Obra maestra absoluta de todos los tiempos.
¿Quién engañó a Roger Rabbit?
Novela negra, conejos y dibujos animados de la mano de Robert Zemeckis
Esto se trata de coger una idea peregrina —que las películas de animación se graban con dibujos animados como actores, algo que se presenta de un modo magistral en la primera escena / cortometraje— y, a partir de ahí, afianzando bien esa base, contar una historia de novela negra.
¿Quién engañó a Roger Rabbit? es, como todos los grandes homenajes —y una buena parte de las parodias de calidad—, una obra fiel al milímetro al género que trata. La única diferencia, aunque sea grande, llamativa y determinante, es que se cambian en algo las reglas del juego. Así, la clásica trama de un caso aparentemente simple que termina liando a los protagonistas y los aboca a descubrir algo mucho más grande y siniestro se ve transmutada por la presencia protagónica de un conejo. Uno de dibujos animados.
Tenemos al detective en horas bajas, la femme fatale, los sicarios, los poderosos, la ambición, los engaños, el misterio... pero en una clave nueva porque ¿Quién engañó a Roger Rabbit? no se limita a meter dibujos animados en una película al uso, sino que cambia la lógica de la misma para adaptarla a ese mundo fantástico en el que cohabitan los dibus con los humanos.
Esto es algo que al principio solo se vislumbra, que parece anecdótico, una particularidad para sacar unas cuantas risas al espectador con escenas como la de hacer manitas, pero que poco a poco va cobrando fuerza y hundiéndonos en la trama para mostrarnos su calado. Cuando por fin visitamos Dibuliwood —algo ineludible a todas luces desde que arranca la historia—, los fuegos artificiales estallan en todo su esplendor y se nos revela el ingenio y la precisión del guión.
Sí que es cierto que esta fidelidad al género de novela negra descoloca en cierta medida a los espectadores más pequeños, que no terminan de entender la tensión sexual subyacente —a veces en primer plano; no, esa no es su mamá—, el trasfondo siniestro que vehicula la historia de tocar fondo y redención del protagonista o los tejemanejes políticos y económicos tan propios de estas narraciones. Poco importa: tienen muchos otros elementos para disfrutar de otro nivel de visionado en el que encontrarán cameos viejos conocidos —nunca mejor dicho lo de viejos—, escenas de caídas y golpes delirantes o fascinantes combinaciones de realidad y ficción con, cómo no, algunos números musicales. Gags como el de narices no rima con derrotas son de quedarse grabados en la memoria.
También hay que decir que ¿Quién engañó a Roger Rabbit? ha envejecido envidiablemente. Sí que es cierto que leyendas urbanas como que el pobre Bob Hoskins enloqueció durante el rodaje por oír voces por doquier ya no consiguen colar, pero queda ese toque de artesanía de otra época bien hecha que hace el visionado muy agradable.
En definitiva, una de esas películas míticas que se han ganado su lugar en la memoria de la gente: un buen guión, un planteamiento original y bien plasmado, unas actuaciones de lujo y todos los medios de una época para retratarse a sí misma.
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Me encantó de crío y me sorprendió mucho comprobar hace poco lo bien que ha envejecido.
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