Artículo de opinión de Canijo sobre maneras de despuntar en el mundillo literario
Ah, China, qué gran país, qué gran cultura milenaria, y qué de gente, por Dios. Se ve que de últimas andan un poco apretados y tienen que salir fuera para desgracia, entre otros, de bazares, tiendas de desavío, droguerías y las antiguamente conocidas como tiendas de veinte duros (cuando eso tenía sentido). Como dijo Mao, el día que los chinos taconeen todos a la vez, va a temblar el mundo; lo que se olvidó de decir es que el día que salieran a negociar, la que iba a temblar es la economía, y ya está empezando con los escalofríos.
Ya no sólo inundan el mercado con ellos, sino que ahora montan sus propios negocios para quitarse de en medio intermediarios a la hora de hacernos llegar esos productos tan malotes y de escasa esperanza de vida (creo que allí el término “control de calidad” se suele usar en una broma referente a los occidentales) pero que salen baratos y nos hacen el apaño, nos sacan del apuro alguna que otra vez con sus horarios eternos, alimentan la compra compulsiva en ciertas personas y me dan a mí oportunidad de enlazar un tema gracias a su proverbial falta de calidad y valor.
De eso va lo que sigue, de escasez de valor, de inmediatez en el peor sentido de la palabra, de falta de calidad. Como escribió Ernesto Fernández (Weiss) en una de las entradas de su blog, todo el mundo, en mayor o menor medida, en unos ámbitos u otros y cada uno como le sale, juega a ese ancestral juego ahora conocido como marketing. Sí, hombre, desde los tres apuntes poco realistas o la foto “buena” que pones en el currículum, pasando por el conjunto con el que sales en busca de pasiones hasta llegar al rótulo multicolor que acaba de colocar el de la frutería de la esquina. Se trata de presentar tu producto, el que sea, de la mejor manera posible para que atraiga al mayor número de “interesados”. Luego el interés se podrá diluir en una realidad poco acorde con la imagen dada, pero el primer paso en el camino de la venta ya está dado, lo que no debe ser poco cuando todas las marcas invierten dinero, a veces cantidades astronómicas, en patrocinarse.
Aquí hablamos de literatura, y todo autor que se precie tiene que tener en cuenta este importante elemento de la relación humana si quiere aspirar aunque sea a una ínfima oportunidad de meter baza en este mercado tan saturado. Cuando hablo de mercado, no me refiero sólo a ese que se cuenta en divisas, sino también a ese otro que se mide en tiempo de lectura que te dedican, incrementado si además se molestan en comentar, analizar o debatir lo que escribimos. Hay que venderse como autor, cada uno como pueda, pero hay formas y formas, como en todo, y soy de los que sólo están de acuerdo en parte con aquello de que el fin justifica los medios.
Teniendo en cuenta cuál es el fin, que te lean, ya sea pagando por ello o no, pagándote a ti o a otros, me parece que los medios tienen que estar relacionados con eso, con la escritura, con TU escritura, con tus lecturas o cualquier otra relación que tengas con el mundo de la literatura, y no tanto con pasar horas cliqueando en redes sociales, “spameando” al personal con “cortaypegas”, haciendo visible tu avatar a base de comentarios con forma y profundidad de saludos o funcionando como eco de aforismos o creaciones de otros. Ya digo, cada uno lo hace como puede, sabe o le sale, es dueño y señor de a qué le dedica su tiempo. Ahora, teniendo en cuenta que el tiempo que alguno ha dedicado para hacerme llegar su imagen es el de un par de clics, ¿cuánto debo dedicarle yo a testar su obra, a interesarme por ella y a comprarla si llega el caso?
Quién sabe, quizá me estoy obsesionando con el prurito a la hora de encarar la afición literaria, ese que para mí significa empaparte de verdad de ella, vivirla en el mayor número de facetas y con la mayor intensidad que puedas, y que poco tiempo deja para otras historias quizá más banales pero seguro que prácticas y útiles. Como reza el dicho “que hablen de mí, aunque sea para mal”, o en este caso “que me tengan en mente, aunque sea por nada”; seguro que funciona, porque está claro que ha funcionado, pero no termina de gustarme.
