The Sandman. Volúmenes 1-3

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Una serie de la que no has oído hablar en tu vida...

 

1. No, en serio, qué podemos decir a estas alturas de The Sandman. Si no lo has leído, seguro que conoces alguno de sus muchísimos spin-offs. O has leído unos cuantos libros de Gaiman. Demonios, seguro que has visto Stardust o Coraline. Neil Gaiman ha extendido su sombra hasta lograr la omnipresencia en el género fantástico. Allá donde no llega él se encuentran sus sucesores, aplicados en mayor o menor medida en la tarea de combinar la fabulación con el culteranismo y la melancolía. Y si aún sigues virgen, Joseph Gordon-Levitt tiene la solución. Así, pues, qué quieres que te contemos, qué.

Bueno, sí podemos decirte qué nos llamó la atención al leer Preludios y noctunos, el primer volumen de la serie: no deja de tener su gracia que las andanzas de Morfeo, imponente tótem para toda una generación de lectores de cómics, vaya creándose sobre la marcha, ante los ojos del lector, cogiendo en sus primeros capítulos elementos de lo más diverso, más por necesidad que por gusto. The Sandman (o, mejor dicho, Gaiman) se valió de figuras tradicionales de DC hasta que hubo cogido la suficiente altura como para desarrollar su propio universo. Ahí están, por tanto, Demon, la JLA o John Constantine. También, como Jamie Delano en la entonces naciente Hellblazer, tomaría aires terroríficos cercanos a Clive Barker y su Nueva Carne para capítulos como Abierto toda la noche o Coleccionistas. Gaiman, quizás inexperto pero desde luego sobrado de talento, se adaptó perfectamente a esta temática, realizando unos episodios escalofriantes.
 

2. ¿Qué es, entonces, The Sandman? Podríamos afirmar que fue el proceso de maduración de Neil Gaiman, hasta entonces poco ducho en las narraciones extensas. Aquí, el guionista opta por volcar sus filias particulares, dotando al conjunto de una atmósfera aglutinadora que marcó a la serie y al sello en el que se publicó. Es decir: The Sandman, poliedro en movimiento, es a ratos una fábula, un cuento macabro, un relato superheroico o una ensoñación infantil, pero se mantiene uniforme gracias a su tono; a menudo contemplativo, siempre atávico. A diferencia del eterno retorno de los cómics de superhéroes o de la concreción de una novela gráfica, Gaiman nos mece por estos tres primeros volúmenes con una excusa argumental laxa (Morfeo tiene que poner en orden su reino tras liberarse de su prisión) con la que disimula esa falta de rodaje en las series de larga duración.

Ya lo hemos dicho: Sandman y Gaiman, creación y creador, crecen ante nuestros ojos. Ni siquiera hay necesidad de que Morfeo sea el personaje principal de lo que se cuenta en todos los episodios, porque en ellos el verdadero protagonista es la narración. Si la fijación de Alan Moore son las estructuras del lenguaje y Grant Morrison busca una y otra vez las permeabilidades entre realidad y ficción, Neil Gaiman tiene intereses mucho más terrenales. El creador de Neverwhere es, ante todo, un cuentacuentos. Un cuentacuentos estupendo, por cierto. Así lo demuestran narraciones tan variopintas como Historias en la arena, El sueño de una noche de verano, Hombres de fortuna o Un sueño de mil gatos. Con una presencia bien tangencial de Morfeo en todas ellas e independientes en gran medida de la narración central, son quizás las que mayor impronta dejan en el lector.

En cuanto al dibujo, bueno, digamos que pocas veces suele hablarse de Sandman por su dibujo. Salvo contadas excepciones (Michael Zulli, Charles Vess, Craig Russell, Talbot), en su mayoría nos encontramos con dibujantes que admiraban en la lejanía el imponente trabajo de Totleben y Bisette en Swamp Thing, sin alcanzar nunca la delirante inventiva de estos en el diseño de página. Señal de esta importante carencia es que, cuando Gaiman ha vuelto en los últimos años a escribir sobre Morfeo, lo ha hecho acompañado de algunos de los mejores artistas del medio (Manara, Sienkiewicz o Quitely en Noches Eternas; J.H. Williams III en la inminente The Sandman: Overture), como queriendo cerrar una herida demasiado tiempo abierta.

ECC ha optado por una edición libre de aditivos (quedan fuera, por tanto, Noches Eternas y el resto de adornos), pero recoloreada y muy bien complementada con textos a cargo del propio Gaiman, bocetos, guiones… Además, su precio es bastante ajustado y su cadencia permite terminar la colección en menos de un año. En otras palabras, si aún no has leído esta serie, este es tu momento.

 

3. Vertigo ha dado obras tan importantes o carismáticas como Predicador, 100 Balas, Transmetropolitan, Los Invisibles o Scalped, pero ninguna ha logrado ni por asomo ser tan influyente como The Sandman. Por ello, ayer despertó multitud de amores exaltados que llevaron a los odios tontorrones de hoy (relamida, mustia, de una referencialidad hueca…). Una lectura libre de apriorismos desvela que estos tres primeros volúmenes contienen un buen número de momentos sobresalientes paridos por un escritor con ganas de trascender mucho y bien. The Sandman y Gaiman buscan seducir desesperadamente y lo consiguen; ¿qué tiene eso de malo?

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Patapalo
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Muy acertada la reseña. Una de estas obras insoslayables si te gusta el fantástico y/o el cómic.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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