Festín de cuervos
Reseña de la novela de George R.R. Martin publicada por Gigamesh
La primera trilogía de Canción de hielo y fuego, compuesta por Juego de tronos, Choque de reyes y Tormenta de espadas, mantenía una estructura de novela río que, a pesar de su creciente caudal, avanzaba de un modo evidente en una dirección concreta. En Festín de cuervos este caudal es tan grande que parece que hayamos desembocado en un océano. Sin embargo, personalmente, tampoco tengo la impresión de que nos hayamos quedado estancados en unas marismas, sino que hay que aceptar que la linealidad de la historia ha sucumbido a las numerosas corrientes que, de una manera inevitable, afectan a una obra con tantos puntos fuertes, de interés.
Quizás, en este sentido, me hubiera arriesgado a ir un poco más lejos y no hubiera separado por personajes, como optó George R.R. Martin, los tomos cuarto (el presente) y el quinto. A falta de leer este último, me inclino a pensar que hubiera disfrutado igualmente con un equilibrio quizás más precario en el sentido de hacer avanzar una historia pero más completo en cuanto a dejarnos disfrutar de todo el escenario, al que nos había acostumbrado en las tres novelas precedentes.
Porque esta es la particularidad de Festín de cuervos. Si en los tres primeros libros nos acostumbramos a que todos los personajes están bien perfilados, motivados y, por lo tanto, el entramado de intrigas va siendo cada vez más complejo y apasionante, quizás deberíamos aceptar también el precio de que, en un momento dado, el universo de Canción de hielo y fuego es descomunal y no puede tratarse del modo habitual en las sagas de fantasía.
Después del impresionante clímax de Tormenta de espadas, por el contrario, nos encontramos una solución de compromiso: poner el foco en la mitad del reparto, principalmente en las Islas del Hierro, El Nido de Águilas y Desembarco del Rey. Sería muy osado decir si es una opción necesaria, acertada o incluso inevitable, pero sin duda marca un cambio de estructura notable respecto a las novelas anteriores que no se puede pasar por alto. Al mismo tiempo, si no estamos contentos con el enfoque, la solución es sencilla: nada impide abordar la lectura alternada del quinto volumen.
Por lo demás, en cuanto a prosa, complejidad de la historia, riqueza del escenario giros argumentales, etc., no hay nada que reseñar que no hayamos reseñado ya: George R.R. Martin ha mostrado largamente su maestría en cuanto a conjuras palaciegas y uso de la historia en el terreno fantástico y sigue en estado de gracia a la hora de captar la atención del lector. De hecho, las protestas vienen de la impaciencia de saber qué ha pasado con los personajes predilectos de cada cual, pero en Poniente las noticias no van siempre tan rápido como uno querría. Menos mal que no nacimos en la Edad Media...
En resumen, es comprensible que Festín de Cuervos haya soliviantado a algunos lectores, pero no se puede negar su gran calidad, como tampoco se puede obviar los problemas a los que se enfrentó George R.R. Martin a la hora de escribirlo. Quizás da la impresión de cierto bajón frente a la entrega precedente, algo fácilmente comprensible viendo el calado de Tormenta de espadas, pero, para mí, no es más que un respiro para reorganizar la piezas antes de acometer una nueva jugada maestra.
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