Llámame reaccionario o lo que te dé la real gana, quizá estés en lo cierto al decirlo, pero no me parecen las formas, sobre todo porque hay otras bien extendidas y al alcance de todos como para tener que recurrir sólo a lo fácil. Siempre me gustó cuando un autor, promocionando aunque sea indirectamente su novela de género, te reseña otra del palo, quizá una de las lecturas que hizo a la hora de buscar inspiración o material, quizá la de un coetáneo con el que comparte formas o fondos, quizá por el simple hecho de que le gustaría que su obra compartiera estante con la que reseña. Admiro al que se embarca en la redacción de fanzines o e-zines con los que difundir el gusto por la literatura, noticias, artículos o relatos de autores más o menos en ciernes, o trayéndonos a la mente eventos lejanos gracias a sus crónicas. Me gusta el mundo de las webs y los blogs, sobre todo los de creación literaria, aquellos en los que el autor se curra tanto la presentación como los contenidos, mostrándonos sus dotes artísticas, su visión literaria del mundo, brindándonos textos con los que degustarle o haciéndose eco de noticias de interés, o “simplemente” creando un espacio para que otros hagan lo propio. Reconozco a esas figuras que sueles encontrar en debates y charlas, los que alimentan los encuentros con su sapiencia y nos dan materia en la que pensar, ésa que luego moldearemos a nuestro gusto para crear nuestra personalísima visión del mundo y sus detalles, de la literatura y su entorno. Disfruto con los púgiles dialécticos, esos foreros que te fuerzan a pensar a base de matizaciones y rematizaciones de lo que has dicho, los que tumban con sus opiniones la equivocación que dabas por sentado.
Se pueden dar más ejemplos, pero vale con los anteriores y con la generalización de que me parece adecuado todo aquello que implique creación artística, pensamiento, interacción con el mundo de la literatura o la cultura en general, ya sea desde el lado participativo o del organizativo.
Tampoco quiero dar imagen de talibán con esto (imagen, marketing), no le voy a negar un clic a algo que me guste y pueda verse beneficiado con ese tipo de “apoyo”, no voy a negar que me agrada cuando otros hacen eso mismo conmigo, y quizá alguna vez deje mi comentario/saludo cuando quiera que sepas que me ha interesado/gustado pero no tengo tiempo o no me salen las palabras, no quiero ser el niño burbuja en la era de la información y las comunicaciones. Pero te aseguro que el grueso de mi tiempo, del tiempo que le pueda dedicar a la afición que más me llena, va a estar enfocado a vivirla, a experimentarla, a tratar de formar parte más que a sacar la cabeza por una de sus esquinas más tristes. Llámalo cabezonería, ceguera o estrechez de miras, pero qué le voy a hacer, es como me parió mi madre y me criaron entre todos.
Así que ya sabes, si lo que quieres es sólo un intercambio de clics yo también estoy ahí para eso, faltaría más; aún no tengo el dedo agarrotado (aunque quizá algún día se me agarrote). Ahora, si lo que quieres es mi atención y mi interés por tu obra, arriba tienes algunos ejemplos de cómo conseguirlos. Estaré atento si tú estás por la labor, compañero.
P.S. Joder, qué buenos son los ZZ Top.
“er Caniho”
Soundtrack:
Sharp dressed man & Pincushion
ZZ Top
De momento, te clavo un clic
Personalmente, yo veo dos cosas que hacen poco gratificante este tipo de promo. La primera es su sistematización. En realidad, estos clics no son más que el modo contemporáneo de transmitir una información rápida. Antes, comentabas en el bar "oye, ¿sabes que fulano se ha montado una tienda de discos?" y fiesta, porque todavía no habías ido y no tenías más que decir. Ahora le das a un "Me gusta" de la página donde anuncia una novela que no te has leído. La diferencia es que lo haces como el que está en la cadena de montaje, en plan sacar salchichas, y pierde un toque personal como tantas otras cosas en la sociedad que vivimos.
Luego está la equiparación: parece que un "Me gusta" es igual que una reseña o un email personalizado o una conversación distendidad. Y no, no lo es. No lo digo en plan juicio porque cada uno tiene el tiempo que tiene y no se llega a todo, pero no es lo mismo. Ya no es una cuestión del alcance de la promo, sino de la interacción, de esa inmersión de la que hablas. Recuerdo que en la Hispacón de Urnieta Sergio Mars se tomó un tiempo para hablarme de sus impresiones sobre Adraga. A nivel de promo, cero, porque nadie oyó la conversación, pero aunque no salieran sus conclusiones en Rescepto para mí fue muy enriquecedor -por lo que me transmitió- y una gran alegría -porque Sergio, que con sus particularidades me parece un gran autor, se tomó un tiempo para ahondar en lo que yo había creado.
Por supuesto que los "Me gusta" tienen su importancia, como la tenían los votos en OcioJoven, o incluso los comentarios literales de "Me ha gustado", pero una parte importante de este entramado creativo al que damos forma entre todos está en esa atención adicional, en ese modo de hacer las cosas a la antigua. De la cuestión marketing no soy el más indicado para hablar porque se me da de pena y de dolor, pero desde luego, aunque tampoco niego ni un clic, pienso seguir apostando por esos encuentros entre cervezas, esos emails que se alargan más de la cuenta y esos debates en los foros.
Muy interesante la reflexión, Canijo.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.