El matrimonio de los peces rojos
Reseña de la antología de Guadalupe Nettel publicada por Páginas de espuma
Hay libros que, cosas del destino, los empiezas con el pie izquierdo. Es lo que me pasó a mí con El matrimonio de los peces rojos, la antología con la que Guadalupe Nettel ha ganado el Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero. Los motivos, dos que venían en bandeja de plata ya en el primer relato: después de haber vivido muchos años en Francia —y buena parte de ellos en París— me es imposible leer un texto ambientado ahí sin que me salten todas las alarmas y, para completar el cuadro, yo mismo había editado un relato que utilizaba el mimetismo entre animales y humanos para articular la trama: Simetría entomológica, de Manuel Mije, publicado en la antología Calabazas en el Trastero: Arañas.
Por supuesto, de esto no tiene ninguna culpa la autora. Sí, por el contrario, de que siguiera leyendo hasta el final. Y es que a pesar de haber empezado con el pie izquierdo, la antología me enganchó. A priori podría parecer que cinco relatos en torno a ese juego de espejos entre personas y las criaturas con las que comparten hábitat podría terminar por resultar reiterativo. No es el caso: Guadalupe Nettel puede repetir recursos, pero no repite ni tono ni trama. En cada una de sus historias nos adentramos en personajes que tienen poco que ver entre ellos y, con el mosaico completo, obtenemos un interesante retrato social.
La estructura de El matrimonio de los peces rojos es también muy acertada. Abrimos boca con El matrimonio de los peces rojos, cuya historia gira en torno a un embarazo y la convivencia matrimonial, y seguimos con Guerra en los basureros, protagonizada por la infancia, y Felina, que vuelve sobre la idea de la maternidad. Se forma así, en cierto modo, un preludio vital que se completa con Hongos y La serpiente de Beijín, dos historias sobre las relaciones de pareja —particular ya abordado en el primer relato— en estadios vitales más avanzados, más propios de la madurez. Al final, da la sensación de haber contemplado distintas fases de la vida con la excusa de esas interacciones con los otros cohabitantes de nuestra existencia.
La antología destaca más por la efectividad de la prosa y la estructura de los textos que por la propia belleza formal de la primera: la autora se muestra una buena narradora, casi pragmática, y adopta un tono algo distante que, lejos de restar fuerza a sus historias, las hace más cercanas, más creíbles, más cotidianas.
De este modo, El matrimonio de los peces rojos se configura como una obra sólida y tan bien planeada como ejecutada, que deja ver su propio modo de hacer literatura sin grandes aspavientos y con una voz serena.
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