Revista Sable #1
Reseña del primer número de la revista internacional para la imaginación
La Revista Sable es quizás la superviviente con más antigüedad que queda de las revistas de género fantástico en España. Este primer número, editado por Fermín Moreno y Fernando Ibargüen data nada menos que del 2003. Esta no es su única característica llamativa. Cuenta también con un formato A4 impresionante, ilustraciones de cubierta y contra a todo color que parecen pósters, ilustraciones para acompañar los relatos y, también, cómics. Además, buena parte de los autores son extranjeros.
Abre el número Karma, un relato de ciencia ficción que resulta aterrador por el desasosiego que genera y la terrible vuelta de tuerca final. La obra de Jean-Pierre Planque, ilustrada por Andreas Rocha y traducida por Fermín Moreno, discurre en su primera mitad como una historia de suspense que va planteando cuestiones. Las respuestas llegan en una segunda parte menos llamativa en cuanto a narrativa, pero aplastante en cuanto a concepto.
A continuación, Puerta al invierno, de Jonas Lenn sigue esta curiosa combinación de ciencia-ficción y suspense-terror con una estructura de ghost story y muchos guiños a las historias de aparecidos. Una delicia de cuento que viene ilustrado por Carmen Yus y traducido por Anne-Sophie Levilain-Clément y Fermín Moreno.
El cómic Doe, de Cali, sirve de intermedio. Se trata de una historia de presentación de un personaje muy sugerente. Aunque su faceta de cazador de seres infernales apenas se entrevé durante la narración, el apartado estético y el buen uso del pasado del protagonista para darle cuerpo te deja con ganas de seguir las andanzas de este. Un trabajo muy compacto y conseguido.
Con Disfraz, de Sergio Hartman, completamos la trilogía de ciencia-ficción inquietante, aunque en este caso el cierre nos lleva más a la distopía y el escalofrío social que al terror propiamente dicho. Acompañada por ilustraciones de DeDe Sorensen, la historia parece un mero viaje en metro que sirve de escaparate para algunas miserias humanas. El cierre te pilla con la guardia baja, sin duda, a pesar del título.
Acto seguido, La vieja mansión, escrito por Melissa Ballasch e ilustrado por Andreas Rocha, nos devuelve a un suspense más clásico, de tintes poéticos y una estructura circular que no por conocida pierde fuerza. Un aperitivo delicioso antes de pasar a...
Foster el Andarín, de Clint Wilson, un relato traducido por Soraya Picado e ilustrado por Mitch Anderson que al principio parece que va a ser una historia de fantasía épica pero que va basculando hacia senderos más siniestros a medida que avanza como quien se pierde en el bosque. La atmósfera está muy conseguida, aunque quizás le hubiera venido un final algo más pausado o desarrollado para que el ajuste de piezas no resultara tan oportuno.
Nuevo interludio de microrrelato con Mi turno, de Nico Bally, con traducción de Fermín Moreno e ilustración de Mickael Leprêtre. Se trata de una pieza de realidades dislocadas, de esa cotidianidad donde algo falla y de repente la lógica se quiebra. El ingenio del autor y su simpatía te arrancan una sonrisa algo inquieta.
Pasamos al cómic de Canizales Soy el Rey, que nos presenta su primer capítulo. Llamativo tanto por la estética como por la composición y el guión, funciona muy bien gracias al tratamiento humorístico de los tópicos del género. Se echa en falta, no obstante, que sea una historia completa. Se entiende, sin embargo, dentro del enfoque de continuidad de la publicación.
El caso Sandra Lion, de Philippe Heurtel, traducido por Fermín Moreno e ilustrado por Ingi Jensson, parece más clásico al principio... hasta que ves qué demonios está encajando realmente debajo de esa historia de novela negra tan canónica. Al final, en realidad, no lo es tanto, y esa es la gracia del asunto, así que guardaremos secreto sumarial al respecto.
Cambio de tercio con Piratas, de Jaime Asensi, un cómic desbocado, poético, sugerente y estrafalario que muestra el arrojo de la Revista Sable como publicación. Seduce por su frescura.
De ahí pasamos a un clásico, Cuatro bestias en una: el hombre camaleopardo, de Edgar Allan Poe, con ilustraciones de DeDe Sorensen y traducción de Cristina Bugallal y Fermín Moreno. El relato es una curiosidad absoluta por su corte mitológico y algo zascandil, un contrapunto peculiar que nos revela una faceta poco conocida del autor. Me descolocó bastante.
Ya como cierre, el relato breve Cortesía, de Calíope, ilustrado por Carlos Gómez, que resulta agradable de lectura pero algo inconexo en su desarrollo, también ubicado dentro del suspense, y la tira cómica Desde la cripta, de Laf, concisa y macabra y con una acertada estética.
En conjunto, el primer número de la Revista Sable es un compendio que ha envejecido muy bien. Original en el conjunto, variado con cierta tendencia a lo oscuro, con material de calidad y una ejecución elegante, destaca por lo cuidado de la edición sobre todo en cuanto a traducciones y corrección de estilo y por el ingenio de la mayor parte de sus argumentos. Una pieza a redescubrir.
- Inicie sesión para enviar comentarios