Dagón: la secta del mar
Reseña de la película inspirada en los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft
Dagón: la secta del mar es una película inspirada en los Mitos de Cthulhu creados por H.P. Lovecraft y sus seguidores, aunque no pretende ser la adaptación directa de ninguna historia en concreto. Sí que se encuentran ecos que serán fáciles de identificar por los aficionados, desde el nombre de la localidad donde se desarrolla la acción, Imboca, a la propia estructura de la trama. Esto da una libertad narrativa que facilita un buen acabado al conjunto de la película.
Para los que no sepan nada del de Providence, su obra y la mitología que de esta derivó, podemos resumir el trasfondo hablando de horror cósmico: no se trata tan solo de que haya monstruos, gente malvada y situaciones de peligro a las que se verán confrontados los protagonistas, sino que, como telón de fondo, tenemos que el ser humano no es más que algo insignificante comparado con algunas fuerzas con las que tenemos la desgracia de cohabitar en dimensiones que, en ocasiones, se encuentran demasiado cercanas.
En este punto, Dagón: la secta del mar funciona bien. Aunque casi todo el desarrollo de la historia es propio de un survival horror que podría haberse situado en cualquier otro trasfondo, nos encontramos con los suficientes detalles y elementos bien encajados para que la propuesta cuaje con la esencia de los Mitos de Cthulhu sin que resulte forzada. En conjunto, de nuevo, la película funciona.
En los detalles, por el contrario, hace aguas. No me refiero a los guiños, que si bien son innecesarios se agradecen y resultan simpáticos, sino a la puesta en escena. Por un lado, se percibe una cierta precipitación que rompe la atmósfera opresiva. Da la impresión de que hay demasiadas ganas de meterse en harina. Así, cuando la sobrenatural tormenta estalla nada más empezar, resulta chocante que los náufragos piensen en llamar a la policía. ¿A la policía? ¿Para denunciar al hombre del tiempo o qué? Bien, el espectador ya sabe que las cosas van a ir mal, pero se supone que los personajes no.
Esta precipitación se va contagiando a todo: no da tiempo de angustiarse en el hotel, no da tiempo de inquietarse con la iglesia ni con el pueblo y, por no dar, no da ni tiempo para saber qué demonios pretende el protagonista más allá de correr como un pollo descabezado.
El tema es que aquí podrían haber encontrado un buen filón: tras la escena del cerrojo, que es una genialidad absurda a más no poder, se podría haber continuado con un tono paródico festivo en la línea de El ejército de las tinieblas, pero no terminaron de dar el salto. Y esto sí, me temo, es un problema global: con Dagón: la secta del mar no terminas de estar seguro de a qué carta quedarte, y eso repercute en el disfrute de la película.
Es una lástima, porque las actuaciones, dentro de lo muy limitado del guión y la escasez de diálogos de fondo, son solventes, y los efectos especiales, a pesar de que es un apartado que envejece demasiado rápido y en el que nunca hay suficiente dinero (motivo para buscar una alternativa) no dinamitan una puesta en escena muy acertada a nivel estético y que nos muestra una Galicia soberbia.
Así, nos queda una buena película de ¿terror?, respetuosa con y conocedora de las fuentes originales, a la que le ha faltado apenas un poco de cocción, quizás de osadía, para convertirse en algo memorable.
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