Una red para pescar sirenas

Imagen de Anne Bonny

Reseña de este descarnado cómic de Emilio Martínez González

Una red para pescar sirenas es un cómic crudo. Si alguien espera encontrar aventura, erotismo o esperanza en sus páginas, es mejor que desista. Todo el arte del autor está dirigido a retratar la situación tal y como es: desesperanzadora. Y arte tiene para rato.

 

Desde la primera página entramos en una espiral de violencia y horror ininterrumpida. No se trata de que salte mucha sangre o salgan monstruos, sino todo lo contrario. Todo es cotidiano, todo es realista; todo es, por ello, terrible.

 

A pesar de todo, esta sórdida historia que retrata las redes de prostitución de mujeres del Este en nuestra Europa Occidental no está exenta de un cierto lirismo, como se pone de manifiesto desde el propio título del cómic. Gracias a ello, es posible digerir todo el horror mostrado y, por ello, la denuncia realizada tiene sentido y resulta efectiva. De poco serviría que los lectores se espantaran hasta tal punto que abandonaran la lectura.

 

A este respecto es especialmente interesante la estructura del cómic y la poesía –oscura- que encierran sus títulos. A modo de presentación se nos muestra el escenario donde nace esta cadena de miseria: un país azotado por la guerra. Es la naturaleza muerta, la tierra arrasada que ya no resulta acogedora.

 

De este lugar intenta escapar la protagonista, buscando los resquicios en la agobiante maquinaria de un sistema en ruinas, corrompido, donde impera un espíritu carroñero. Ritmo lento es el título de esta parte agónica que nos enseña por qué alguien es capaz de meterse en la boca del lobo soñando que será, por el contrario, una puerta a un mundo mejor.

 

Después de este comienzo, llegamos al único lugar posible, al que desde nuestra posición privilegiada de lectores sabemos que llegará la protagonista enzarzada en su día a día, en su círculo de sueños y esperanzas: A las puertas del infierno. Inmersa ya en las redes de prostitución, vivimos su tragedia, su inicio en la espiral descendente.

 

Sueños caducados es la puntilla al ánimo del lector. Aquí ya no hay concesiones. A estas alturas de la historia ya hemos asumido que el horror está allí y que, más allá de la ficción de las páginas, retrata una realidad que no por sórdida es fantasiosa.

 

Como cierre a este escalofriante cómic tenemos, a modo de epílogo, Círculo vicioso, el recordatorio de que ésta no es una historia aislada. Las conciencias no se pueden amparar en el “tuvo mala suerte en la vida”, puesto que la maquinaria que genera toda esa mala suerte ha sido puesta al descubierto.

 

En Una red para pescar sirenas ha sido crucial, a mi parecer, la elección del tipo de dibujo. El utilizado por el autor, Emilio Martínez González es crudo como su propia historia.

 

Los trazos son agresivos, expresivos, y las viñetas se llenan de vacíos y de sombras. Es un dibujo directo, que toca directamente en los sentimientos yendo más allá del alarde figurativo. Los textos, minimalistas, son tan descarnados como el resto. Se leen como agujas, como sentencias. Cada letra parece impregnada de emoción.

 

De este modo, el conjunto resulta tremendamente efectivo, perturbador, y lo que es más importante y para nada trivial teniendo en cuenta la temática: resulta acertado. No hay frivolidad en sus páginas. No hay moralinas fáciles. El autor ha trascendido a su propia visión para convertirse en una simple cámara que retrata el drama de la protagonista relegando el resto a un plano secundario. Los demás personajes intervienen como aparecidos y los escenarios se desdibujan hasta convertirse en el fondo anónimo de la pesadilla.

 

Visto el interesante trabajo desarrollado en este cómic, resulta de especial interés el dossier incluido al final del mismo –el Backstory-, en el que el autor nos explica de un modo sencillo y directo las claves y el desarrollo de su trabajo. Un breve documento que será de gran interés para todos los aficionados a hacer sus propios cómics.

 

Sin lugar a dudas, un trabajo notable el de este autor.

 

 

Sinopsis (Cortesía de Ediciones De Ponent)

 

Anila, una joven aspirante a bailarina, vive en un país de Europa balcánica que ha sufrido las consecuencias de una cruenta y terrible guerra civil. La economía deprimida y las escasas oportunidades que encuentra en su país le animan a tomar la determinación de buscar un mejor futuro en el extranjero. Es entonces cuando sin sospecharlo entra en contacto y cae en las redes de una organización criminal dedicada al tráfico y prostitución de jóvenes mujeres. Anila, persiguiendo un sueño despierta dentro de la peor pesadilla.

 

Autor

 

Emilio Martínez González: Caracas (Venezuela), 1959. Cursa estudios de Arquitectura en la Universidad Ávila y de Publicidad en el Instituto Universitario de Nuevas Profesiones donde obtiene el grado de Técnico Superior Universitario en Publicidad. A partir de entonces comienza a trabajar como ilustrador, storyboarder y Senior Art Director en varias agencias de publicidad, entre las que destacan Leo Burnett Advertising y McCann-Erickson.

 

Su trayectoria profesional le lleva a desempeñar el cargo de Advertising and Promotions Coordinator en Ford Motor Andina. Paralelamente, en 1993 publica su primer cómic "El Hombre del Cadillac" en el suplemento cultural dominical Letra "G" del diario "El Globo" de Caracas (Venezuela). En España toma contacto con el cómic como forma de expresión y denuncia, aprovechando su enorme potencial como plataforma de comunicación para contar historias de gran contenido social que se desarrollan en un entorno familiar y cotidiano pero altamente conflictivo. Actualmente está residiendo en España y se desempeña como ilustrador freelance y storyboarder trabajando para varias casas productoras y agencias de publicidad.

 

Su sitio web: http://www.emiliomartinez.es

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