Lección magistral
Un breve relato diabólico
Al entrar en la sala, el señor Torres miró a su alrededor, desorientado y confuso. Desde la tarima tenía una visión privilegiada de su auditorio —una caterva de diablillos sentados en cráneos cuyo aspecto recordaba vagamente a unos sapos—, pero no tenía muy claro qué hacía allí. Antes de que pudiera ordenar sus ideas, uno de ellos alzó la mano pidiendo permiso para hablar, sacándolo de sus ensoñaciones.
—Sí, dígame.
—Señor Torres, ¿qué opina de la extinción absoluta de los mamíferos?
—Disculpe —le contestó—, no creo estar cualificado para dar una contestación adecuada a su pregunta.
Después de todo, pensó, él era solamente un promotor inmobiliario, no un experto en ecología. Estaba seguro de que cualquiera podía entenderlo, aunque las hieráticas expresiones de su auditorio lo desmintieran.
—Señor Torres —intervino un segundo sapito—, ¿cree que sus descendientes disfrutaron con los animales en DVD más de lo que hubieran disfrutado con los reales?
—Yo... —dudó un instante; ¿había dicho “disfrutado” en pasado?— No sé muy bien a qué se refiere —atajó, alarmado, alejándose hacia la puerta de salida.
—Señor Torres —insistió un tercero antes de que consiguiera salir de la sala—, ¿acaso cree que la responsabilidad de lo ocurrido recae únicamente en otras personas?
Apabullado por el interrogatorio, el señor Torres cruzó la puerta dejando atrás a las incisivas criaturas. ¿De dónde demonios habían salido? ¿Qué rayos pintaba él allí? Su momentáneo alivio se trocó en confusión cuando vio que la puerta le había conducido de nuevo a la tarima.
Una criatura con cuernecillos que recordaba vagamente a un sapo alzó educadamente la mano para hacerle una pregunta.
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