Casas encantadas, tesoros y niños perdidos
Reseña del libro de Sol Blanco-Soler sobre los casos del Grupo Hepta publicado por Cúpula
Siempre me han encantado las historias de fantasmas. Por desgracia, no he visto nada que me haga pensar que existen de verdad, lo que no impide que me fascine leer al respecto. Eso sí, lo confieso, nunca había abordado un libro de fenómenos paranormales contemporáneos. Hay, supongo, un salto cualitativo, porque una cosa es perderse en las brumas de la ficción o de épocas más ingenuas y otra echar un vistazo a lo que, según dicen algunos, se atestigua a día de hoy. Solo lo señalo para poner en situación al lector ante esta reseña de Casas encantadas, tesoros y niños perdidos.
Desde el propio subtítulo (Los nuevos casos del Grupo Hepta) a la aclaración (¿Hay alguien aquí? II) pasando por el anunció del prólogo (obra de J.J. Benítez) está claro claro que es un libro dirigido a un público ya iniciado, lo que a mí, particularmente, me ha dejado una sensación de no estar al corriente de todo. Confieso que mi único contacto con este mundillo fue una charla en la Semana Gótica de Madrid donde participó la propia Sol Blanco-Soler, algo inusitado porque normalmente estaban más centradas en literatura e historia.
Luego, en sí, la lectura del libro es muy sencilla. Se van exponiendo los casos desde un punto de vista muy personal, como de conversación entre amigos, un poco como hizo la propia autora en la charla donde la vi. Es más parecido a un anecdotario compartido en la sobremesa de una cena o a las confidencias en un bar que a un ensayo sobre el tema de las casas encantadas. El tono es muy cercano, muy alejado de las jergas técnicas del ocultismo, que diría M.R. James, de a pie de calle. Supongo que buena parte del encanto reside en ello: en la sensación de cercanía. Los casos, además, van acompañados de fotografías, que ayudan a visualizar mejor las anécdotas.
Hay señalar también que hablar de “casos” es un poco desmedido. No hay documentación, ni desarrollo, ni hipótesis contrastadas, ni nada en realidad. Es un “lo tomas o lo dejas” contado con llaneza que no busca justificar ni aventurar explicaciones a los hechos expuestos. No es un ensayo científico (tampoco paracientífico, ojo) ni un estudio siquiera de los supuestos fenómenos paranormales: solo el testimonio de la autora y su grupo de investigadores.
En este sentido, es posible que lo más sugerente del libro en sí sea la existencia del Grupo Hepta y poder echar un vistazo a lo que se llevan entre manos. Es un poco como cotillear en algo muy improbable: un equipo contemporáneo de investigadores de lo paranormal. Al mismo tiempo, como digo, hubiera sido deseable algo más de sustancia aunque fuera sobre su dinámica de trabajo.
Así, en conjunto, Casas encantadas, tesoros y niños perdidos se queda como un libro entretenido, que nos deja entrever una visión distinta de España, pero que se queda en anecdotario de alguien que sostiene haber tenido algunos encuentros paranormales (o haber oído de los mismos a gente implicada en primera persona), pero que no hace ningún esfuerzo por justificarlos o analizarlos.
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