Las cenas de los martes

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Reseña de la novela de Monika Peetz publicada por Maeva

En un principio, las novelas chick lit tendían a caracterizarse por el uso de un tono irreverente y sarcástico, que permite a sus protagonistas expresarse libremente sobre determinados temas, que hasta ese momento se consideraban tabú, en escenarios glamurosos y urbanitas; sin embargo, los últimos éxitos literarios escritos por y para mujeres dejan traslucir un cambio de tendencia dentro del género.

La trilogía de El club de los viernes (Kate Jacobs) y La lista de mis deseos (Gregorie Delacourt) son algunos ejemplos actuales, con un estilo más parecido a Fannie Flag (Tomates verdes fritos) que a Candece Bushnell (Sexo en Nueva York). Es decir, las mujeres jóvenes solteras, independientes y profesionales son sustituidas por otras ya adultas, casadas y con hijos que se replantean sus existencias después de muchos años ejerciendo simplemente de amas de casa o equilibrando su vida familiar y personal. De igual modo, los ambientes cosmopolitas de grandes ciudades como Nueva York, Londres y similares son sustituidos por ciudades de entorno más hogareño, en el que los conflictos no están relacionados con la imposibilidad de comprarse un par de zapatos Jimmy Choo, asistir a una exclusiva fiesta en el Soho o recibir una proposición de matrimonio con un anillo de Tiffany -nunca inferior a cinco quilates-. Por el contrario, esta «nueva» generación debe enfrentarse a cuestiones más cotidianas con las que cualquier lectora puede sentirse realmente identificada, como la rutina en su matrimonio (Catherine), la posibilidad de perder su trabajo ante la necesidad de modernizarse (Kiki) o la excesiva dependencia familiar (Eva).

Precisamente, Las cenas de los martes tiene como punto de partida la tradición de estas cinco amigas de reunirse un martes de cada mes en Le Jardin, el mismo restaurante donde se juntaban después de sus clases de francés y en el que surgió una amistad aparentemente inquebrantable. Sin embargo, Judith se muestra incapaz de superar el fallecimiento de su esposo. Este cambio en su vida acabará repercutiendo en el resto del grupo, quienes decidirán acompañarla en su viaje por el Camino de Santiago. Durante el recorrido, tendrán la oportunidad de redescubrirse a sí mismas con cada nuevo paso hacia Lourdes. Sin embargo, el cansancio, las ampollas y otras penurias no serán sus mayores obstáculos, sino ellas mismas —y algunos secretos que han conseguido mantener ocultos a las demás hasta ahora—.

Monika Peetz permite que toda la atención del lector recaiga sobre sus cinco protagonistas al situarlas lejos del entorno en el que normalmente se desenvuelven y obligándolas a convivir por primera vez en quince años sin ninguna distracción. De este modo, comprobamos que la amistad profesada durante ese tiempo es, en realidad, mucho más frágil de lo que aparentaba y entre ellas existen muchos más problemas de los que quisieran reconocer. Las discusiones son una constante en cada nueva etapa, algo atípico en este tipo de novelas donde los lazos se estrechan ante las dificultades. Esta es la principal novedad que nos aporta la autora alemana respecto a otras novelas. Una historia que no nos describe el surgimiento de esa amistad, sino el esfuerzo y el sacrificio que debemos realizar para conservarla.

Por otro lado, merece destacarse la estructuración de los personajes. A pesar de que puedan parecernos el clásico grupo de mujeres cuyas similitudes consiguen imponerse a las diferencias de educación, clase social, estado civil o personalidad; su principal atractivo radica en el cambio que experimentan. A pesar de realizar el Camino de Santiago juntas, cada una de ellas recorre uno propio. De ahí que la autora haya optado por capítulos breves que se corresponden a una perspectiva concreta, en lugar de complementarse. Es decir, la narración no es lineal, sino que se realizan reconstrucciones de los acontecimientos conforme conocemos la implicación de cada personaje. Por esta razón, algunas poseen un mayor protagonismo que otras durante todo el libro. Si bien se hubiese agradecido un mejor desarrollo de Estelle, relegada a la amiga elitista y superficial; y Judith acaba resultando irritante ante su imperiosa necesidad de mostrarse siempre como la víctima, así como su parecido con el personaje de Holly (Posdata. Te quiero, Cecelia Ahern). Resulta muy significativo las semejanzas entre ambas, tanto en la reacción ante el fallecimiento de su esposo como la superación de su pérdida a través de un legado escrito.

A pesar de ello, Las cenas de los martes nos impulsa a reservar cubierto para compartir mesa con estas cinco amigas y ser testigos de sus deseos e inquietudes mientras disfrutamos de una comida inolvidable, como siempre, cada martes en Le Jardin a la espera de la publicación de su segunda parte.

 

Título: Las cenas de los martes; 304 págs.

Autora: Monika Peetz

Editorial: Maeva, 2012

ISBN: 9788415120971

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