La suma de las partes
Reseña de la novela de Alfredo de Andrés Ramos publicada por Ediciones Gens
«Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto»
Al igual que el protagonista de La metamorfosis, los personajes de Alfredo de Andrés Ramos se han convertido en seres marginados por la sociedad vienense, que repudia a todos aquellos soldados a los antes aclamaban cuando partieron hacia el frente bajo la promesa de una victoria que garantizaría la inmortalidad del Imperio. Sin embargo, cuando regresaron no hubo ovaciones ni aplausos para los vencidos que deberán aprender a convivir con el desprecio no solo del pueblo por el que lucharon —y por el que muchos de ellos murieron—; sino también de sus propios familiares. En un intento por escapar de las miradas aprensivas de quienes ya no los reconocen después de su transformación, intentan volverse invisibles para evitar ser aplastados ante el incremento del malestar popular por la insostenible situación económica y social que acabará desembocando en el ascenso del nacionalsocialismo.
En este convulso escenario se desarrolla la investigación de Spear y Kopneck para resolver el asesinato de Helga Matiner. No obstante, conforme indagan en el pasado de la víctima, descubrirán una serie de conexiones con el escritor praguense y, más concretamente, con uno de sus libros más reconocidos, La metamorfosis.
Curiosamente, estos vínculos resultan imperceptibles durante gran parte de la lectura gracias a la compleja —e inteligente— estructuración del texto. Alfredo de Andrés Ramos emplea diferentes personas narrativas —primera y tercera— que proporcionan una separación literaria entre las diferentes historias que conforman la novela. De hecho, los capítulos narrados desde la perspectiva de Viena —y que nos recuerda a la magnífica City (Alessandro Barrico)— nos demuestran que, aunque todas compartan un mismo escenario, no es necesario que deban producirse en el mismo espacio temporal.
«Los hombres agrupan la historia en un antes y un después, pero en realidad el mundo no funciona así. La realidad es otra. Lo que en verdad ocurre es que los sucesos y las personas se agolpan y se amontonan, surgen como pompas de jabón y se arremolinan sobre la superficie del líquido del tiempo para formar un cuerpo irregular y caótico. Cada burbuja está unida a la de lado, pero en realidad no son la misma burbuja. Todas provienen del mismo líquido jabonoso, pero no son lo mismo.»
Es decir, el lector percibe un conjunto inconexo y caótico, como los sueños. Sin embargo, solo se requiere de la suficiente paciencia para empezar a comprender el significado, la lógica inherente del pensamiento reprimido en el subconsciente de cada individuo ante la presión social. De este modo, se introduce la subtrama protagonizada por Sigmund Freud, que nos permite comprender la teoría del psicoanálisis y, todavía más importante, la percepción de realidad a través del subconsciente.
Alfredo de Andrés Ramos utiliza al neurólogo austriaco para introducirnos en otra de las temáticas de La suma de las partes: la manipulación de la verdad. Por esta razón existe un mayor protagonismo de Spear y Kopneck frente a la presencia de otros personajes más célebres, como Kafka, Freud o Hitler, porque los dos policías nos demuestran que:
«En realidad, importa poco que haya habido un muerto o miles mientras haya una razón para las muertes (…) El móvil es lo importante. Déle usted una razón al pueblo y aceptará cualquier crimen. Déles un motivo, y aceptarán cualquier exterminio.»
Por subsiguiente, el asesinato de Helga Matiner es solo el prólogo de una retrospectiva histórica acerca de los acontecimientos que acabarían desencadenando en el alzamiento de Hitler. Obviamente, es una interpretación ficticia, pero Alfredo de Andrés Ramos consigue condicionar nuestra interpretación acerca de lo que estamos leyendo sabiendo dosificar la información y realizando constantes giros narrativos. A partir de estos dos rasgos, el lector observa cómo el texto cambia ante sus propios ojos, sufriendo una metamorfosis constante mediante el lenguaje que lo obliga a replantarse muchas cuestiones acerca de lo que creía saber sobre estos acontecimientos.
«Las palabras pueden cambiar de significado según el contexto, pueden decir una cosa y la contraria en función de quién y cómo las expresa (…)»
A través de esta manipulación del lenguaje, el autor no solo reproduce todos los rasgos técnicos que caracterizan a La metamorfosis —como la temática hasta la prosa reiterativa para expresar la impotencia de sus personajes ante su imposibilidad de adaptarse nuevamente a la sociedad, volver a ser «normales» y, por subsiguiente, aceptados por los demás—, sabiendo aportarles un estilo destacable por la solidez de su planteamiento desarrollado en múltiples niveles narrativos interconectados; la complejidad de sus personajes y su ambigüedad ética; y la contextualización de la historia, consiguiendo que la ciudad de Viena interactúe directamente con el lector.
Los únicos aspectos negativos a destacar serían que la propia forma de narrarnos la historia delimita su lectura a una pequeña proporción del público. Por otro lado, al concluirlo persiste la sensación de que algunas relaciones derivan más de la casualidad que de la causalidad, como ocurre con el informe policial final o la subtrama protagonizada por Hitler.
Al contrario que Gregorio Samsa, no terminaremos la novela convertidos en un monstruoso escarabajo. Sin embargo, La suma de las partes obra en nosotros otra transformación menos apreciable a simple vista, pero de igual relevancia. Alfredo de Andrés Ramos nos aporta un percepción diferente del mundo que creíamos conocer, una visión más cercana de aquellos acontecimientos históricos a través de personas anónimas que, en su momento, fueron menospreciados hasta que el cambio se consumó. Un magnífico debut literario que deja su picadura en el pensamiento del lector.
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