por una vez, lo supera en fuerza, lo que acrecienta la épica de la narración. Son elementos que dan más consistencia e interés al relato y que denotan la madurez que va adquiriendo el guionista.

Como cierre, otra rareza: La escapada del templo, una creación íntegra de Ernie Chan que se puede ver como una compilación de pósters o una narrativa muda de seis planchas en las que un Conan de mirada torva arrostra diferentes peligros para salvar a una hermosa víctima propiciatoria de las garras de fanáticos y bestias salvajes. Un resumen muy claro y gráfico de lo que es, en parte, el género de espada y brujería.

Con estos elementos, La espada salvaje de Conan 29: La armadura de Zuulda Thaal se revela como un tomo irregular, no exento de calidad y, al mismo tiempo, custodio de varias curiosidades llamativas y simpáticas.

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