Las cenizas de Ángela

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Reseña de la novela de Frank McCourt publicada por Maeva

 

Escribir sobre las propias vivencias es un arma de doble filo. A priori se podría pensar que con haber tenido una existencia muy marcada debería bastar para atraer la atención de la gente, para apasionarles o conmoverles con lo que te ha sucedido. Pero no es suficiente. Para que el drama realista funcione hace falta saber contar las cosas y haber sabido asimilarlas. Eso es lo que hace grandes algunas obras que hablan directamente de sus propios autores, obras como Las cenizas de Ángela.

Frank McCourt se mostró muy sorprendido con la acogida que tuvo esta novela, su primera publicación. Se trataba de una historia casi autobiográfica, de sus vivencias de infancia y adolescencia noveladas. La existencia de un niño irlandés cuya familia, atrapada en la pobreza, se ha visto obligada a emigrar a Estados Unidos y luego de vuelta a Irlanda no le parecía a él, claro, ni más ni menos interesante que la de otros tantos miles de niños que vivieron su misma situación u otra paralela.

¿Qué hizo que Las cenizas de Ángela llegara a sintonizar con tantos miles de personas en todo el mundo? La mirada aguda y la sensibilidad del autor. A través de sus ojos nos convertimos en los espectadores privilegiados de un mundo que se cae a pedazos, pero no ejercemos como unos turistas curiosos, sino que nos vemos implicados emocionalmente con la narración; compartimos todos los momentos, los buenos —las escapadas con los amigos, los juegos con los hermanos, las alegrías— y los malos —las penurias, el hambre, la desesperación de una madre—, e intentamos entender una época y una situación donde un niño podía trabajar repartiendo carbón y tenía compañeros de clase que no tenían zapatos e iban rapados para evitar los piojos.

Nos asomamos a una Irlanda desecha, llena de ideales y sueños, pero devorada por el alcoholismo, el hambre, la desesperación... Visitamos las casas de caridad, las tabernas donde se mata el hambre a base de cerveza negra, imaginamos cuánto puede llegar a desearse un fish & chips.

La prosa de McCourt es sencilla y eficaz. La narración discurre de un modo lineal pero llevado con mucho acierto: el autor sabe seleccionar los episodios que narra, el anecdotario, para que en la lectura de Las cenizas de Ángela la atención no decaiga en ningún momento. Al final quedas satisfecho aunque hubieras querido saber más de una persona a la que has terminado por coger aprecio.

Una novela, en definitiva, tan interesante por su lado humano como por su lado histórico y social que, además, está escrita con mucho acierto. Muy recomendable.

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