La isla
Reseña del juego conocido también como Survive: Escape from Atlantis! de Julian Courtland-Smith
Hace unos meses, cuando estábamos en la casita de los abuelos en Normandía, descubrimos que alguien había dejado un juego en el desván. Como mostraba la cubierta, trataba de escapar de una isla que se va hundiendo, y nos resultó tan entretenido que cayó una partida tras otra durante las vacaciones. Cuando he decidido escribir la reseña, me he encontrado con que parece tener varios nombre según las ediciones. En la francesa que jugamos nosotros era The Island (La isla), pero por lo visto también se llamó Survive: Escape from Atlantis! (¡Sobrevive: Escapa de Atlantis!, o algo así). El caso es que no sé cómo lo habrán llamado en España, pero parece que la cubierta la han conservado y, francamente, merece mucho la pena.
Se llame como se llame, La isla tiene un concepto muy sencillo: va de una isla que se hunde por algún tipo de catástrofe natural (o maldición) y nuestro objetivo, seamos aguerridos cazadores de tesoros o condenados atlantes, es salir de ahí pitando y llegar hasta las islas adyacentes. Para ello, nuestros supervivientes tienen la opción de cruzar a nado el agua que las separa, algo lento y peligroso, o montar en alguno de los barcos disponibles, en los que caben solo tres personas, por lo que habrá peleas por montar en ellos, y que tienen la ventaja de que otro jugador puede desplazarlos por ti, por lo que ir de polizón facilitará la tarea de salvar a tu propia gente.
Por si no lo habéis adivinado, se trata de un juego competitivo. Es un sálvese quien pueda y gana la partida quien saca del aprieto a más personajes de su color. Los peligros son los tiburones que se comen a los nadadores, las ballenas que pueden volcar los barcos y una serpiente marina capaz de devorar lo que se lo pone por delante.
La mecánica de juego es muy sencilla e intuitiva y pasa por ir quitando hexágonos de la isla y revelando lo que esconden debajo (que es lo que hace mover, por ejemplo, a los animales marinos, aunque no únicamente: también hay cosas como el volcán, que marca el final de la partida). Así, se combinan las decisiones de los jugadores con unos eventos en buena parte aleatorios, ya que no sabes qué hay debajo de cada hexágono hasta que le das la vuelta.
Lo de los hexágonos de isla es muy sugerente e ingenioso. Hay de tres tipos: playa, selva y montaña, y se van retirando por orden (primero se hunden las playas, luego la selva, luego la montaña), lo que da mucho ambiente al tiempo que precipita ordenadamente la acción: al principio podremos mover a nuestros peones por tierra firme hacia los barcos, pero en un momento dado se quedarán aislados o incluso verán la tierra desaparecer bajo sus pies. El caos y la desesperación van en aumento, porque los eventos van en consonancia, lo que acentúa la sensación de contrarreloj.
Así, La isla es un juego de estrategia que tiene una reglas muy sencillas (he jugado con niños de cinco años, a partir de ocho con bastante lógica y criterio) y que al mismo tiempo dejan bastante espacio para la táctica. No tiene grandes sutilidades y el factor azar es muy importante, pero lo compensa con lo resultón del escenario y lo emocionante que resulta. Las partidas, además, son rápidas a pesar del despliegue de tablero y peones que hay. Francamente, fue un feliz descubrimiento que nos entretuvo unas cuantas tardes. Atención a los piques: hay quien se toma mal que desvíen los tiburones hacia sus náufragos...
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